Partidos desenchufados
No sólo las correas de transmisión entre partidos y sociedad están gastadas o son ya francamente inexistentes, sino que el discurso, y las relaciones de sus dirigentes con los movimientos y aspiraciones de los mexicanos muestran alarmantes síntomas de avanzada crisis. Una ruptura que amenaza su misma prevalencia y, ante la cual, se solicita, se exige atención, tratamiento y reposición por parte de esas elites políticas para que rehagan su conexión con la ciudadanía. Las oportunidades y los peligros que plantea el desarrollo no permiten esperar. La separación se ha ido ahondando a lo largo de, cuando menos, los últimos 25 años. Las ausencias en los momentos críticos de la transición a la que no dieron respuestas o las rindieron a medias. Los frecuentes olvidos de las urgencias colectivas, la sordera ante las aspiraciones pero, sobre todo, el efecto desmovilizador de las propias burocracias que responden a sus particulares fines, han terminado por montar vallas impasables entre la población y los que debían ser sus vehículos de intermediación política. La decisión del presidente Fox de detener la insensata pretensión de restringir los derechos electorales con miras al 2006 ha puesto de manifiesto el desarreglo, la torpeza, la desorientación y la sordera de muchos, de casi todos los dirigentes partidarios del país.
Una queja, en forma de sonoro murmullo, se deja oír en todo el agotado territorio nacional. Las distintas voces expresan los dolores de una sociedad olvidada, ofendida, pero en busca de su propia redención. Una multitud de ciudadanos, de grupos, de conjuntos humanos, dicen, gritan, que están prestos para abrazar el llamado que sientan o hagan suyo. No puede transcurrir más tiempo, el mísero crecimiento económico experimentado a lo largo de esos 25 años apila ya escombros por doquier, y los lamentos, la furia, el trotar de la gente es más que audible. El individuo común, los que sufren penalidades o los que sueñan con mejorías, elevan sus reclamos y es preciso encauzarlos. El espacio para la inconsistencia y la cerrazón partidista se ha terminado. Aquellos o aquella organización o líder que los escuche, recoja y abandere, llegará acompasado al momento actual. Las urnas lo estarán esperando a la vuelta de un corto año.
El PAN agotó su discurso democrático que tanto le atendió el electorado. Sus luchas libertarias se le reconocieron y no son pocos los premios otorgados por ellas. Pero el ejercicio del poder no les ha resultado cómodo y han dilatado, retardado, la llegada del bien público que prometieron. Priorizaron la eficiencia administrativa sobre el cambio en las relaciones sociales y fracasaron en ambas pretensiones. Por eso los sustituyeron en Chihuahua y Nuevo León y van a la cola en preferencias nacionales para el 2006. Sus recientes desplantes leguleyos para sacar al jefe de Gobierno del Distrito Federal de la jugada los hundió en fuertes, tajantes contradicciones que no atinan a reparar. No encuentran causas sustitutas a sus añejas pasiones ciudadanas. Están desconectados de las pulsiones sociales, de las miserias y virtudes de los que podrían ser sus simpatizantes, y sólo se acomodan en busca de posiciones y privilegios. La marcha del domingo 24 de abril fue un puñetazo a la soberbia y la torpeza de sus cuadros dirigentes.
Hace ya muchos años que el PRI no abandera ninguna causa nacional que se vea, o sienta, respaldada por un movimiento de masas. Su tradicional defensa de las mayorías desamparadas cayó en franco desuso y hasta en visibles contradicciones tras años de manoseo con fines electoreros. La tecnocracia que los acompañaba y hasta orientaba y dirigía los llevó por el camino de la injusticia en el reparto de la riqueza. No resguardaron, con el celo debido, los haberes colectivos y quieren entregar, a cualquier postor, hasta lo que define la identidad de los mexicanos. La soberanía del país les parece un estorbo pasado de moda y la independencia puede negociarse con alianzas al por mayor. Sus organismos sectoriales, CNC, CTM, CNOP, son cascarones avejentados llenos de clientelas que los traicionan en las urnas. Mantienen aún cierta base de simpatizantes que van malbaratando con el paso de los días. El voto para desaforar a López Obrador fue moneda de cambio por la candidatura de Roberto Madrazo y ahora tendrán que sustituirlo a él mismo, aunque sus atrincherados seguidores se apalanquen con empresarios (contratistas) afines.
El PRD sigue enredado en las disputas entre sus tribus y no logra otear lo que sucede alrededor. Tienen, los perredistas, el coraje de clase que les viene desde abajo pero lo agotan en la protesta, la riña clientelar y la crítica rasposa. No le encuentran los puntos de apoyo para volverlo un atractivo partidista que toque amplios segmentos de la población, ni lo transforman en fuerza para la acción constructiva. La corriente democratizadora de la izquierda con su pasión por una sociedad igualitaria por la vigencia de una cultura ciudadana activa, así como la búsqueda de independencia, forma un río de oportunidades que aún corre en paralelo pero no la hacen suya. Las causas que conecten a los partidos con los mexicanos están ahí y serán las banderas de los que logren hacerlas suyas.