Usted está aquí: miércoles 27 de abril de 2005 Opinión Caballo de Troya

Alejandro Nadal

Caballo de Troya

La guerra de Troya ya tenía más de diez años cuando el campeón de los griegos, Aquiles, cae mortalmente herido en combate. El desaliento de los griegos es profundo. Desmoralizados, sólo esperan una señal para regresar a casa.

En una caminata Odiseo observa una paloma perseguida por un halcón. La paloma se refugia en una grieta y el halcón vuela en círculos. La paloma vigila desde su precario refugio. El halcón finge retirarse y se esconde fuera de la mirada de la paloma, quien poco a poco asoma la cabeza para cerciorarse de que el cazador desistió. Después de largo rato, confiada emprende el regreso al nido. El halcón sale del escondite y culmina la cacería. Odiseo entiende y nace la estratagema del caballo de Troya.

Como el halcón, los griegos fingen la retirada; queman los restos del campamento y se llevan la flota a la isla de Ténedos, dejando atrás un enorme caballo de madera en cuyo interior se esconden cien guerreros. Un informante completa el engaño: cuenta a los troyanos lo que quieren oír, que los griegos se retiraron y el caballo es una ofrenda para Atenea. Los troyanos caen en la trampa e introducen el enorme caballo a la ciudad.

El domingo lo mejor de la marcha fue el enorme caballo de Troya construido con huacales. Empujado por los artistas y el pueblo, fue dejado frente a la puerta principal de Palacio Nacional como símbolo. La idea original fue de Susana Cato, escritora y guionista. La construcción estuvo a cargo del escultor Rolando de la Rosa. La inteligencia y talento artístico de ambos debe marcar la forma de hacer manifestaciones en el futuro. Su obra interroga y advierte al poder con símbolos e ideas más fuertes que el imperio.

La historia del caballo de Troya no figura en La Iliada. Se alude al ardid en el Canto IV de La Odisea y los detalles los cuenta Virgilio en La Eneida. Así, el caballo de huacales explota un mito que tiene más de tres mil años trabajando y produciendo significados. La escultura todavía estaba frente a Palacio Nacional el domingo a las siete de la noche, cuando ya todos habían abandonado la plaza de la Constitución. Es como si el mar de gente lo hubiera llevado a la orilla del poder con varios significados.

El primero es que los mismos troyanos metieron a AMLO a Los Pinos. El presidente Vicente Fox, el secretario de Gobernación y el procurador general de la república pueden ufanarse de haber introducido a López Obrador a la antesala de la Presidencia. La manipulación, el servilismo y la fabricación ilegal rompieron las paredes de la ciudadela del poder para introducir un AMLO gigantesco al interior del original caballo de madera. Contra la advertencia de Laocoonte y de Casandra, los mismos troyanos lo metieron.

"Ya ganamos", dijo alguien cuando se colocaba el caballo de madera frente al Palacio Nacional. No tan rápido. Pues hay un segundo caballo de Troya; está afuera del campamento de Andrés Manuel López Obrador. En su interior están agazapados los traidores y operadores de siempre, las rémoras de la política, una lista larga de personajes que quieren entrar al campamento de López Obrador. Los corruptos, oportunistas, los arquitectos de los "pactos de la nación", los que siempre vivieron en los intersticios del poder y están dispuestos a "negociar" todo. Los que sostienen que hay que "aprovechar la globalización en lugar de padecerla". Su dizque análisis es una farsa, un engaño para el pueblo. ¿Ya introdujo López Obrador este caballo de madera preñado de oportunistas en su campamento?

Los "Postulados para un proyecto alternativo de nación" indicarían que eso efectivamente ya sucedió. Los "postulados" son un embrollo de lugares comunes, producto de un deficiente análisis del momento por el que atraviesa México y el mundo. Quizás todavía hay tiempo para destruir ese segundo caballo de madera, escuchar otras voces y leer bien las señales.

Según una versión, Homero significa "rehén"; el nombre vendría de una sociedad de poetas llamados los Hom?ridai, que significa "hijos de rehenes", descendientes de prisioneros de guerra. Por dudarse de su lealtad, estos hombres no eran enviados a la guerra y sólo se les confiaba la tarea de recitar la poesía épica para recordar viejas hazañas. Pero seguían siendo rehenes.

¿Será López Obrador el rehén de los oportunistas de siempre? Entonces se necesita introducir un tercer caballo de Troya, el del lenguaje de Joyce que continúa la historia de Ulises. Sería el del lenguaje que permite introducir en la mente el regalo de la subversión. El vehículo que comprime todos los días de la historia en un solo día de la vida de cualquiera de nosotros, el Bloomsday, que significaría también el día del florecimiento, de la toma de conciencia. El lenguaje antimecánico de este caballo de Troya permite escoger la verdad por encima del hábito de los lugares comunes, elegir la conciencia sobre el papel en la historia en lugar de la ceguera complaciente de los oportunistas.

 
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