La crítica, antídoto contra la barbarie
Tres años después de la represión estudiantil de 1968 nació la revista Plural. El surgimiento de esa revista fue, digamos, una respuesta a la peste autoritaria. Pocas publicaciones en esos años habían hecho de la crítica su principal ingrediente. Razonar, de manera pública, no sólo hacía perder amistades y publicidad, sino resultaba peligroso. Hoy esa tradición negra parece renacer en el país. La sangre de los periodistas asesinados es una señal terrible de lo que puede venir. Ojalá me equivoque.
El suplemento México en la Cultura, dirigido por Fernando Benítez fue, como Plural, otra saludable excepción de esos años. Las páginas animadas por Benítez se convirtieron entre 1968 y 1970 en el único foro en el que se hizo la crítica sistemática del gobierno fascistoide de Gustavo Díaz Ordaz. Allí se publicó, por ejemplo, la única carta de apoyo a Octavio Paz por haber renunciado a la Embajada de México en la India para protestar por la represión a los estudiantes. Y también, en ese suplemento fue creada, en octubre de 1968, una de las columnas críticas más singulares y lúcidas del periodismo contemporáneo. Me refiero, por supuesto, a ''Por mi madre bohemios", de Carlos Monsiváis.
México en la Cultura y Plural son, probablemente, las dos publicaciones más emblemáticas del pensamiento crítico en México en el pasado medio siglo. No olvido a la revista Vuelta que fue la continuación de Plural, ni otras publicaciones que han animado y reanimado la pasión crítica entre nosotros en ese periodo.
Si pienso en México en la Cultura y en Plural, principalmente, es porque a finales de los años 60 fueron, como dije, de los pocos foros de discusión de altura en los que se hizo la crítica del poder, o, me corrijo, de los poderes que marcan los rumbos de la nación. Sin esos dos semanarios y las ondas expansivas que generaron no podríamos entender el ejercicio de la crítica en México: desde la crítica de Alvaro Cueva en Canal 22 a programas de Canal 22, a los acres cuestionamientos de Elena Poniatowska a Vicente Fox en el noticiario estelar de Televisa, pasando, claro, por Las mangas del chaleco (que podría ser la versión televisiva de ''Por mi madre bohemios''). Tampoco podríamos entender los artículos sulfurosos de Denise Dresser, las denuncias contra el padre Marcial Maciel hechas originalmente en La Jornada y retomadas después en Canal 40 y en Televisa, etcétera.
Más aún: esas dos publicaciones animaron de tal forma la cultura del debate que contamos ahora, inclusive, con una nutrida troupe de falsos críticos. Pero no todo ha sido fácil. Algunas de las publicaciones más importantes en México fueron fruto de la censura. A Benítez lo echaron del diario Novedades con su suplemento La Cultura en México y fundó México en la cultura, y el golpe a Excélsior hizo a Scherer fundar Proceso, a Octavio Paz, Vuelta y a un nutrido grupo de periodistas el diario unomásuno.
Pero la maquinaria de la censura no cesa. A Octavio Paz y a Fernando Benítez les lanzaron calumnias hasta su muerte escritas con bilis y caca. Y no todas las calumnias fueron hijas de la envidia, esa hija bastarda de la admiración. Muchas fueron lanzadas por la maquinaria de la censura.
Alguna vez se publicó en Vuelta un ensayo sobre la Virgen de Guadalupe que molestó a un distinguido empresario. El inconforme llamó al poeta no para pedir la publicación de una carta de réplica o de crítica sobre el texto de marras, recurso sensato para cualquier publicación seria, sino para exigirle que el propio poeta escribiera otro ensayo para desacreditar el escrito en cuestión. De no hacerlo, le dijo el empresario, le retiraría varias páginas de publicidad. Naturalmente Octavio Paz mandó a volar al aprendiz de inquisidor con todo y su publicidad con tal de mantener su independencia.
Pero la censura, por desgracia, no termina con ese tipo de presiones que pueden acabar con un suplemento, una revista o un programa de radio o televisión. Si la censura busca el silencio del otro, puede recurrir al exterminio, al silencio final de quien no forma parte del coro o de quien se niega a ocultar la verdad de las cosas.
En estos años han sido asesinados más periodistas que en los terribles días de 1968. Ignoro qué prefigura este baño de sangre. Sé, sin embargo, que los poderes fácticos siempre inician la barbarie asesinando a críticos y periodistas. También sé que el mejor antídoto contra las tentaciones del autoritarismo y la barbarie sigue siendo la crítica. Si a un periodista lo asesinaron por una investigación, ¿no convendría continuarla? ¿Sus asesinos podrían exterminar a todos los que siguen? ¿Nuestra sociedad y autoridades lo permitirían? ¿Lo permitiremos todos?