Usted está aquí: viernes 22 de abril de 2005 Opinión FUSILERIAS

FUSILERIAS

Alfredo C. Villeda

El 2005 de Jean-Paul Sartre: centenario de natalicio, 25 años de muerte

"El contratista de ideas"

Teatro: la forma sobre el espíritu

Autor entronizado y vilipendiado

EMILE CIORAN, PLUMA UNIVERSAL de Transilvania, bosqueja en 1939 el retrato de un ''contratista de ideas" que aborda con desahogo ''todos los espectros del espíritu y de la moda, desde la metafísica hasta el cine", pero que, en cambio, jamás aporta una emoción. ''Es un pensador sin destino, vacío al infinito y maravillosamente amplio", describe.

RETRATA A JEAN-PAUL SARTRE, cuyo centenario de nacimiento se conmemora el 21 de junio de este año. ¿Acaso no es un sinsentido recordar al filósofo francés en esta ocasión, siendo que él rechazó la idea de la herencia y la posteridad, además del Premio Nobel de Literatura?

SARTRE DEJO DE EXISTIR hace 25 años, el 20 de abril de 1980, y sus funerales provocaron una espontánea manifestación de la multitud en torno del cementerio de Montparnasse, homenaje popular no visto desde los entierros de Victor Hugo (''El Maestro al gran Victor llama, y tiembla la tierra", escribió Rubén Darío) y Edith Piaf, otros dos monstruos de la cultura universal.

SUCESOR DE ANDRE GIDE como máxima autoridad literaria después de la Segunda Guerra Mundial (como Albert Camus lo fue de André Malraux), Sartre dejó, entre novelas y teatro, filosofía y periodismo, una obra voluminosa que orbita en el barrio parisiense de Saint-German-des-Prés, considerado entonces, y lo era, el centro del universo pensante.

ESCRIBEN ESPECIALISTAS convocados por Le Figaro Magazine: ''Lo que afirma Sartre en sus escenas: su responsabilidad, la necesidad de estar en su tiempo, ese deseo casi romántico de vivir la Historia, fueron siempre contradichos por su gusto casi ingenuo hacia un teatro de tradición que jamás dejó de reverenciar la forma y desdeñando el espíritu".

VARIAS DE SUS OBRAS fueron cuestionadas, como La puta respetuosa (1946) y Nekrassov (1956), aun llamadas ''panfletos farsantes" y ''caricaturas". Pero, como inquieren los especialistas sobre el autor, ¿se creía el propio Sartre realmente lo que decía, si se considera que en pleno terror estalinista afirmó: ''La libertad de crítica es total en la URSS"?

ENTRONIZADO POR LA DERECHA y pisoteado por los comunistas gracias a Las manos sucias (1948), y exaltado por esos mismos comunistas y vilipendiado por esa misma derecha con Nekrassov, Sartre, vaca sagrada impávida ante ese debate, jamás dejó, pese a sus revires y conversiones, de testimoniar para el hombre todas sus disputas con el siglo.

DE LAS MOSCAS (1943) a Troyanos (1965), ese empeño de pegarse a la época, de respirar siempre el aire del tiempo, de ser la conciencia de Francia, no le dejará tregua a este manipulador de personajes que, a fuerza de querer probar que existen, nunca llega a encarnarlos.

ESTE HOMBRE HONESTO de mauvaise foi nos deja hoy, en cuanto dramaturgo, sobre un sentimiento de incertidumbre y malestar. El primero, porque Sartre jamás halló ni buscó a los directores, los actores que le convinieran y que habrían podido dar una verdad, una consistencia carnal a su teatro. Malestar, porque él ha abusado un poco del derecho imprescriptible que se tiene en Francia de equivocarse, y de decir todo y su contrario, sin atender las consecuencias. Su teatro, escriben los expertos, parece hoy fijado a una eterna ''puerta cerrada" (Huis close, como el título de su obra mayor de 1944), mientras que el de Brecht ''continúa en movimiento en el espacio y en el tiempo".

EN EL OTOÑO DE 1938 Sartre publica su primera novela. Tiene 33 años, y para entonces ha escrito algunos textos, pero ninguno de ficción. Una parte de la crítica saluda La náusea como una obra maestra. Otros ironizan sobre esa literatura existencialista, ''cargada de monólogos estudiantiles", como el siguiente: ''¿Es eso libertad? Los jardines descienden hacia la ciudad, y en cada jardín se levanta una casa. Veo el mar, pesado, inmóvil, veo Bouville. Hace buen tiempo".

TODA POLEMICA FRIA debe retomar esta novela sin prestar atención a esos desplantes de estudiante, por cierto lector aplicado de Hegel, Hussler y Heidegger. Muerte, noche, alcoholismo, infancia, violación, pureza, fatalidad, alucinación, injusticia, infelicidad, mentiras, soledad y suicidio: el despiadado mundo moderno y las condiciones de vida que impone.

EN LA ERA DE LA RAZON, primer tomo de Caminos de la libertad (1945), Sartre introduce personajes con una sexualidad a la vez libre y absurda: aborto para Ma-thieu y Marcelle, homosexualidad para Daniel. En numerosos relatos de El muro (1939) la sexualidad es escenario de manifestación de la angustia del hombre moderno. Un personaje es impotente, otro perverso y uno más se deja poseer sin alegría por un camarada. Los homosexuales de Sartre, dicen sus críticos, son terriblemente aburridos.

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