CIUDAD PERDIDA
Habemus Peje
Reventaron mitos y marcas de asistencia
Muñoz Ledo y la memoria del pueblo
HABEMUS PEJE. Y con eso decían todo. Fue el domingo 24 de abril, hace apenas unas horas, y en el Zócalo reventaron los mitos, las marcas de asistencia, pero sobre todo los topes para la imaginación -y para la patarata gubernamental que no se midió en sus cálculos grotescos sobre el número de gente que asistió-, además de rechazar las formas de gobierno de Vicente Fox.
PORFIRIO MUÑOZ LEDO , el tránsfuga de casi todos los partidos políticos del país, tomó el micrófono y la gente del Zócalo lo calló. Sus palabras no se escuchaban. Un ''¡no!'' sostenido mayor ahogaba su voz, que salía por las bocinas colocadas a los cuatro costados de la plaza mayor de México.
LA CARRERA de un político que quiso ser, sin importar ideologías ni colores, porque él quería ser, era sepultada por un solo grito que lo acompañó durante su breve discurso: ''¡no!'', le repitió la gente que aún recuerda que hace apenas cinco años, en el Angel de la Independencia, le levantó la mano a Vicente Fox, que entonces era su aliado. Un mito se destruyó esa mañana.
Y ES QUE la voz del Zócalo retumbaba, porque la multitud que llegaba después de seis kilómetros de marcha en silencio estallaba a su gusto y conciencia en el mitin con el que concluyó la caminata.
POR 5 DE MAYO llegaban los organizados, es decir, los que venían en contingentes bien estructurados, y por 16 de Septiembre caminaban las familias, las parejas, los amigos que sin partido, pero con causa, también buscaban su lugar en la manifestación. La verdad, para que no se manipule, es que si el PRD hubiera acarreado a tanta gente sería el partido más poderoso del país.
LAS CIFRAS bailaban, según quien las emitía, pero todas rebasaban las que la historia marcaba como inmensas. La Agencia Federal de Investigación (AFI), según la radio daba como cierta la cifra de 800 mil personas en la marcha, pero en el templete del mitin se habló de hasta un millón de almas concentradas en el Centro Histórico de la ciudad de México, y luego, con una sonrisa de satisfacción -principalmente por el reporte de saldo blanco-, Joel Ortega, secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, advertía que en esa parte de la capital estaban presentes un millón 200 mil personas; todas las marcas anteriores estaban rotas.
PERO COMO se trataba de marchar en silencio, la gente que no profería consignas ni levantaba cánticos ni lanzaba porras, llevaba sus carteles, la mayoría hechos a mano, con sus propios pensamientos, con su sabio sentir y entender del conflicto político, y por unanimidad condenaban a Fox, sin olvidar que en el enjuague también está el PRI.
LETREROS EN las nalgas, en el lomo de algunos perros, en el pecho o en la frente; cada cual expresó su malestar, su enojo, su condena a un gobierno al que cuando menos calificaron de injusto, pero cuando más, le mentaron la madre.
SIN EMBARGO, el ambiente era festivo, alegre. Broma sobre broma, unos y otros hacían mofa de las acciones de Vega Memuje o cualquier otro funcionario público federal. Ningún títere quedó con cabeza pero, desde luego, después del subprocurador la jocosidad de la gente, si así se le puede llamar, hizo blanco en Marta Sahagún.
PERO NO obstante la advertencia, la petición para que el gobierno federal no siguiera haciendo el ridículo, cuando aún llegaban algunos contingentes al Zócalo, la radio trasmitía un escueto boletín de la Secretaría de Seguridad Pública federal, que aseguraba que en la marcha del silencio apenas se habían juntado 120 mil personas. La noticia causó un carcajada envuelta en coraje y comentario de colofón: ''Estos no saben gobernar, ¡pero tampoco saben contar!''