El director de Las tortugas pueden volar habla con La Jornada sobre su experiencia al filmarla
Sólo quiero que mi gente esté libre de mentiras, señala Bahman Ghobadi
La cinta relata la situación en un pueblo del Kurdistán antes de la invasión a Irak
Ampliar la imagen Es imposible vivir sin humor, sobre todo en un pueblo como el kurdo que vive en medio de la guerra, afirma el realizador Bahman Ghobadi. En la imagen una de las protagonistas de la cinta
Bahman Ghobadi, cineasta kurdo realizador de Las tortugas pueden volar, ganadora este año del Festival Internacional de Cine de Berlín, del de San Sebastián, proyectada en la reunión de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México y en la pasada muestra de la Cineteca, comenta en entrevista con La Jornada: "Sólo quiero que mi gente esté libre de mentiras, de la guerra, de la inseguridad. Sólo quiero que los niños kurdos se alejen de las tierras minadas y de las armas. Los países poderosos sólo quieren obtener beneficios de la guerra y ese no es un secreto. Ellos no se preocupan por nuestro sufrimiento y nuestro miedo. Nosotros sólo queremos que esta situación se detenga".
La cinta, distribuida por Zima Entertainment relata la historia en un pueblo del Kurdistán iraquí, sobre la frontera con Irán y Turquía, donde los habitantes buscan una antena parabólica para poder conseguir noticias por satélite, poco antes del ataque estadunidense contra Irak. Un niño mutilado, que viene de otro pueblo con su hermana y su hijo, lo predice... la guerra está cada vez más cerca... La devastación de este lugar es descubierta a través de los ojos y las vivencias de los niños que lo habitan.
Las tortugas pueden volar se estrena este viernes en México con sólo 12 copias. Y su origen, según el propio Ghobadi, nacido en 1969 en Bané, en el Kurdistán iraní, se ubica "tres días después de la caída de Saddam Hussein, fui a Bagdad para la presentación de la película Los cantos del país de mi madre. Mientras que todos los poderosos lanzaban armas pesadas sobre Irak yo quería, simbólicamente, lanzar un objeto cultural... Con la pequeña cámara mini dv que traía, filmé lo que pude ver en Bagdad pero también en otras ciudades. De regreso a Irán, me interrogué sobre mi acto y, unos días después, decidí volver y hacer una película que evocara lo que me había alterado: los terrenos minados, los niños mutilados, la gente perdida, la inseguridad agravada...".
-¿Por qué no rodó un documental en vez de una ficción?
-En mi cinta hay un diminuta línea entre la realidad y la ficción. Quiero decir que tomé casi todo de la realidad para el guión y sólo adherí pocos elementos de ficción, tales como la habilidad de Henkov (uno de los niños) para predecir el futuro. La ficción sólo me ayudó a crear una guía para construir la historia, el resto fue tomado de la vida real, incluso a los actores. Sólo usando la ficción podía haber hecho más sensitiva la historia para la audiencia.
-¿Es un cineasta político?
-No del todo. Sólo me gusta contar historias. No pretendo nada más allá, sólo mostrar mi punto de vista de la manera que lo sienta.
No obstante, era una necesidad para él contar esto mediante el cine. "Creo que toda la gente queda afectada por las dictaduras en formas diferentes. Sin embargo, pienso que el punto de vista de los niños es diferente por su inocencia e ingenuidad. Ellos no comprenden por qué están viviendo esas situaciones, no obstante, tienen que aceptar sus vidas y aprender a vivir dentro de ese régimen totalitario".
Bahman Ghobadi trabajó en una emisora de radio y se incorporó a un grupo de jóvenes cineastas aficionados en Sanandaj, con los que empezó a realizar cortometrajes. Más tarde se instaló en la capital, donde se matriculó en la universidad para estudiar cine, pero tuvo que abandonar la facultad antes de terminar sus estudios. Entre 1995 y 1999 realizó una decena de cortometrajes que obtuvieron numerosos premios en distintos festivales nacionales e internacionales. En 1999 ocupó el puesto de primer asistente de Abbas Kiarostami durante el rodaje de El viento nos llevará.
Cuento mi propia experiencia
En 2000 dirigió su primer largometraje, A time for drunken horses, que se presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes y obtuvo la Cámara de Oro y el Premio de la Crítica Internacional. Su segundo largometraje, Songs of my motherland (2002), fue presentada en Cannes, en la sección Una Cierta Mirada, y premiada en el Festival de Chicago.
-¿Por qué cree que los medios de comunicación sólo exponen las cosas negativas de los kurdos?
-Creo que porque estamos tan tocados por una situación terrible, la que mi gente ha vivido por décadas: la guerra. Es difícil para nosotros voltear e intentar ver un punto de vista diferente. La cinta me permitió mostrar demasiadas cosas de mi propia experiencia, y también lo vivido con los refugiados, que fue algo que me tocó las fibras. No quería contar ninguna otra historia más que lo vivido por mí mismo.
Las tortugas pueden volar es la tercer cinta de Ghobadi. Escrita, dirigida y producida por él.
-¿Por qué usar a gente común?
-Ellos son estrellas de la vida real, conocen los sentimientos de la gente que vive la guerra. Además de que en el Kurdistán no hay actores profesionales. Trabajé con gente que no es artista pero los dirigí como si lo fueran y ellos así lo hicieron, por eso me sorprendieron en muchos aspectos.
-¿Qué piensa de la mezcla de humor y tragedia que rodea la vida de los kurdos?
-Pienso que es imposible vivir sin humor, especialmente cuando vives en medio de la guerra y la tragedia cada día. Los niños son sólo eso, niños, ingenuas personas, traviesas y divertidas por condición natural. En la película determiné agregar un saborcito de humor que le permitiera a la gente sentir menos angustia por lo trágico del tema en el filme.
-¿Tuvo alguna dificultad durante la filmación?
-Todas los rodajes tienen dificultades, aunque claro, el tema de la historia es una dificultad en sí, pero los niños me ayudaron a hacerlo más fácil.
Ghobadi dijo que las verdaderas estrellas eran la gente común de Irak, del Kurdistán. "Saddam Hussein y George W. Bush eran sólo dos personas poderosas, que no viven o vivieron las consecuencias de sus decisiones, por tal motivo mostré el otro lado de la moneda, el lado que he vivido desde que nací. La contribución de Las tortugas... es el relato de una historia personal, y si esta historia puede tocar a alguien más, grandioso".