Dos marchas, un camino
Salir a la calle se vuelve vital para defender nuestra débil democracia del conjunto de personajes e intereses que pretenden sepultarla. Expresarse personal y públicamente es una manera directa de hacer sentir nuestro rechazo a la manipulación gubernamental, que busca imponernos un destino político y social al margen de la opinión mayoritaria. Hoy, como nunca, nuestra condición de trabajadores y ciudadanos se ve entrelazada en movilizaciones públicas contra el manejo faccioso de la justicia y de las instituciones del Estado y en el reclamo común de un nuevo acuerdo político y social.
En la marcha de mañana 24, de manera silenciosa, estarán presentes los diversos sectores de la sociedad. No se limitará a la izquierda mexicana, se integrará de hombres y mujeres de buena fe que han hecho causa común en favor de la legalidad y contra la hipocresía gubernamental. A todos nos agravia un desafuero manipulado, la utilización de los recursos del Estado para aplicar una justicia selectiva, la traición de los diputados a su mandato constitucional y, en suma, la imposición del contenido de la boleta electoral para el año 2006.
Más allá de la protesta presente en la marcha del silencio, aparece un reclamo que busca recuperar la transición democrática perdida y una nueva gobernabilidad. Aquélla que no quiso convocar el presidente Vicente Fox, por los intereses que lo condicionaron desde su campaña electoral y por su incapacidad y ausencia de visión de Estado. Una expresión pública de esta naturaleza compromete a nuevos acuerdos entre los distintos actores de nuestra sociedad: campesinos cuyos compromisos se han olvidado, sociedad civil organizada hasta ahora ignorada, jóvenes de futuro incierto y el creciente número de habitantes decepcionados de un gobierno que en pocos días exhibió su verdadera entraña autoritaria. Una adecuada lectura de este tipo de protestas es fundamental, so riesgo de repetir desilusiones pasadas. Ha llegado el momento de tomar en serio a la sociedad en su conjunto.
De escuchar a la academia y la ciencia, de reconocer la diversidad en sus distintas expresiones, de comprender que otro mundo es posible, de voltear hacia los que menos tienen, de modernizar el país escuchando a su gente.
El primero de mayo nuevamente tomaremos las calles, conscientes de que el deplorable estado de los trabajadores es producto de una política económica y social subordinada a los grandes intereses. Es también una exclusión, pero en otra vertiente. La falta de empleo de calidad, los bajos salarios y los obstáculos a la libertad y democracia sindicales son consecuencias de una errada conducción política.
Al margen de discursos huecos, tan huecos como la llamada "nueva cultura laboral" que nadie se toma en serio, habría que cuestionar los beneficios que han traído a los trabajadores más de cuatro años de gobierno panista. ¿Realmente estamos mejor que hace cuatro años? ¿El submundo de la contratación laboral precaria (honorarios y subcontratados) y la indefensión obrera habrá cambiado su rostro? ¿Existen mejores condiciones para organizarse gremialmente y contratar colectivamente? ¿Se ha reducido el control y la corrupción de los líderes sindicales?
La propia realidad responde negativamente. Los nocivos efectos de la reforma a la Ley del Instituto Mexicano del Seguro Social, que canceló pensiones a las futuras generaciones y degradó aún más los servicios de esta valiosa institución social, provocan un motivo adicional de irritación, así como el intento de suprimir derechos esenciales mediante una nueva ley laboral presentada como un acuerdo entre los "factores productivos".
La propuesta Abascal ha sido rechazada consistentemente por limitar la libertad sindical, la contratación colectiva y la huelga, razón por la cual no ha podido convencer en el actual periodo de sesiones del Congreso de la Unión siquiera a los propios diputados priístas.
Contradiciendo su discurso, el presidente Fox fue embarcado en una reforma a la Ley del Instituto del Fondo Nacional de Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), orientada a proteger los intereses de los líderes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) que monopolizan la representación obrera y a los dueños de las grandes constructoras, para lo cual requerían ahuyentar la vigencia de la tan cacareada transparencia pública. Descubiertos los autores de la iniciativa, proponen una reglamentación excepcional en lugar de la vigencia constitucional de la Ley de Transparencia e Información Pública Gubernamental. Tumbo tras tumbo.
Transformar la indignación y el encono en nuevos encuentros y consensos nos obligan a superar inercias para hacer escuchar las voces y propuestas, identificar nuestras redes naturales y compartir fraternalmente con amigos y compañeros esta nueva energía ciudadana, que pueda recuperar la democracia despojada y permitir que nuestros hijos, que también serán ciudadanos y trabajadores, vivan un país mejor. Nos vemos en las marchas.