Toros de Los Encinos deslucidos y con peligro en la sexta de La Florecita
Triunfan los empresarios Acha y Quintana y el banderillero Angelino
Lizardo, al tercio; Jorge López, herido en la cabeza; Cúchares y Atanasio, vuelta
Ampliar la imagen El banderillero Gerardo Angelino, verdadera revelaci�e la temporada FOTO Rafael S�hez de Icaza
Cuando del tendido de la plaza La Florcita, llena a reventar, se desgranó el mediodía de ayer una espontánea, convencida y prolongada ovación para los promotores Dick Acha y Carlos Quintana, que en el centro del ruedo agradecían emocionados aquella muestra de reconocimiento a sus esfuerzos de cuatro años consecutivos, alguien comentó: "Es lo que la pareja de la Plaza México nunca podrá escuchar, por más aplaudidores que pague".
Y sí, tal vez muchas pifias se les podrían perdonar a los intocables autorregulados de Mixcoac, excepto su necedad de anunciar y cobrar por corridas de toros que difícilmente son de novillos. Contumaces en el fraude y autocomplacidos en su impunidad, el desprecio de la afición a su pobre oferta de espectáculo taurino confirma su falta de profesionalismo.
Vueltos a una realidad taurina más edificante, la de ayer en principio se anunció como la corrida de triunfadores luego de cinco festejos en los que prevaleció, como en las tres temporadas precedentes, el respeto inexcusable por el toro con edad y trapío.
Enseguida se lidiaron cinco ejemplares de la ganadería queretana de Los Encinos, con encaste español Santa Coloma, propiedad de Eduardo Martínez Urquidi, bien presentados -luego de tanta estafa en nuestras plazas, lo que es obligación se ha convertido en virtud-, que cumplieron en varas pero llegaron a la muleta con poca fuerza, soseando y, salvo el tercero, escasa transmisión.
Más adelante cuatro diestros que apenas si torean hicieron cuanto pudieron por llevarse el automóvil en disputa. Y por último, tras los magros resultados artísticos del festejo, excepto en banderillas, se anunció por el sonido local que como "la prensa especializada" había declarado un empate entre dos de los alternantes, el próximo domingo se efectuaría otra corrida de triunfadores.
Abrió plaza Sultán, con 525 kilos, negro bragado y cómodo de cabeza, que tomó una vara sin recargar y al que en los medios Manolo Lizardo había veroniqueado con temple para luego quitar por faroles con el capote recogido. Inició con un péndulo y siguió con templados derechazos a uno claro y con recorrido pero deslucido por el izquierdo, que pronto se apagó. Tras un pinchazo arriba y estocada delantera y caída, al juez Jorge Ramos se le ocurrió ordenar arrastre lento a los despojos de la res, con lo que ambos se llevaron sonora y merecida rechifla, mientras Lizardo saludaba en el tercio.
Dejaron sendos buenos pares Christian Sánchez y Gerardo Angelino, quien además habría de saludar en el tercio en el tercer y cuarto novillos por espectaculares, torerísimos y expuestos pares, sobre todo el último, de poder a poder, en la mejor tradición rehiletera mexicana, por el que fue largamente ovacionado con el público puesto de pie. "A él le deberían dar el coche", señaló acertadamente alguien.
Jeque (490 kilos), cárdeno oscuro, con un par de pitones, alegre y pronto, correspondió a Jorge López, segundo espada, que permitió a Angel Martín González Lupillo desmonterarse tras comprometido par. Tras doblarse toreramente y constatar que el lado bueno del burel era el izquierdo consiguió varios naturales en los que prevaleció el mando. Por extrañas razones Jorge volvió a insistir por el derecho, resultando cogido y con un fuerte golpe en la cabeza que le impidió seguir en el ruedo. Con una venda en la testa salió para enfrentar a uno de regalo, Zar, con 520 kilos, cárdeno entrepelado y bien puesto, gazapón y probón, que comprobó el potencial lidiador de López. Mató mal y nadie le agradeció su hombrada.
A Jorge Benavides Cúchares le correspondió Emir (515 kilos), muy bien armado, cárdeno claro, caribello y coletero, fino de lámina, que recargó en un puyazo luego de unas verónicas con sabor y unas chicuelinas ceñidísimas. Con más valor que recursos, ligó meritorias tandas por ambos lados, empañados con desafortunado chalecazo y dos descabellos, lo que no impidió que diese una vuelta.
El mayor mérito de Atanasio Velázquez no es haber enfrentado a Faraón (555 kilos), el más hecho del encierro, deslucido y con peligro sordo, al que se pasó por la faja repetidas veces antes de dejar una estocada baja y tendida, sino el hecho de padecer amnesia con respecto al cornadón que sufriera hace un mes en esa misma plaza. Fue aplaudido al recorrer el anillo. Ah, si en nuestro país hubiera verdaderos empresarios taurinos...