Las Islas Marías, de cárcel para opositores a rehabilitación en convivencia familiar
Cumple 100 años la prisión sin rejas
Ampliar la imagen Bernardo B�z, procurador capitalino, y Mart�Huerta, secretario de Seguridad P�a Federal, participaron en las actividades conmemorativas con motivo del centenario de la colonia penal FOTO Jos�ntonio L�
Islas Marías, 12 de mayo. Por la ilusión de purgar sus penas sin estar tras las rejas y con la esperanza de convivir con sus familiares, ahora los propios reclusos aceptan su traslado a las Islas Marías, donde existe, desde hace 100 años, una colonia penal a la que hace un siglo se enviaba a los reos más peligrosos del país y a los opositores al gobierno, como algunos mineros de Cananea.
Ayer, al cumplirse 100 años de que el presidente Porfirio Díaz decretó el establecimiento de ese centro como colonia penitenciaria, se dio la bienvenida a 85 nuevos "colonos" y la despedida a 30.
Roberto González Flores, El Abuelo, quien ostenta el "título" de ser el más antiguo habitante de esa prisión, afirma que hace 37 años, cuando llegó a la Isla María Madre (el archipiélago se compone de otras dos denominadas María Cleofás y María Magdalena), dos custodios y dos marinos los recibían cuando bajaban del barco que cada semana llega al lugar ''con jalones de cabellos hasta que uno quedaba tirado en el piso y ahí, a patadas, nos pasaban de uno a otro hasta que tocábamos la playa.
''Luego nos conducían a punta de varazos hasta la zona del hospital; nos hacían abordar un camión que nos trasladaba a los campos salineros o adonde se partía piedra. En las salineras casi siempre tenía uno las piernas, desde las rodillas, sangrantes, llagadas. En los campos de piedra o de corte de madera o de cultivo del henequén, el alimento era escaso y había jornadas de casi todo el día, consideradas como de castigo''.
Pese a que González Flores afirma nunca haber conocido de casos de presos políticos durante los años 70 u 80 en la colonia penal, reconoce haber sido consultado por personal de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del pasado (Femospp), que buscaban datos sobre algunos desaparecidos durante la guerra sucia.
Señala, como muchos, que el lugar es ahora un sitio donde casi no hay delitos y la convivencia entre internos y sus familias es de paz. En lo que va del año, ni siquiera un robo ha sido denunciado.
Los privilegios de cualquier penal
Pero ahí no toda la vida es gloria. Los presos tienen que enfrentar la falta de oportunidades de empleo y, al igual que en el resto de las prisiones nacionales, tratar de no cometer más ilícitos en medio de un "tráfico secreto" que es conocido por todos y que incluye desde enseres domésticos y comestibles hasta bebidas embriagantes.
Todos los llegados afirman haber solicitado su traslado a esta colonia penal con la esperanza de reunirse con sus familiares, como Nancy, acusada de vender droga, quien tiene dos hijos, entre ellos una niña que va a cumplir cinco años y de la que se debió separarse cuando la pequeña tenía seis meses.
Pero asimismo hay casos como el de Francisco Fandiño Clavel, quien afirma que tras haber cumplido la mitad de su condena ya puede recibir el beneficio de libertad anticipada, pero que cuando eso le fue notificado, también se le dio a conocer la existencia de una orden de aprehensión en su contra librada por un juez del Distrito Federal por homicidio. ''Nadie me dijo nada de la orden y ni siquiera se me tomó declaración al respecto".
Ayer, durante una gira de trabajo, quedó en evidencia que si bien hay sentenciados por homicidio, violación y rapto, hay otros que purgan condenas por delitos contra la salud, que tienen el manejo de restaurantes y tiendas, y pueden tener lo mejor dentro de las limitantes que les impone la autoridad.
Pero también, como dijo uno de los encargados de indicar sus estancias a los recién llegados: cada quien tiene derecho a ser ubicado en un buen lugar ''de acuerdo, como se acomode'', al tiempo que, con la mano, hace una seña que insinúa dinero.