Espejismo económico
El desaguisado del desafuero no descarriló la economía. Por ahora la tensión política no provocó acciones especulativas que afectaran las llamadas variables clave, sobre todo al tipo de cambio del peso frente al dólar. Esto no significa que las condiciones económicas sean completamente favorables. Siguen presentes los factores de vulnerabilidad sobre la capacidad de crecimiento y la estabilidad financiera, incluso a corto plazo.
La producción aumentó en cada uno de los cuatro trimestres del año pasado y en conjunto creció 4.4 por ciento. Pero el producto industrial, que incluye a las manufacturas que representan la mayor parte de las exportaciones, se desaceleró en el último trimestre y continúa esa tendencia en el primero de este año. Así, la expectativa de crecimiento del producto total anunciada recientemente por Hacienda para ese mismo periodo es de 3 por ciento. El Banco de México, más precavido, dio una cifra genérica menor a 4 por ciento; el dato oficial lo dará el INEGI el 17 de este mes.
Las condiciones del mercado interno indican que el consumo privado ha repuntado y en el último trimestre de 2004 creció a una tasa de 7 por ciento. Lo mismo ocurrió con la inversión privada, con un registro de 12.6 por ciento en el mismo periodo, aunque no debe perderse de vista que la base de ese aumento es muy baja.
La dinámica del consumo y de la inversión está estrechamente asociada con cuestiones externas. Primero la expansión de la economía de Estados Unidos luego de la desaceleración que llegó hasta 2003 y que representó la renovación de la demanda de productos hechos en México. Luego, las grandes remesas de los trabajadores en aquel país que el año pasado superaron 16 mil millones de dólares y que siguen aumentando, pues entre enero y marzo fueron de poco más de 4 mil millones, 20 por ciento mayores que en el mismo lapso de 2004. A eso hay que añadir el efecto favorable para el conjunto de la economía de los altos precios del petróleo que han representado ingresos extraordinarios para el fisco. Paradójicamente, esto sucede al mismo tiempo que Pemex se vuelve una empresa más frágil e inviable.
El comportamiento de la economía mexicana es sumamente dependiente del exterior y ahí exhibe su debilidad estructural que no ha sido superada mediante la apertura ni las distintas reformas que se han aplicado. Eso es lo que hace insuficiente la capacidad de crecer sostenidamente, de crear los empleos necesarios y de elevar la competitividad en los mercados mundiales. Los efectos positivos de la integración en Norteamérica se contraen y se enfrenta una creciente competencia de otros países en las exportaciones y la captación de inversión extranjera.
El presidente Fox y los funcionarios de Hacienda, así como el banco central están demasiado complacidos con la relativa estabilidad financiera, sin admitir que no se corresponde con las necesidades de expansión para utilizar de modo más completo y eficiente los recursos disponibles, en especial a la fuerza de trabajo. Las remesas tienen hoy un papel tan relevante porque esos mexicanos, 2 millones en los últimos cinco años, fueron expulsados de la economía, lo que hace incluso que el mercado laboral interno se mantenga en un trance entre la frágil formalidad y una cada vez más grande informalidad.
La dualidad en la que se ha asentado la economía mexicana en los años recientes se vuelve a mostrar en un indicador que, como se sabe, puede ser muy perverso: la fortaleza del peso. El súper peso es un héroe de ficción y vida efímera. La semana pasada el dólar se compró muy barato, al menudeo podía conseguirse a 11 pesos.
El súper peso no es señal de fortaleza económica. El Banco de México cuenta con abundantes reservas, del orden de 60 mil millones de dólares, y hasta hace subastas para alimentar el mercado de cambios. Esos recursos, más los que provienen de la venta del petróleo y de las remesas, aflojan la presión sobre el tipo de cambio. Pero las tasas de interés han rebasado el nivel de 10 por ciento anual en los Cetes con vencimiento a seis meses. Con ello se ofrece un premio para que los ahorros se mantengan en pesos, premio que tiene que ser cada vez mayor mientras suben las tasas en Estados Unidos.
Así, la inflación se contiene por el lado del precio de las importaciones, pero la apreciación del peso no favorece las exportaciones de las empresas nacionales. En fin, la estabilidad financiera es relativa, pues no se sustenta en la única condición que puede hacerla duradera y benéfica para el crecimiento del producto, la mayor generación de riqueza y de empleo, esa condición es la productividad y la eficiencia del conjunto del sistema económico.
La situación del país y las próximas elecciones exigen la fijación de un programa económico con criterios políticos y técnicos consistentes con los objetivos de crecimiento y equidad. No hay cabida para más de lo mismo; tampoco para espejismos que provoquen más vulnerabilidad a la base productiva y a la sociedad.