Animales interiores
1. HORMIGAS
Tu reino de hormigas
me entró por un oído
y me devoró por dentro.
Limpio.
Lamido.
Lo que se dice
hueco.
Los regimientos de hormigas
se retiran por donde entraron.
Bien formaditas
de una en fondo.
Les tomaron su tiempo
los huesos largos
y algunas vísceras
particularmente correosas.
El resto fue
pan comido.
Unico músculo que les interesó:
el cardiaco, y tuvieron
que llevárselo completo.
Tendones y membranas sinoviales
quedaron para cáscara de momia.
Eficaces azadón
tenazas coa
zapapico
y zapapala.
Tu reino de hormigas
ya ves cómo trabaja.
2. RANAS
En la selva se abre un claro accidental
de piedra amontonada
vestigios peldaños de una pirámide
abandonada al furor de los siglos
y desde entonces abrazada de raíces
y encima ceibas y huarumos.
Aquí gobierna el reino vegetal en su conjunto
y solamente. Abandona pues viajante
cualquier vana pretensión. Eres nada.
Algo le ocurre a la luz,
que se desquicia. Olvida los colores normales.
El bosque se vuelve naranja y rojo
y el suelo rosa. Hay nubes moradas negras
y cegadoramente blancas.
Una hoguera espontánea
se ilumina en una combustión
frugal e ilusoria,
rápida brasa, enseguida ceniza,
detritus a merced de la húmeda constancia
del trópico y sus cosas.
Una sombra compacta, monolito,
que bien pudiera contener una estela
pisoteada por el musgo
y las bromelias
delata la proximidad de la noche
y dando un grito
el bosque meridional se enciende:
una luz que no es fuego
una luz de vidrio quebrado
en el caleidoscopio de los niños.
Canicas, grisalla traslúcida,
vestigios de botellas, ventanas,
jarras de vino
y por dejar
un colibrí de plástico,
una luz de muchas voces
venidas de siglos cuando
estos lugares eran santos
o algo parecido
y venía gente y les rezaba
y les bailaba encima
y se desvestía sin darse cuenta,
una luz frugal que reverbera
en plena fuga
se deja tragar por la oscurana
en una risa que eslabona
los colores de su canto
para el sol mañana
por la mañana.
Amparado en la penumbra
el reino vegetal recobra el imperio
y a callar todos menos
las cigarras y las ranas.
Hasta el jaguar, tímido, se guarda.
3. LOBOS
Languidecen sin dormir
en los huesos profanados
de la víctima reciente.
Eructos. Bostezos.
Ebrios de carne
los lobos muestran
la debilidad del cazador ahíto
pasajeramente somniforme.
El tormento es el insomnio
y el vacío existencial que deja
la necesidad cumplida
hasta el hartazgo.
Los lobos rondan la mina de carbón
para una siesta. No se atreven.
Nada les indica que la mina
esté vacía.
Los lobos se largan a regañadientes
cuando sale un indio echando tiros
desde un ranchito.
Nerviosos los borregos.
Los lobos,
idos.