Fox, el estadista
No había complot. No era el representante de la derecha. La marcha del 24 de abril permitió a Vicente Fox adquirir su verdadero estatus de estadista, un rango más allá de la simple Presidencia: el que portan los que se dirigen hacia la historia y, en este caso, llevando de la mano a Andrés Manuel López Obrador.
Es un caso excepcional en el mundo actual, de grandes esfuerzos y protagonismos de la sociedad civil mexicana, penetrando el Olimpo de la clase política para defender a los dioses buenos de los dioses malos. Extraño triunfo en tiempos de cuestionamiento a los políticos, pues por primera vez la sociedad civil luchó y triunfó en la defensa de uno de los derechos más exclusivos de la cuestionada clase política: el fuero.
Gracias a la sociedad civil que no lucha por el poder, hoy la clase política mexicana renovó su derecho a no ser cuestionada, y si en algún momento fueron recordados como casos injustos el Pemexgate y los Amigos de Fox, hoy todos, tirios y troyanos, son intocables, pues la decisión de Fox, de manera clara, exoneró y amnistió a todos, gracias al 24 de abril.
La estatura de Fox ha revelado de manera fascinante lo que es un hombre bueno cuando se libera de quienes lo han enredado. México demuestra que se puede llegar al mismo punto por caminos extremos y opuestos, pues tanto los defensores del desafuero como quienes lo repudiaban decían que era por la gobernabilidad. Al final: más derechos a la clase política, reformas con nombres, como aquéllas al artículo 82 en tiempos de Hank, quien todo lo tenía, pero no podía. Madero fue exorcizado y por fin ha triunfado, pues el designio no se repitió y su alma puede descansar en paz.
La grandeza de la movilización, sin embargo, no fue grande en memoria, pues calló a chiflidos a Porfirio Muñoz Ledo, pero olvidó el papel de Manuel Camacho, las imágenes de la usurpación cuando Socorro Díaz colocó la banda presidencial a Carlos Salinas, los gritos de júbilo de Leonel Cota por el aumento al IVA y los insultos de Ricardo Monreal contra el PRD en la instalación de la 57 Legislatura.
Porfirio, preso de una vanidad ancestral que opaca su inteligencia, no percibió que lo untaron de carne fresca para tirarlo a los leones y decir a los verdaderos interlocutores de López Obrador, a los señores beneficiarios de la globalización, un mensaje claro: el 88 ha muerto. Nada queda de su programa y hoy los pobres tienen esperanzas en la globalización. Mis direccionales señalan a la izquierda, pero doy vuelta a la derecha. Yo soy el partido (al noveno congreso, convocado para vitorearlo y convertirlo en candidato único, ni siquiera fue; bastó Leonel Cota en su representación), el movimiento, la esperanza que convoca y manda a su casa. ¿Acaso los poderes de facto no es a mí a quien necesitan como presidente?
El triunfo de la clase política es innegable. El Olimpo se ha fortalecido y se ha blindado del gran vacío ante la indefinición de rumbo (que Adolfo Gilly ve como virtud) y la expectativa de la masa.
Un nuevo presidencialismo ha nacido como aquel que los primeros de septiembre anunciaba los aumentos salariales y convertía la lucha de clases en muestras de agradecimiento. Todo esto sucede mientras el líder ha hecho todo, mientras las masas sólo han tenido que creer en él.
¿Hubiera dado su brazo a torcer Fox, el estadista, si la insurrección hubiese sido por el derecho al trabajo? ¿La prensa internacional estaría tan definida si la disputa hubiese sido por el derecho a la libre expresión de las ideas y la demanda hubiera sido por el control social de las concesiones de radio y televisión a favor de la sociedad civil?
El rango de estadista de Fox debería generar preocupación, como el mar que se retira antes del tsunami: viene la respuesta y sus réplicas en forma de inseguridad tras el retiro del Ejército de la PGR; viene la exacerbación de los problemas del Distrito Federal luego de la caída de los ingresos, las próximas declaraciones de Ponce sobre las licitaciones y un aumento considerable de soberbia y sectarismo. ¿Cómo votarán los 360 diputados las reformas al Código Penal y Electoral que propuso el PRD y ahora ha hecho suyas Fox para que Andrés Manuel López Obrador sea candidato? El PRI debe pagar la factura, pues al final la disputa es neopriísta: Salinas vs. Zedillo.
Por último, en estos días hemos recordado a Samuel del Villar en las pantallas de Tv Azteca. ¿Qué pensaría luego de ver a Lilly Téllez, pistolera de Ricardo Salinas Pliego, quien hoy acusa de la misma manera que lo responsabilizó de ser el autor de un supuesto atentado contra ella? ¿Qué pensaría de verlos ahora en lucha contra el Fobaproa, luego del papel siniestro que jugaron en torno al caso Stanley y de la compra respaldada con préstamos de Raúl Salinas, que aún no pagan?
Presenciamos la descomposición del país; no hay transición... o es una de las peores del mundo. Cuidado.