Usted está aquí: lunes 9 de mayo de 2005 Deportes Miguel Armillita

José Cueli

Miguel Armillita

Fue Miguel Armillita... ¡Una pena el iniciar esta crónica así! Pues el gran torero que conoció los secretos del arte de torear se despidió de los ruedos en su natal Aguascalientes, el domingo pasado. Armillita se cortó la coleta de matador de toros. Sus perfiles fueron tan rotundos como sus indecisiones, que le impidieron ser un torero de época. Perfiles que se deshicieron en la infinita tiniebla de las cosas idas.

De esos perfiles subsisten sus grandes faenas en la Plaza México y otra en la Monumental de las Ventas en Madrid. Pero lo tangible de su verdad torera, se hacía sombra en las dudas. Lo palpitante se mudaba al recuerdo. De su magnificencia, de cuanto significó, de esos empeños en mantener la tradición de una familia torera, de hacer valer la herencia paterna, de esa excitación que se expresaba en sus pulsos toreros, quedarán en la mente. Esos momentos de emoción; los pases naturales con la muleta adelantada, trayéndose muy toreados a los otros y cargando la suerte y rematados detrás de la cadera.

Uno de esos momentos de intensa emoción torera fue en una de sus primeras actuaciones en la México, en que a un "barrabás", cornalón, remiso, mirón, que se fue a refugiar a la zona de toriles, le echó la muleta a la cara, lo embarcó y le zumbo tres pases naturales de antología, que lo llevaron al primer plano de la torería ¡Qué momento torero! por su valor y torería. El aire flotaba en el aire con una brisa de campo bravo.

En lo alto de los campesinos de Aguascalientes, las campanas, movidas por las manos invisibles del clan Armillita, doblaban para despedir al torero en medio de un rumor que se apaciguaba lentamente. Con Miguel se va la última etapa del torero en México, y no se ven los relevos.

 
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