Explotación, despojo, desigualdad
La desigualdad, característica de la relación entre grupos dominantes y clases subalternas, ha existido bajo formas diversas en todas las sociedades conocidas por la historia. Contra ella o contra algunas de sus formas se han alzado una y otra vez rebeliones y revoluciones. La igualdad es un largo camino, no una utopía instantánea. Esa aspiración igualitaria la resumió la Gran Revolución Francesa de 1789 en su divisa: Libertad, igualdad, fraternidad. La izquierda socialista ha heredado y preservado como propia esa divisa, subrayando en ella el término fraternidad, que los herederos liberales de la revolución relegan o desaparecen.
No tengo, pues, diferencia con José Blanco ("Desigualdad vs explotación", La Jornada, 3/05/ 2005) en cuanto a la necesidad de combatir la desigualdad. No es ése, para mí, el punto en debate en su respuesta a mi artículo ''Reflexiones sobre un domingo de sol en la ciudad'' (La Jornada, 30/04/ 2005).
La diferencia reside en el cómo, en el quién y en el para qué (es decir, en los medios, en el sujeto y en los fines). Trataré de ser claro, para no excluir a nadie interesado en esta discusión, y trataré también de mantenerla en el terreno teórico en el cual la ha ubicado José Blanco y en la modalidad de su escrito, tan olvidada, de discutir ideas sin sarcasmos ni descalificaciones.
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En las sociedades anteriores a la dominación del capital esa desigualdad estaba establecida, a través de la ley y la costumbre, en las jerarquías que configuraban el orden dominante (y como tal subsiste, por ejemplo, en los muy capitalistas reinos europeos o en el sistema de castas de la India capitalista). En las repúblicas como Francia, Estados Unidos, Italia, México, Brasil o Bolivia, la igualdad jurídica de todos los ciudadanos y ciudadanas forma hoy parte de los fundamentos del orden constitucional (aunque después resulte, en la práctica, que unos tienen piel blanca y otros no, y que unos son hombres y otras son mujeres, pero ése es otro tema).
La desigualdad que José Blanco propone entonces combatir en nuestra república no es jurídica, sino social. Reside en la fabulosa concentración de la riqueza y de los ingresos en un polo de la sociedad, los dueños de la propiedad y de los conocimientos. Y nadie, que yo sepa, propone abolirla de un día para otro, idea sin sentido en una sociedad que por definición e historia es socialmente desigual, sino simplemente, ahora, disminuirla con mayor o menor radicalidad.
En su artículo, José Blanco dice cómo y para qué propone el combate a la desigualdad en este México de hoy:
''Plantear la lucha contra la desigualdad es visualizar la gradualidad de un desarrollo social que deje un espacio social y político a las decisiones sobre la inversión necesaria para detonar las fuerzas dinámicas del desarrollo capitalista, espacio donde cabe plantearse una sociedad que un día pueda eliminar la explotación.''
Considera, en cambio, que plantear hoy una lucha contra la explotación "equivale a proponer una vía revolucionaria o política directa a una sociedad comunista desarrollada". No entiendo en qué fundamenta esta deducción, pues la lucha contra la explotación aparece en toda la historia de la moderna izquierda. Desde Marx y Engels en su Manifiesto de 1848, hasta el peruano José Carlos Mariátegui en sus escritos de los años 20 y el general mexicano Lázaro Cárdenas en su testamento político de 1970, para no abundar en más ejemplos, utilizan este concepto sin por ello proponer "una vía [...] directa a una sociedad comunista desarrollada". Los contenidos de los conceptos tienen su historia. No parece prudente hacerla a un lado sin más ni más.
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Una ventaja que el texto de José Blanco presenta para facilitar la discusión es que ambos partimos del reconocimiento de la validez teórica de los razonamientos de Marx en El capital sobre conceptos como valor, plusvalor y explotación. Según esta teoría, que Blanco retoma, el plusvalor es la parte del producto del proceso de trabajo que excede a la suma salarial y que, conforme a las leyes del intercambio mercantil, el capitalista se apropia después de haber pagado el salario convenido (es decir, el precio de la fuerza de trabajo que adquirió).
Ese plusvalor (o valor que excede a la suma del salario indispensable para reproducir la fuerza laboral, el trabajador y su familia) es una de las dos fuentes de la acumulación y la reproducción ampliada del capital en manos de los capitalistas. La otra fue, y sigue siendo, el despojo de los bienes y el patrimonio comunes de la sociedad y de sus comunidades varias (tierras, bosques, aguas, subsuelo, caminos, espacios públicos, biodiversidad: los territorios del despojo y la privatización son interminables, y antes que agotarse, van extendiéndose con la subordinación de la ciencia al capital).
En su artículo, José Blanco asume explícitamente aquella conceptualización del valor y el plusvalor (o tiempo de trabajo necesario y plustrabajo, en una terminología paralela); y al efecto, incluye esta cita de Marx: " 'la tasa de plusvalor es la expresión exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital o del obrero por el capitalista' (El capital, tomo I. Volumen 1. Siglo XXI Editores: México, 1975. pp. 261 y 262)''.
Según este mismo razonamiento ese plusvalor, agrega Marx, es "nada más que plustrabajo objetivado" que en la sociedad moderna se apropia el capitalista. A esta apropiación, legitimada por las leyes del intercambio mercantil, Marx la denomina explotación.
Ahora bien, la apropiación del plustrabajo por la clase o la casta o la elite que detenta el control de los medios de producción (incluido el control de las armas y del conocimiento) está presente bajo una u otra forma en todas las sociedades conocidas: "Es sólo la forma en que se expolia ese plustrabajo al productor directo, al trabajador, lo que distingue las formaciones económico-sociales, por ejemplo la sociedad esclavista de la que se funda en el trabajo asalariado'' (Karl Marx, ibídem, p. 261). En esta última sociedad, la sociedad capitalista, a esa forma Marx la denomina plusvalor, cuya tasa en cada momento dado "es la medida exacta del grado de explotación". Para el capital, el plustrabajo y el proceso de extraerlo y apropiarlo, la explotación, son la savia nutricia y el sentido de la vida.
En torno a la explotación tiene lugar, bajo diversas formas materiales y simbólicas, la lucha entre las clases en la sociedad capitalista, así como en otras sociedades giraba en torno al tributo o al impuesto. Disolver la explotación propia de la sociedad moderna en la desigualdad en general es disolver el sujeto de esa lucha, los productores directos y su organización independiente, y trasladarlo al Estado, es decir, a una disputa político-electoral sobre cuáles deberían ser las políticas públicas. Aun siendo esta última cuestión importante, en la concepción socialista del sujeto sus resultados están subordinados a la organización de la fuerza social contra la explotación, antes que a la discusión dentro de las instituciones. La organización y las luchas de las clases subalternas encontraron en su tiempo un resultado y una respuesta en las políticas estatales de Cárdenas o de Roosevelt, y no al revés, como bien lo registraron en su tiempo, entre otros, Irving Howe y Frank Tannenbaum.