Usted está aquí: lunes 9 de mayo de 2005 Cultura Animales interiores

Hermann Bellinghausen

Animales interiores

1. HORMIGAS

Tu reino de hormigas

me entró por un oído

y me devoró por dentro.

Limpio.

Lamido.

Lo que se dice

hueco.

Los regimientos de hormigas

se retiran por donde entraron.

Bien formaditas

de una en fondo.

Les tomaron su tiempo

los huesos largos

y algunas vísceras

particularmente correosas.

El resto fue

pan comido.

Unico músculo que les interesó:

el cardiaco, y tuvieron

que llevárselo completo.

Tendones y membranas sinoviales

quedaron para cáscara de momia.

Eficaces azadón

tenazas coa

zapapico

y zapapala.

Tu reino de hormigas

ya ves cómo trabaja.

2. RANAS

En la selva se abre un claro accidental

de piedra amontonada

vestigios peldaños de una pirámide

abandonada al furor de los siglos

y desde entonces abrazada de raíces

y encima ceibas y huarumos.

Aquí gobierna el reino vegetal en su conjunto

y solamente. Abandona pues viajante

cualquier vana pretensión. Eres nada.

Algo le ocurre a la luz,

que se desquicia. Olvida los colores normales.

El bosque se vuelve naranja y rojo

y el suelo rosa. Hay nubes moradas negras

y cegadoramente blancas.

Una hoguera espontánea

se ilumina en una combustión

frugal e ilusoria,

rápida brasa, enseguida ceniza,

detritus a merced de la húmeda constancia

del trópico y sus cosas.

Una sombra compacta, monolito,

que bien pudiera contener una estela

pisoteada por el musgo

y las bromelias

delata la proximidad de la noche

y dando un grito

el bosque meridional se enciende:

una luz que no es fuego

una luz de vidrio quebrado

en el caleidoscopio de los niños.

Canicas, grisalla traslúcida,

vestigios de botellas, ventanas,

jarras de vino

y por dejar

un colibrí de plástico,

una luz de muchas voces

venidas de siglos cuando

estos lugares eran santos

o algo parecido

y venía gente y les rezaba

y les bailaba encima

y se desvestía sin darse cuenta,

una luz frugal que reverbera

en plena fuga

se deja tragar por la oscurana

en una risa que eslabona

los colores de su canto

para el sol mañana

por la mañana.

Amparado en la penumbra

el reino vegetal recobra el imperio

y a callar todos menos

las cigarras y las ranas.

Hasta el jaguar, tímido, se guarda.

3. LOBOS

Languidecen sin dormir

en los huesos profanados

de la víctima reciente.

Eructos. Bostezos.

Ebrios de carne

los lobos muestran

la debilidad del cazador ahíto

pasajeramente somniforme.

El tormento es el insomnio

y el vacío existencial que deja

la necesidad cumplida

hasta el hartazgo.

Los lobos rondan la mina de carbón

para una siesta. No se atreven.

Nada les indica que la mina

esté vacía.

Los lobos se largan a regañadientes

cuando sale un indio echando tiros

desde un ranchito.

Nerviosos los borregos.

Los lobos,

idos.

 
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