Usted está aquí: sábado 28 de mayo de 2005 Política Petróleo y futuro

Enrique Calderón A.

Petróleo y futuro

Podría parecer exagerado decir que el futuro de México está inexorablemente vinculado con lo que se decida hacer con el petróleo en los próximos meses y años, pero la afirmación es correcta para bien o para mal, como nos lo han tratado de decir legisladores, científicos y especialistas, sin conseguir que la sociedad en su conjunto tome conciencia de la importancia del tema.

Los esquemas de producción y aprovechamiento de la energía en general y del petróleo en particular han sido fundamentales para el desarrollo de las naciones desde el siglo XIX y a lo largo del siglo XX, como lo seguirán siendo durante el siglo XXI.

Un ejemplo típico de ello es Estados Unidos, cuya economía logró superar durante la primera mitad del siglo XX a la de toda Europa en su conjunto, gracias al petróleo, con el que logró establecer su esquema de desarrollo regional, conocido como el american way of life, a partir de la introducción del automóvil, financiado por las empresas petroleras.

Durante la segunda mitad del siglo, el petróleo fue utilizado por los estadunidenses como un motor para impulsar el desarrollo tecnológico. No es una casualidad que los mayores avances de la electrónica, las telecomunicaciones y el control se dieran a partir de la búsqueda de soluciones a problemas de la industria petrolera.

Finalmente, el papel hegemónico y dominante de esa nación durante las últimas décadas está íntimamente relacionado con el petróleo, tal como se ha hecho evidente con las tres guerras recientes generadas por ese país en Afganistán e Irak.

En México, la nacionalización del petróleo decretada por el presidente Lázaro Cárdenas en 1938 fue un acto de gran visión que selló el destino del país durante el siglo XX, sentando las bases de un gran desarrollo iniciado durante el régimen de López Portillo a partir de 1976, el cual se ha realizado con grandes errores que es vital corregir.

Por los niveles de producción petrolera y los valores que tienen tanto lo que se produce como lo que se exporta, no puede caber ninguna duda de la importancia que esta industria tiene para nuestro país, pero lo que también es un hecho es que los resultados no se ven por ningún lado y que el país está cada vez más pobre. Como se dice en estos casos, "algo está podrido en Dinamarca" (sin ser mi intención ofender a los daneses).

En primer lugar, llama la atención el hecho de que mientras la extracción de gas y petróleo se ha triplicado o cuadruplicado en los últimos años, nada ha pasado en materia de construcción de nuevas refinerías, ni de expansión de nuestra capacidad de productos derivados del petróleo, no obstante que es en estos renglones donde mayores ingresos y utilidades se pueden lograr y donde mayores impactos económicos se podrían obtener, por la necesidad que habría de construir toda una serie de empresas tecnológicas y de servicios, para atender las crecientes necesidades de Pemex.

En segundo lugar, es importante señalar que contrarimente a la creencia popular de que nuestras leyes impiden la participación de capital privado en la industria petroquímica, ésta si está permitida, precisamente en donde es más necesaria y mayores utilidades genera, es decir, en la generación de plantas petroquímicas.

¿Por qué, entonces, el empeño de continuar una estrategia de extraer y exportar exclusivamente materias primas como el petróleo crudo y el gas natural?

La respuesta sólo puede ser una: se trata de una política dictada desde el extranjero y obedecida sin reparo por la cúpula gobernante de nuestro país, sin consideración alguna por los intereses nacionales. Tal estrategia tiene para los intereses extranjeros los efectos siguientes: asegurar las dotaciones de petróleo y gas para abastecer a sus propias plantas industriales. Asegurar que México, con su gran potencial petroquímico, no se convierta en un competidor real para sus productos petroquímicos y sus tecnologías. Presionar a México para lograr su participación también en los procesos de extracción, para asegurarse el control estructural presente y futuro de la industria petrolera mexicana y los inmensos recursos que hoy constituyen el patrimonio nacional.

Si hoy los mexicanos no hacemos nada y el próximo gobierno continúa las políticas del actual, México estará condenado a la pobreza y el subdesarrollo durante el siglo XXI.

Adicionalmente, la recomendación de los organismos internacionales de adelgazar el gobierno ha tenido como consecuencia la reducción real de la capacidad para captar recursos fiscales, no obstante las condiciones de pobreza que privan en el sector salud, de educación, de infraestructura, ha traído la salida fácil de financiar las actividades gubernamentales con los ingresos petroleros, eliminando así cualquier posibilidad para que Pemex se convierta en el motor de la economía nacional.

 
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