Narra las desoladoras experiencias de tres jóvenes capitalinos de clase media
1973 es un grito generacional que invita a vivir: Antonino Isordia
"Lo que más asusta de mi cinta es que el espectador puede verse reflejado en ella", expresa
La proyección del documental cerrará hoy el ciclo Panorama del Cine Mexicano en la Cineteca
Ampliar la imagen Fotograma de la opera prima de Isorda, correspondiente al personaje de Alejandro Cota
1973 es la opera prima de Antonino Isordia. Este largometraje documental versa sobre las vidas de tres jóvenes de clase media: Alejandro Cota, quien en 1992 asesinó a su familia y cumple una sentencia de 50 años en la penitenciaria de Santa Martha; María Fernanda Ramos, quien en 2000 cayó de un puente peatonal, y Rodolfo Escogido, quien en 1998 cumplió una sentencia de tres años en la cárcel. Esta cinta cierra hoy el ciclo Panorama del Cine Mexicano: Ayer, hoy y mañana, en la Sala 2 de la Cineteca Nacional a las 19:30 horas, con la presencia del realizador para entablar una sesión de preguntas y respuestas con el público.
El joven Antonino Isordia comenta sobre esta película, que le dio vueltas en su cabeza durante 11 años: "El esquema original era contar tres historias con tres posibilidades de una vida, en este caso la mía, la ciudad me empezó a dar una visión de decadencia; el proyecto surgió como una necesidad de dar un grito generacional, con el hilo conductor de que a partir de 1973 empiezan a funcionar los programas de control natal del Estado. Es un filme que invita a la gente a no equivocarse, a tratar de cuidar su vida con la transitoriedad que ésta representa, que no se vuelve a vivir, digan lo que digan literatos de fantasía".
El director agrega: "Lo que más asusta de mi película es reconocerte en ella. Está articulada de tal manera que parece que los personajes no tienen importancia de entrada. Empiezas a ver una vida que se parece en algunos aspectos a la tuya, hasta que los personajes toman malas decisiones, que terminan en grandes tragedias, que el espectador no esta listo para vivir, sin embargo, entra en la dinámica y la empatía del razonamiento del personaje, y siente que si estuviera en su lugar haría lo mismo, hasta que pasa algo realmente terrible y en ese momento el espectador se siente traicionado, porque siente que pudo ser él y a nadie le gusta que le digan eso.
"La película no es una apología ni una invitación a matar. No estábamos dispuestos a hacer de algo tan grave un acto de heroísmo, con ese fin trabajamos también con Mafer y Rodolfo, pues no queríamos banalizar sus actos."
El director explica que para la historia de Alejandro se reunieron con él en la cárcel. Este es su testimonio: "La mía es una historia de una persona que fue atacada por mucho tiempo y se vio forzado a defenderse. La gente se saca de onda al oírme hablar en ese tono de mi madre, pero la familia es una pantalla y hay excepciones; no se puede hablar bien de algo que no lo era.
"Una chica de derechos humanos me presentó a Antonino. Platicamos y decidí apoyarlo. Quiero contar la historia como pasó, no como dicen que ocurrió. No es para que me vean con compasión; si quieren verme culpable o inocente, por lo menos conozcan la historia por el protagonista.
"La cámara me sirvió de sicólogo. Lo hice por salud mental. Que cada quien se forje una idea y que cada quien se quede con lo que quiera. No es una historia amarillista, es la historia de alguien al límite, que sufre abusos, físicos y emocionales. El hilo terminó rompiéndose por lo más delgado, a pesar de tener el futuro por delante. La vida acá es aburrida y monótona; al llegar, primero te labras un respeto para que nadie se meta contigo; acá me tienen miedo. Mido el tiempo a través de olimpiadas y mundiales."
Mafer, quien una noche de la que ella no guarda precisos recuerdos, subió a un puente peatonal del que cayó de una altura de 11 metros y ahora está en una silla de ruedas, opina sobre su historia en el filme: "En lo personal siento que algo le faltó a mi testimonio, estoy hablando de una cosa y pasan otra y no se entiende.
"Antes de filmar platicamos mucho y a partir de ahí se basaron las preguntas que luego se harían frente a la cámara. Antonino y yo nos conocimos durante la grabación de un programa hace unos siete años y no habíamos vuelto a tener contacto hasta cuando yo estaba en rehabilitación en el hospital Colonia, ocho meses después de mi accidente. Se acercó a mi por medio de mi amiga Sayuri, quien ya me había hablado de él y de su proyecto. Lo escuché y me pareció interesante, era para esa generación nacida en el 73 y por eso me animé, yo no tengo ningún tabú sobre mi vida y siempre he pensado que soy lo que he hecho. Mi historia fuerte no es, tal vez la gente la encuentre algo confusa, creo que depende de cada quien. No sé como me gustaría que reaccionaran a ella, tal vez les impacte, nunca me he puesto a pensar que piensa la gente sobre mi vida."
Historia de un porro
La tercera historia está basada en la vida de un porro, Rodolfo, quien comenta: "Cuando te detienen, lo hacen por nada, por robar una mochila y un reloj, y yo no tenía necesidad de robar, en el tiempo en que nos daba recursos el gobierno teníamos en el bolsillo más que eso y ni éramos de los dirigentes.
"Mucha gente de la ODET (Organizacón Democrática de Estudiantes Técnicos) que trabajó conmigo o con la que sigo trabajando llegamos a esa conclusión de que todo fue fraguado, nos habíamos convertido en una molestia y no porque yo lo crea, sino porque recibimos amenazas de mucha gente, ellos lo llamaban advertencias.
"Una vez un policía judicial me llamó y me dijo: 'Un comandante quiere hablar contigo'. Pensé ya estamos aquí y a ver qué pasa. Me encontré con él y de entrada me dijo: 'Y tú, ¿qué chingados quieres?' Me preguntó qué quería o qué necesitaba. Me dijo que conocía toda mi historia y que si quería me reinscribía en el Politécnico; le contesté que eso a mi no me afectaba, que yo no buscaba una beca, sino que me dejaran en paz. Entonces, en lo que interpreté como una amenaza velada, me soltó que si quería ser héroe. Me recordó que las calles están llenas de nombres de héroes, pero que todos están muertos. 'Nada más comete un error y te voy a chingar', me dijo al último.
"Obviamente cometí el error, pues pasaron muchas cosas, como lo de la maleta de dinero que no aceptamos, que Gobernación nos quería dar. Venía del oficial mayor de gobernación, quien nos mandó un agente que era el director de atención ciudadana de Gobernación, con quien teníamos contacto, en ese entonces en esa secretaría estaba (Francisco) Labastida. Nosotros no aceptamos, pues no queríamos dinero; buscábamos apoyo político para militar dentro y fuera del partido.
"Al mes me hablaron a mi sólo y me dieron cita en un Sanborns, cerca de Gobernación. Llegó un hombre que no se identificó y me dijo que tenían un cheque de 150 mil pesos y un trabajo en Gobernación como informante. Yo le dije que el precio de mi proyecto era de un millón de dólares, porque sabía que no me lo iban a dar. Nos vieron tintes de indisciplina y vivimos un clima de hostigamiento, de teléfonos intervenidos, nos seguían. Vivimos el reto y sabíamos que eso podía pasar."