Usted está aquí: jueves 2 de junio de 2005 Opinión Encuentro en La Habana

Angel Guerra Cabrera

Encuentro en La Habana

El terrorista internacional Luis Posada Carriles fue objeto de una mascarada de arresto que llevaron a cabo las autoridades estadunidenses luego que durante meses negaron que se encontrara en su territorio. El "arresto" fue forzado por la opinión pública, así que únicamente se le acusó de "entrada ilegal al país", como si en lugar de un multiasesino se tratara de uno de tantos desafortunados que cruzan la frontera huyendo del hambre y el desempleo. Claro, a diferencia de ellos, a Posada lo trataron con toda consideración y ni siquiera fue esposado. Contrastemos este trato con el que se da en Estados Unidos a personas de origen árabe o islámico por la mera sospecha de que son terroristas. Y es que ese Estado ha fomentado, más que ningún otro, el terrorismo.

El surgimiento de la guerra fría marca el inicio de un largo historial de crímenes de la CIA contra gobiernos y movimientos populares, que ha sido profusamente documentada por investigadores independientes. Sin embargo hoy, como nunca antes, esta política se coloca moralmente en entredicho porque la administración de Bush II proclama que su destino es actuar de adalid mundial de la lucha contra el terrorismo y por la democracia, pero actúa en grosera burla a esos enunciados. La llamada ley patriótica, la detención sin formular cargos a cientos de personas, el enclaustramiento de sospechosos en campos de concentración en Afganistán, Irak y Guantánamo, así como la práctica sistemática de la tortura en ellos son sólo la punta del témpano. Forman parte de una estrategia para colonizar al mundo en nombre de ese supuesto destino que ha llevado ya a la ocupación y el arrasamiento de dos países soberanos y hecho trizas el derecho internacional y la propia misión asignada a la Organización de Naciones Unidas en su carta constitutiva. Pero el doble rasero evidenciado con Posada Carriles está desenmascarando de manera muy descarnada las mentiras y la hipocresía de Bush y su pandilla. Por consiguiente, ha pronunciado las grietas ya existentes en el establishment y los grandes medios de información respecto a la conducción por el emperador de la "guerra contra el terrorismo" y gestado un clima político propicio para reflexionar a fondo sobre este asunto.

La ejecutoria de Cuba al respecto es irreprochable. Hoy sabemos que el ex presidente Clinton aceptó un pacto antiterrorista propuesto por Fidel Castro en que sólo la isla cumplió su parte. Cuba también condenó los atentados del 11 de septiembre e inmediatamente después formuló una sólida propuesta sobre el combate al terrorismo que enfatiza en una acción conjunta de todos los miembros de la ONU para la identificación de sus causas y las formas y métodos legítimos y legales para enfrentarlo. La Habana advertía entonces que combatir ese mal mediante el despliegue de la violencia y la agresión a otros pueblos no haría más que multiplicarlo. Con base en estas ideas dará hoy inicio en la capital cubana el Encuentro Internacional contra el Terrorismo, por la Verdad y la Justicia, mismo que seguramente marcará un hito importante en la batalla de Cuba por desenmascarar el auspicio y la protección brindada por el gobierno de Estados Unidos a los terroristas de origen cubano. No es un dato casual que la mayoría de ellos resida en el sur de la Florida, paraíso de la contrarrevolución. Tampoco que cuando se produjo la voladura del avión civil cubano sobre Barbados el director de la CIA fuera el padre del actual presidente. Ni que aquél, ya como vicepresidente y responsable de la Fuerza de Tarea contra el Terrorismo, no moviera un dedo para investigar a Posada, cuando el criminal alcanzó las primeras planas de los diarios debido a su destacada participación en el Irán-contras. No podía ser de otra manera porque el patriarca actual de la dinastía Bush fue uno de los patrocinadores de la Operación Cóndor y de la guerra sucia en Centroamérica, acciones en las que estuvieron involucrados varios agentes de la CIA de origen cubano, muy destacadamente Posada Carriles y su socio de fechorías Orlando Bosh. Como también lo estuvieron en el asesinato del presidente Kennedy. El escándalo Watergate es otra proeza de esa pandilla.

Bush está ahora entre la espada y la pared, pero rehúsa la solicitud de extradición de Posada Carriles que ha formulado Venezuela. Cualquier salida distinta que intente lo colocará en la mayor indigencia moral ante su propio pueblo.

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