Dos grandes cuartetos... con invitados
Primer cuarteto: Tambuco en la Sala Nezahualcóyotl. Plato fuerte: La consagración de la primavera, de Stravinski, en su versión para dos pianos, con complemento de percusiones realizado por Tambuco. Los pianistas Józef Olechowski y Duane Cochran prepararon y ejecutaron esta endemoniada partitura con un muy alto nivel técnico, gran precisión rítmica y sólido trabajo de ensamble, lo que permitió descubrir algunas novedades (créase o no) en La consagración, que a veces se pierden en la densidad de la versión orquestal.
Otro asunto notable: Tambuco bien pudo haber atascado de percusiones esta Consagración, que finalmente motivos para ello no faltan, pero en cambio fueron elegantes y discretos en su realización, dejando la parte del león a los pianistas y aportando sólo lo necesario y suficiente para lograr una visión muy completa de este clásico indispensable del siglo XX. Previamente, Tambuco había hecho ejecuciones de primer nivel de sendas obras de México, Estados Unidos y Grecia. A saber: una muy matizada y colorida interpretación de Teguala, interesante exploración tímbrica de Juan Felipe Waller sobre 120 mosaicos, bien sazonada con parcas interpolaciones electrónicas; una ferozmente precisa versión del emblemático Sexteto de Steve Reich para dos pianos y percusiones, ejecutada con un virtuosismo rítmico admirable; y una telúrica exploración de las Pieles, de Iannis Xenakis, laberíntico fragmento para membranófonos extraído de sus Pléïades en el que si los procesos estocásticos son imperceptibles para el oyente, en cambio se transmite un flujo a la vez controlado y expansivo de energía sonora que nunca decae.
Si el trabajo de Tambuco y sus pianistas en este concierto fue de primera, no lo fue menos el de los dos percusionistas invitados, Andrés Gómez y Diego Espinoza, sobre todo este último, quien en años recientes se ha estado convirtiendo en un ejecutante de singular solidez.
Segundo cuarteto: el Latinoamericano en el Museo Nacional de Arte. En el contexto de la versión 27 del Foro Internacional de Música Nueva, el Cuarteto Latinoamericano ofreció un programa muy simétrico, organizado en dos mitades contrastantes y claramente diversas.
Para comenzar, la obra Más lugares del gran contrabajista y compositor italiano Stefano Scodanibbio, serie de modernas extrapolaciones sobre madrigales de Monteverdi en la que se logra una síntesis muy verosímil de la fuente arcaica y el espíritu moderno, sobre todo gracias al sabio manejo que Scodanibbio hace de los recursos sonoros del cuarteto de cuerdas. La obra deja en el oyente la impresión de haber escuchado un consort of viols renacentista volcado al siglo XXI.
Enseguida, otro estreno en México, la pieza Baalkah para cuarteto y soprano de Gabriela Ortiz. Además de la notable calidad de la pieza, resultó sorprendente el giro estilístico, que obligó a quienes acostumbramos poner la etiqueta que dice ''posmoderno" a toda la música de la compositora, a asimilar en esta pieza suya algunas vertientes neoexpresionistas muy interesantes. Escritura austera y angular para la soprano, más expansiva la del cuarteto de cuerdas, y algunos interesantes (e inesperados) centros tonales en una de las canciones, caracterizan a esta muy buena partitura camerístico-vocal de Gabriela Ortiz, marcada aquí y allá por interesantes episodios melismáticos para la voz.
A destacar, una evocativa vocalise acompañada por crótalos frotados con arco. De gran coherencia resultó el trabajo de ensamble entre el Cuarteto Latinoamericano y la soprano Claudia Montiel.
La segunda parte del programa, menos lograda que la primera en lo que a repertorio se refiere, incluyó el estreno en México de Leyendas, de la peruano-estadunidense Gabriela Lena Frank. Al asumir cabalmente la inspiración tradicional de la obra, la compositora logra algunas sonoridades asombrosas que aluden, desde el cuarteto de cuerdas, al instrumental folclórico andino.
Así, a pesar de un par de episodios en los que Leyendas cae en lo sentimental, la obra es sostenida por su atractiva componente tímbrica y por el hecho de que Frank ha acudido a las fuentes profundas del folclor, en vez de estancarse, como lo hacen otros, en las alusiones a la mediatizada (y ya superada) música de las peñas.
Esta segunda parte del programa incluyó también el estreno absoluto del Divertimento para cuarteto de cuerdas y arpa de Daniel Catán, obra basada en fuentes populares evidentes, anclada en un sencillo discurso tonal y que por lo general se mueve por caminos ya transitados.