Usted está aquí: miércoles 1 de junio de 2005 Economía Referendo francés: ¿el ocaso del euro?

Alejandro Nadal

Referendo francés: ¿el ocaso del euro?

En el Ocaso de los dioses Richard Wagner coloca en declinación el poder de Wotan, jefe de las deidades. Su poder se erosiona a medida que la historia avanza y los hombres toman conciencia de su destino e importancia. En cambio, en la poderosa metáfora wagneriana, el oro del Rhin no pierde su fuerza y durará más que el poder (político) de los dioses. Y es que el oro y la moneda estarían destinados a desempeñar un papel fundamental, casi mágico, que las divinidades ya no podían desempeñar. Con el oro, el capital (Alberich) podía prescindir de los dioses. El poder del oro era absoluto; el de los dioses, relativo.

El resultado del referendo sobre la Constitución europea en Francia levanta inquietantes preguntas sobre el futuro del proyecto político de la Unión Europea (UE) y sus 25 miembros. La interrogante más importante concierne al porvenir de la unión monetaria y del euro.

El voto negativo tiene muchas vertientes, desde el rechazo retrospectivo a la ampliación a 25 miembros de hace un año, la oposición al ingreso de Turquía y el repudio al dúo Chirac-Raffarin. Pero una razón tiene que ver con el deseo de no entregar más poderes al Banco Central Europeo (BCE). El referendo fue, en ese sentido, un voto sobre las prioridades de la política monetaria: ¿menos inflación o más crecimiento? El BCE es visto como un problema y ha recibido su castigo.

Desde hace seis años, los 12 países que utilizan el euro tienen niveles de inflación muy bajos, reducidas tasas de interés y estabilidad cambiaria. Pero la moneda única no trajo las ventajas que, en teoría, debería llevar aparejadas. En especial no se desencadenaron ni el crecimiento ni la productividad. Aunque todo eso revela las limitaciones de la política monetaria, el crecimiento mediocre y alto desempleo convirtieron el referendo en una discusión sobre la necesidad de reducir la tasa líder, lo cual implica un debate sobre la autonomía del BCE.

El nombramiento de Dominique de Villepin como primer ministro coincide con el nivel más bajo del euro en relación al dólar. Pero eso no significa que el euro sea una divisa débil. No hay que olvidar que arrancó en 2000 con una paridad de 0.82 euros por dólar, y con el pronóstico de que su introducción sería un fracaso. A finales de 2004 rompió la barrera de 1.38 dólares por euro. Hoy la moneda europea se sitúa claramente por arriba del promedio entre estos dos extremos.

La economía europea puede estar pasando por la fase baja de un movimiento cíclico. La tasa de desempleo en Francia y Alemania se mantiene en niveles de dos dígitos (10.2 por ciento y 11.8 por ciento respectivamente) mientras que el desempleo en toda la región casi alcanza 9 por ciento. El consumo agregado se ha desplomado y su crecimiento es bajísimo (uno por ciento para los dos últimos años). Finalmente, la fortaleza del euro contra el dólar ha impedido que el sector externo se convierta en fuente de dinamismo para Europa.

Muchos piensan que detrás del proyecto de unión monetaria tendría que haber un sólido vínculo político. Por ejemplo, para la Bundesbank alemana, la unión política debiera preceder a la monetaria considerando que si hay países que perciben la política monetaria como ajena a sus necesidades, tendrán incentivos para denunciar el pacto monetario y abandonarlo. En cambio, si las uniones monetaria y política coinciden en el mismo espacio geográfico, las prioridades sobre la oferta monetaria podrían ser diseñadas para el conjunto de las regiones y los países miembros pueden sentirse representados adecuadamente en el consejo de gobierno del banco central.

En realidad, el argumento más importante es que la disciplina fiscal necesaria para mantener el pacto monetario será más fácilmente aplicada en cada país si se cuenta con un fuerte vínculo político. Esa visión no es acertada. Después de todo, los criterios de convergencia, estabilidad y crecimiento de Maastricht relacionados con la inflación, la deuda pública, el déficit fiscal y la tasa de interés de largo plazo dejaban mucho que desear. El más importante limitaba el déficit fiscal a 3 por ciento del PIB y en el momento de su aprobación los países más importantes de la región apenas cumplían ese requisito. Además, esa condición quitaba el único instrumento con el que se podía colocar a la economía en una postura anticíclica y para luchar contra la recesión. A pesar de todo, el euro nació y mostró muy rápidamente su fortaleza de manera convincente.

El ciclo europeo puede revertirse en unos meses y el valor del euro podría recuperarse. Las corredurías así parecen preverlo con pronósticos de crecimiento de 2 por ciento para toda la región. Aunque eso no va a resolver los problemas de desempleo, sí daría un respiro al euro. Lo que no parece probable es un rompimiento del sistema monetario europeo. Lo más probable es que la fortaleza del euro regrese en parte debido a las dudas persistentes sobre la sustentabilidad del déficit en cuenta corriente de Estados Unidos. La unión política recibió un golpe que puede ser definitivo, pero el euro puede prescindir de los dioses de la política.

 
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