La sonrisa de la eternidad
La música del compositor John Tavener (Londres, 1944) atrae cada día legiones de admiradores conforme este autor originalísimo escribe y da a conocer sus partituras. Emparentado con la música irresistible de Arvo Pärt en cuanto Tavener adoptó hace lustros el sentido ritualístico de los oficios de la Iglesia ortodoxa rusa para su escritura sonora, contiene una identificación espiritual muy elevada. La grabación más reciente con la música de Tavener, Eternity's sunrise (La sonrisa de la eternidad, bajo el sello Harmonia Mundi) es de una belleza suprema.
Si alguien se preguntase cómo suena la eternidad, hallará respuesta en este disco. Y si ese alguien quisiese ver sonreír a la eternidad, verá ese gesto etéreo en esta misma grabación, porque la escritura de Tavener logra lo que sólo Pärt, Henryk Nicolaj Gorecki y unos cuantos pueden hacer en música y consiste en dibujar la sonrisa de la eternidad y ponerla a circular en notas musicales.
La obra titulada precisamente Eternity's sunrise -a partir de la poesía de William Blake- suena a eso, mediante cánticos ritualísticos que parecen provenir -y así lo hacen- desde el cielo, desde un punto equidistante en el cosmos que conecta a todos los espíritus, los que están atados todavía a la carne y los que han concluido su misión en esta tierra. No en balde esta obra la escribió Tavener para el funeral de su padre, siguiendo el espíritu trazado en obras anteriores cuya identificación etérea es indudable, en particular su Réquiem celta y Los últimos ritos, a partir de los textos místicos de San Juan de la Cruz.
La segunda de las obras de este disco tiene un título también inequívoco: Song of the angel. Si alguien preguntase cómo suena el canto de un ángel, hallará la respuesta en esta obra, porque lo que se escucha es exactamente eso: un ángel cantando.
Y así todas las cinco obras de este álbum de prodigios espirituales.