Las portadas originales
El vasto legado de Leonard Bernstein (25 de agosto de 1918-14 de octubre de 1990) comprende una cantidad incontable de discos, de manera que para recomendar cualquier versión de cualquier obra el procedimiento opera de la siguiente manera: si la grabó Bernstein, esa es la mejor versión asequible.
Claro, salvando distancias y diferencias y sobre todo los matices milimétricos y la riqueza de pensamiento que puebla la melomanía auténtica, no hay melómano que resista al menos la curiosidad de conocer una versión de Bernstein a pesar de que considere este melómano que no pudiese existir un director mejor que el de sus preferencias (Kleiber, Abbado, Scherchen, Sinopoli, et al).
Pero hay autores donde Bernstein es insuperable: Gershwin, Brahms, Beethoven, Mozart, de manera muy especial Mahler (citar la frase de Bernstein frente a la Filarmónica de Nueva York, de la que también fue director Mahler antes de morir, es más que suficiente: ''yo soy Mahler", decía Lenny sobre el podio y ante una partitura mahleriana) y el ruso Igor Stravinsky (el famoso compositor bizco Igor Stravismo).
En sus dos últimas visitas a México, Lenny Bernstein hizo estallar la energía vital de Un americano en París, de Gershwin y nos convirtió la butaca en uno de esos brincolines que hacen la delicia de los niños en los parques, cuando ejecutó, el 22 de mayo de 1982 en la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl al frente de la Orquesta Filarmónica de Israel, nada menos que La Consagración de la Primavera, esa cúspide de la música sexual que han traducido a la danza, después del genio de Diaghilev, su potenciador, los maestrísimos Maurice Béjart y Pina Bausch.
Entre las novedades discográficas el melómano puede hallar una caja que es un agasajo en primavera: Leonard Bernstein. The original Jacket Collection, en edición limitada con 10 discos seleccionados entre la gran cantidad de grabaciones que realizó el arcángel Bernstein para la disquera CBS, hoy recogidas por la trasnacional Sony. Diez volúmenes que completan una selección magistral, de auténtica antología y de entre las cuales aplaudimos hasta hacer cantar las palmas de las manos su versión a La Consagración de La Primavera, con la Filarmónica de Nueva York.