La actuación del inglés, en el Salón 21, tuvo su germen en un sonido más róquer
Murphy, el Conde Gótico, cautivó con su escuálida y oscura figura
La batería sonó estupenda; el bajo impecable, pero lo mejor de la noche fue la cavernosa voz del ex Bauhaus
La interpretación de sus clásicos, de los mejores momentos en la velada
Ampliar la imagen Vampiresco, el m� entreg�a velada inolvidable
La noche del pasado lunes el músico inglés, radicado en Turquía, Peter Murphy ofreció un enorme concierto en el Salón 21, actuación que tuvo como germen un sonido más róquer contenido en su nuevo material discográfico Unshattered, desplegado con sus movimientos escénicos a veces vampírescos, otros mesiánicos y otros más performativos. Y con su solvente sonido clásico, interpretado por una nueva alineación de músicos que lo acompañó en batería, bajo y guitarra. Fue un concierto inolvidable en el que cada momento superó al que le antecedió, para dejar a gusto a todo el respetable.
Por las calles que resguardan el inmueble, el público, en su mayoría banda oscura, caminaba poco a poco para llenar el Salón 21. Algunos lucían sus mejores atuendos: sacos de terciopelo negro, largas gabardinas del mismo color, camisas con escarolas y rostros perfectamente maquillados; otros, con accesorios más discretos. Esto fue el preludio de una emotiva velada. En el público también se contó con una nutrida participación de personal de la industria disquera mexicana y de la infaltable bandita cool.
Sobresalieron varios grupos de personas que portaban un gafete amarillo: "Venimos de Guanajuato, nos ganamos los pases en una trivia que se lanzó por Internet", informó una de la chicas que conformaban uno de los contingentes.
Espera recompensada
Los chiflidos y gritos de impaciencia/demanda, para que el ex líder de Bauhaus saliera al escenario comenzaron a escucharse 30 minutos antes de la hora pactada. La espera fue recompensada cuando Murphy apareció en el escenario enfundado en una enorme gabardina con la cual comenzó a deconstruir el escenario al emular la figura de un vampiro alzando el vuelo; hechizó a los 3 mil fanáticos reunidos. A partir de ese momento todo fue alegría.
Las luces azules y rojas no descubrían por completo los frenéticos movimientos de Murphy, únicamente detalles que igual eran festejados por los enardecidos fanáticos. Siete minutos después una resplandeciente luz blanca develó/descubrió por completo la escuálida figura del llamado Conde Gótico.
Después, para aumentar el gozo, el británico se despojó de su gabardina y descubrió el palazzo negro que portaba, tal como aparece en la portada de su emblemático disco Deep. Se subió a la base de la batería, donde fue iluminado por una luz amarilla; con sus manos se hizo una especie de mohawk en su corta cabellera amarilla, después colocó su mano cerca de la luz como mesías. En ese momento ya habían llegado temas como Gliding like a whale, Idle flow y Piece of you.
Los músicos se rifaban. La batería sonaba estupendamente tronadora, el bajo impecablemente golpeante, la guitarra se deslizaba con majestuosidad, pero la cavernosa voz era/fue lo mejor; las palmas como una alfombra se alzaban en todo lo alto.
Visiblemente emocionado por la respuesta del público, Murphy dijo: "No sé hablar español, pero los amo. Gracias, gracias".
Especie de set acústico
Llegó una especie de set acústico que igual el público agradeció, entre más abajo mejor para sus seguidores oscuros, entre más lóbrego era el sonido calaba más profundo. A strange kind of love fue la mejor canción en esta franja, interpretada con guitarra electroacústica por Murphy.
Otro de los mejores momentos del concierto llegó con la interpretación de uno de los clásicos de Peter Murphy: Deep ocean, vast sea, en el que aprovechó los espacios musicales para performear todos los rincones del escenario. Y con Cuts you up, su tema más conocido, pareció coronar una estupenda actuación.
Pero el grito de "Piter, Piter, Piter", lo hizo regresar por primera ocasión; la escena se repetiría cuatro veces, para cantar Marlene Dietrich's favorite poem y The line between the devil's teeth. El músico regresó por segunda ocasión para sorprender con un tributo a Iggy Pop, se discutió con Lust for life, canción que debe su mayor fama por formar parte del soundtrack de la cinta Trainspotting, de Danny Boyle. En la tercera entonó un tema a capella y ya nadie podía quejarse ante la maravilla que estaba presenciando.
Una actuación que rozó la línea de lo sagrado, con notas musicales profundas que se anidaron en los corazones del público, y que seguramente serán guardadas muy dentro para no dejarlas salir nunca.