Por una democracia con sustantivos
Gran parte de los analistas que se manifiestan en los medios contra la inhabilitación del jefe de Gobierno de la ciudad de México se desmarca también del estilo y la gestión de López Obrador; como si lo elegante, lo políticamente correcto fuera la defensa despersonalizada del estado de derecho. En cambio, la abrumadora mayoría de los mexicanos rasos que se movilizan en las calles contra el desafuero apoya fervientemente a la persona de López Obrador, y hace suyo el proyecto nacional que prefigura su forma de gobernar la capital de la República.
Quizá la defensa de la democracia como principio debiera estar por encima del respaldo a un político limitado, pero lo cierto es que el actual movimiento libertario devino masivo precisamente porque se identifica con la adhesión al jefe de Gobierno. Para bien o para mal, la insurgencia cívica de los últimos meses no reivindica la democracia en cuanto tal, sino una democracia con adjetivos y, si me apuran, con sustantivos. Para los mexicanos del común, la democracia no es hoy un valor en sí mismo, sino la vía más rápida y menos costosa para hacer presidente a López Obrador.
Primero chilango y progresivamente nacional, el presente movimiento ciudadano reclama el derecho a votar libremente en 2006... por López Obrador; exige respeto al derecho de postularse como candidato a la Presidencia... que tiene López Obrador. Y no podía ser de otro modo. Dado el proverbial desencanto de los mexicanos por la democracia como sistema -que evidencia la abstención comicial y corroboran las encuestas de opinión-, sólo una persona persuasiva y un proyecto esperanzador podían galvanizar de nuevo a las mayorías.
Tampoco es el temor a la incertidumbre democrática, en cuanto tal, lo que está detrás de las regresiones autoritarias. Lo que hace golpista a la derecha es el miedo a que López Obrador y su proyecto lleguen a la Presidencia. Ya lo dijo -sin querer- el diputado panista Jorge Triana: "Mientras más se acerque a Los Pinos más peligroso es". Así las cosas, la reacción quiere a Cuauhtémoc Cárdenas como candidato de la izquierda, no por "maduro", sino por seguro perdedor.
Para el pueblo llano, lo que en México está en juego no es la postergada "transición", ni el estado de derecho ni la "democracia sin adjetivos". En la inminencia de 2006, la nueva mayoría está apostando por acceder democráticamente a un gobierno honesto, de vocación popular, de talante nacionalista, comprometido con la justicia económica y el bienestar social, y encabezado por López Obrador. Les cuadre o no les cuadre a los defensores de un aséptico estado de derecho, hoy en México democracia significa: "Por el bien de todos, primero los pobres", y se llama Andrés Manuel.
Ahí está la fuerza. Ahí está la oportunidad. Ahí está el riesgo.