Usted está aquí: viernes 6 de mayo de 2005 Opinión MUSICA

MUSICA

Patricia Peñaloza

Chemical Brothers en el WTC

EL SUELO DEL Salón Mexica, en el segundo piso del World Trade Center, no sólo se cimbraba de tanto brinco, sino que ponía a rebotar sin que uno quisiera; mas por ello nadie parecía aterrarse la noche del martes, cuando Tom Rowlands y Ed Simmons, The Chemical Brothers, sudaron la gota gorda por animar a unos dos mil asistentes que tardaron en "hacer química" con ellos, pero que al final se rindieron al trance electrónico del dúo inglés, cuyo espectáculo de luces y proyecciones fue notable, pero menor al ofrecido en 2002, signo-reflejo de que sus días de gloria van de salida.

A LAS 21:40 horas, con sólo la mitad del recinto ocupada (quizá por la escasa promoción y el alto precio), los quimicarnales aparecieron relajados, lanzando saludos sobre un modesto tinglado. Con un volumen bajo, en proporción con el amplísimo salón, se arrancaron con el hit Hey boy, hey girl, que debió hacer desmayar al respetable, pero eso no ocurrió. El volumen y la definición sónica fueron tomando lugar, aunque nunca "reventaron" macizo.

FUE HASTA LOS 30 minutos, de un concierto de dos horas, que la audiencia entró al remolino sensorial que genera el big beat de este dueto electrónico formado en Manchester en 1995, lejano a los beats irresolubles del punchis, cercano al rock en estructuras, y único en personalidad: tarolas aplastantes y "torrentes" de sonido provenientes de teclados y programaciones análogo-digitales.

SI BIEN LAS condiciones del lugar eran superiores a las del Toreo de Cuatro Caminos, el ambiente se sentía forzado, quizá porque la electrónica raver ya dio de sí, porque ya muchos rayaban en los 30, o porque les tardaba en "prender" la tacha. Acaso quienes pueden pagar 600 pesos no se divierten tanto como los que pueden pagar menos.

MIENTRAS LA ALQUIMIA hacía efecto, sonaron The big jump y la gloriosa Galvanize, que extrañamente tampoco desvieló sentidos, mas sus fantásticas animaciones con aviones, misiles y puños que salen de las chimeneas, llamaron la atención; lo mismo ocurrió con su juego de rayos lasser, que formaba un "techo" como de agua sobre las cabezas y creaba fabulosos efectos sobre el humo del cigarro y las estructuras del salón.

A MANERA DE encuentro sexual, el ánimo del público y los temas musicales se fueron por fin entretejiendo: el coqueteo comenzó con Music:response y el humor se calentó con Block rockin' beats; vino la insinuación erótica con Come inside, el faje violento con las clásicas Under the influence e It doesn't matter, para llegar al clímax con Out of control. Las caricias y miraditas de amor posteriores vinieron con la amable Star guitar, sicodélica y creadora de colores electroacústicos, sobre proyecciones de flores sin fin. El amor había renacido. El público estaba ya en su bolsa.

POCOS PERO FIELES, los seguidores se fueron satisfechos, mientras los Chemical se retiran con dignidad, tras dar todo y más, a sabiendas de que sus días están contados.

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