Usted está aquí: miércoles 20 de abril de 2005 Mundo Ratzinger ha defendido con mano de hierro la doctrina de la Iglesia católica

Durante el pontificado de Juan Pablo II castigó a unos 140 teólogos críticos

Ratzinger ha defendido con mano de hierro la doctrina de la Iglesia católica

Estuvo cerca de crear crisis políticas como cuando se opuso al ingreso de Turquía a la UE

AFP, DPA, REUTERS Y THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen En imagen del 5 de noviembre de 1979, el entonces cardenal Joseph Ratzinger con el papa Juan Pablo II, durante un encuentro en Roma FOTO Reuters

Ciudad del Vaticano, 19 de abril. Antes de ser consagrado como el papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger ya era el cardenal alemán más conocido del mundo, calificado de "idéologo principal" del Vaticano o "guardián del dogma", y también considerado un "clon" de Karol Wojtyla, pero sin su carisma y espontaneidad.

Ratzinger, el octavo Papa alemán de la historia, usó por años mano de hierro para defender la doctrina de la Iglesia y castigar durante el largo pontificado de Juan Pablo II a unos 140 teólogos críticos, en particular a los latinoamericanos de la Teología de la Liberación, la corriente de la "opción por los pobres".

De ojos azules, mirada tímida y suaves modales, el hombre que combate el sacerdocio femenino, la contracepción, el aborto y la homosexualidad -a la que considera "intrínsicamente malvada"-, que mantiene la prohibición de la comunión a los divorciados que se vuelven a casar e impide el crecimiento de los laicos dentro de la Iglesia, no se considera duro.

"Yo no soy el gran inquisidor", dijo alguna vez Ratzinger, quien presidió por casi un cuarto de siglo, desde 1981, la célebre Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex llamado Santo Oficio de la Inquisición.

En la homilía que pronunció en la misa que dio el lunes al inicio del cónclave, Ratzinger arremetió contra la "dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus deseos".

Defendió en ese mensaje -en el que no citó la pobreza, la ciencia, la moral sexual o la reforma de la Iglesia- un modelo de Iglesia firme y conservadora "capaz de combatir el marxismo, el liberalismo, el libertinaje, el sincretismo o las sectas".

Una elección sin obstáculos

Ni su conservadurismo ni su delicada salud o avanzada edad han supuesto un obstáculo para su elección en el cónclave. En 2002, conforme a la regla vaticana válida para los cardenales de más de 75 años, Ratzinger presentó su dimisión a Juan Pablo II, pero éste le pidió que se quedara.

Nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, localidad de Baviera, hijo de un gendarme, Ratzinger fue incorporado a las Juventudes Hitlerianas contra su voluntad, según reconoce en su autobiografía De mi vida y en su último libro La sal de la tierra.

A los 16 años, fue incorporado, al igual que los demás seminaristas de su clase como auxiliar en la defensa antiaérea. En 1944 logró desertar, pero a la llegada de los aliados fue identificado como soldado y recluido en un campo de prisioneros de guerra, del que fue liberado el 19 de junio de 1945.

Seis años después, luego de estudiar teología y filosofía, este hijo de un comisario rural fue ordenado sacerdote, y con 30 años comenzó su carrera como catedrático dictando clases de Dogmática y Teología, siendo reconocido como un intelectual de extraordinaria capacidad. "A nivel intelectual son pocos los que están a su altura", afirmó un teólogo en Roma.

Irónicamente, una de sus disertaciones doctorales fue rechazada cuando sus superiores lo acusaron de "relativismo", el mismo que ahora ataca ferozmente, considerando que fuera de la Iglesia católica no hay salvación.

Algunos dicen que Ratzinger, que habla fluidamente cuatro idiomas y que puede leer otros varios, se convirtió de defensor del progresismo en arquitecto de la restauración conservadora, luego de la revolución estudiantil de 1968.

En 1977 fue nombrado arzobispo de Munich y ese mismo año fue proclamado cardenal. El gran salto en su carrera ocurrió en 1981, cuando el entonces papa Juan Pablo II lo convocó a Roma para hacerse cargo de la otrora Inquisición.

Paradójicamente, el lugar donde más críticas recibió fue en su país de origen, donde se convirtió en un símbolo de dogmatismo y conservadurismo.

En las luchas dentro de la fe católica, Ratzinger se opuso con vigor a la Teología de la Liberación, profesada por uno de sus alumnos, el brasileño Leonardo Boff, y a los disidentes, como el teólogo suizo-alemán Hans Küng, quien le había ayudado a conseguir un puesto en la Universidad de Tuebingen en los años 60.

Su conservadurismo amenazó a veces con crear crisis políticas. En 2004 se opuso al ingreso de Turquía a la Unión Europea, calificándolo de "enorme error" y de "decisión contra la historia".

Asimismo, en 1984 Ratzinger vio como "una vergüenza de nuestra época los regímenes comunistas llegados al poder en nombre de la liberación del hombre".

En un documento de 2000, calificó a las otras iglesias cristianas como "deficientes", sorprendiendo a anglicanos, luteranos y otros protestantes, que han mantenido un diálogo ecuménico con Roma durante años. También calificó a la Iglesia católica como la "madre" de otras denominaciones cristianas, en lugar de "hermana", la más común descripción utilizada en círculos ecuménicos.

Frente a una Iglesia en crisis, el cardenal alemán preconiza un acercamiento con los movimientos católicos más radicales. "Cuanto más una religión se acerca al mundo, más deviene superflua", declaró en octubre de 2004 al semanario italiano Panorama.

Según analistas, si ortodoxia significa tener una Iglesia más pequeña, pero ideológicamente más pura, el nuevo Papa está en favor.

Ratzinger está convencido que la crisis que vive la Iglesia se debe también a la "desintegración de la liturgia". Por lo pronto, pronunciará en latín la homilía que dará comienzo oficialmente a su papado este miércoles.

Para sus partidarios, Ratzinger es un defensor de la Iglesia contra los asaltos de la cultura contemporánea, aunque según recordaron fuentes eclesiásticas, Ratzinger no cuestionó, por ejemplo, la postura de la Iglesia chilena.

Para sus detractores representa los aspectos más conservadores, incluso represivos, del pontificado de Juan Pablo II.

 
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