El juego que todos jugamos
Ampliar la imagen Gidon Kremer y su Kremerata B�ica FOTO Rene Burri/ Magnum
Las grabaciones de Gidon Kremer con la Kremerata Báltica son todo un acontecimiento. En este espacio hemos glosado una a una sus documentaciones de la mejor contemporaneidad y sus glosas a lo mejor del repertorio camerístico. El más reciente, titulado Happy birthday (Nonesuch records) es una fiesta en todos sentidos.
El sentido gozoso, lúdico, pleno de sonrisas de estos jóvenes elegidos de entre lo mejor de los instrumentistas balcánicos, esplende y brilla en cinco composiciones, la mayor parte de ellas -columna vertebral del repertorio usual de este conjunto de excelencia- escritas ex profeso y en esta ocasión con una orientación de juego inteligente, una colección de bromas musicales que atrapan al escucha.
Luego de una glamorosa Polka, escrita en 1979 por Alfred Schnittke (1934-1998), la pieza que da título y sentido a todo el disco discurre en torno del juego como elemento tribal y distintivo de lo mejor de las civilizaciones. Escrita por Peter Heidrich (1935) a partir del conocido tema Happy birthday, explaya 12 variaciones en el mejor estilo del pastiche y en el espíritu celebratorio del encore, o bis, esas piezas cortas que suelen regalar las orquestas o los solistas luego de un buen concierto y en agradecimiento de los aplausos.
Para un melómano suena el paraíso y para el no iniciado brillan las sonrisas cuando el tema central es ejecutado al estilo de Haydn (hiding Haydn) y enseguida como si lo escribiera Mozart, ese bromista por excelencia y luego en el estilo de Beethoven y así el experto identifica enseguida los manierismos de Brahms y luego los de Schumann y Dvorak.
El colmo del placer ocurre cuando el tema suena como una polka y un vals, después con los lugares comunes de los temas fílmicos de amor y enseguida como ragtime y luego -en medio de gozosas carcajadas del escucha- como tango, a la manera de Tin Tan con su carnal Marcelo y finalmente como las czardas de los vieneses valseros Strauss.
Después de la Blitz Fantasy, titulada así porque fue escrita con la velocidad de un relámpago, suenan más variaciones de temas populares y después una obrita cuyo título lo dice todo: McMozart's eine kleine bricht moonlicht nicht musik. De risa loca y regocijada.
Este disco de belleza esférica recupera, además del gozo, el espíritu lúdico que contiene toda la música del mundo y el sentido social de ésta en cuanto la más exquisita, la la más decantada tiene siempre un origen popular, callejero, esas melodías que todos silban en las calles, que todos suelen entonar en fiestas, por doquier y que han sido recogidas a lo largo de la historia de la música para brindar placer a los mortales. Ese y no otro es el sentido supremo de la música: el placer de compartir.
Pablo Espinosa