El
Sistema de Transporte Colectivo Metro es uno de los puntos de encuentro
más importantes de la ciudad de México. En sus pasillos,
andenes y vagones se cruzan y conviven múltiples formas
de pensar y relacionarse. Un grupo que poco a poco se hace más visible
es el de los jóvenes gays, que usan el metro para transportarse,
convivir, ligar y, según se
ha reportado, como lugar para
tener prácticas sexuales.
Por
Lindsay Hernández
Lleno de gritos, vendedores, algarabía y prisa, el metro de la ciudad
de México es también un punto de referencia. Con 200 kilómetros
de vías, por sus pasillos transitan más de cuatro millones
de personas cada día. Tan común es transportarse en sus vagones
como fijar uno de sus andenes como punto de encuentro. “Abajo del
reloj”, es una frase típica, sobre todo entre jóvenes,
para designar el lugar dónde reunirse para trasladarse a cualquier
punto de la ciudad.
A falta de lugares de reunión, muchos jóvenes gays han hecho
de las instalaciones del metro su lugar de encuentro, ya que resulta un
espacio propicio para conocer gente y ligar. De hecho, han constituido
todo un circuito de ligue en las estaciones Hidalgo y Balderas, o en las
cercanas a los bares y discotecas gay, como Insurgentes y Sevilla. Esta
presencia cada vez más visible ha generado conflictos con la vigilancia
del metro, que han llegado a la agresión y acabado en las oficinas
de quejas de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal
(CDHDF).
La recomendación de la CDHDF al Sistema de Transporte Colectivo
Metro (STC) por discriminación en contra de un joven gay detenido,
sometido, golpeado, insultado y humillado por tres vigilantes de la estación
El Rosario hace algunas semanas, alertó a la opinión pública
sobre esta situación.
Además, entre el rumor, el mito y la exageración amarillista,
se menciona que en el último vagón del tren suceden, de manera
insólita, en tan sólo ese breve lapso de tiempo entre una
estación y otra, escarceos y prácticas sexuales entre varones.
Sin embargo, las autoridades de este medio de transporte no han tenido
hasta ahora constancia alguna de tales expresiones eróticas ni quejas
por parte de usuarios ofendidos ante tal desenfreno.
El límite a la integración
En un año, de 2004 a 2005, la CDHDF ha registrado cuatro quejas
por discriminación por orientación sexual en el STC. Pese
a ello, la directora general, Florencia Serranía, rechazó aceptar
la recomendación, pues consideró que fue “un caso aislado”.
Para José Alfonso Suárez del Real, subdirector general jurídico
y de seguridad institucional del STC, la recomendación de la CDHDF
fue poco sensible con el trabajo que realizan con el personal. Entrevistado
en sus oficinas, Suárez del Real hizo alusión al convenio
firmado con la misma CDHDF para capacitar y concientizar al personal del
metro en materia de derechos humanos. “No es una labor sencilla,
tienen que combatirse muchos prejuicios, pero lo estamos realizando”.
De acuerdo con las reglas del STC, no está permitido permanecer
más de 15 minutos dentro de un andén, situación que,
en ocasiones, propicia altercados, entre usuarios que conviven en los andenes
y personal que los insta a retirarse, que pueden derivar en actos homófobos
cuando se trata de parejas o grupos de amigos gays. “Es ahí donde
estamos trabajando, para que los vigilantes y los policías auxiliares
utilicen las palabras y los gestos adecuadas para que no se confunda con
una actitud hostil”.
Si las demostraciones de afecto, como abrazos, besos o caricias, entre
parejas heterosexuales pasan desapercibidas, estas mismas expresiones entre
varones homosexuales aún suscitan rechazo, pese a que cada vez es
más común ver a una pareja del mismo sexo tomada de la mano
o besándose en un vagón o andén.
Para Alfonso Suárez del Real, lo que busca el STC es dar “el
complemento de lugar de encuentro con actividades culturales y sociales.
Pero es difícil que pueda funcionar como parque de enamorados, porque
fundamentalmente es un transporte público, pensado para que la gente
circule”.
Las autoridades del metro tienen identificadas las estaciones que son preferidas
para el encuentro y el ligue: Hidalgo, Insurgentes, Sevilla, Pino Suárez,
Balderas y Tacuba. “En Tacuba, por ejemplo, donde hay muchos chavos
de escuelas, nos encontramos a veces, en las rutas de correspondencia,
a una pareja gay muy acaramelada al lado de una pareja heterosexual. En
esos casos, se les pide por igual que despejen el área de las escaleras,
que circulen”, señala Suárez del Real.
El mito del último vagón
En un recorrido por varias líneas del metro, Letra S constató que
el último vagón del metro es el preferido por muchos jóvenes
gays. Es común que haya parejas de varones abrazados o besándose,
o grupos de amigos platicando entre sí. “Es como una búsqueda
de ti mismo, de buscar un grupo al cual pertenecer”, señala
Hugo Vargas, coordinador del proyecto “Entre Iguales”, de la
organización civil Colectivo Sol, y agrega: “Hay quienes van
con la intención de encontrar compañeros sexuales o una pareja,
o sólo con el ánimo de ligar”.
La búsqueda de un espacio común donde sentirse en confianza,
a resguardo, ha hecho del último vagón el lugar ideal para
ligar y, ocasionalmente, para tener prácticas sexuales. “Lo
más común es el ligue, aunque en algunos casos se aprovecha
para tener masturbación mutua, sexo oral y quizá, muy audazmente,
si hay otros cómplices cubriéndote, puede que haya penetración,
pero es mucho menos probable, pues no da tiempo entre una estación
y otra”, señala Vargas, quien realizó una investigación
de campo sobre este fenómeno de apropiación del metro por
parte de un sector de la población gay.
Las prácticas sexuales en los vagones son consideradas un mito por
Suárez del Real, pues nunca han constatado que se den: “He
enviado a varias personas al último vagón del tren y nunca
ha ocurrido nada. No sé si se dé cuando se sienten entre
conocidos, al menos de vista, o se saben usuarios comunes de esa porción
del tren y eso les permita sentirse más en confianza, pero registro
tangible nunca, sólo lo sabemos como mito. Lo que he llegado a observar
es un ambiente, bromas fuertes o cuestiones de ligue, pero sin llegar a
esa situación”.
No existen tampoco quejas o reclamos del público usuario al percatarse
de estas prácticas sexuales en los vagones, lo que habla de discreción
por el lado de quienes las realizan y de tolerancia entre los que han llegado
a presenciarlas. “Hemos recibido comentarios de preocupación
sobre usos no adecuados que se está dando al metro, pero sin acusaciones
contra un grupo específico y sin señalar nada sobre prácticas
sexuales”, comenta Suárez del Real.
Hugo Vargas señala como punto central de la búsqueda de encuentros
sexuales en el metro el ánimo de hacer algo prohibido. “Es
una falta administrativa y está la tensión, la posibilidad
de ser cachado in fraganti, lo que lo hace más excitante para muchos”.
Según Suárez del Real, tales prácticas están
sancionadas por la Ley de Cultura Cívica, pero la única infracción
que podría estar relacionada, aunque con mucha ambigüedad,
está en el artículo 24, fracción VII: “Invitar
a la prostitución o ejercerla, así como solicitar dicho servicio”;
en todo caso, el mismo artículo señala que la presentación
del probable infractor se realizará si media “queja vecinal”.
Por su parte, la Ley de Transporte y Vialidad del Distrito Federal establece,
en su artículo 101, que cualquier persona puede hacer uso del servicio
público de transporte, salvo en el caso de “ejecutar o hacer
ejecutar a bordo de los vehículos actos que atenten contra la tranquilidad,
seguridad e integridad de los demás usuarios, del concesionario
o de sus conductores”, pero no establece sanción a los infractores
de la norma.
Las prácticas sexuales, asegura el subdirector jurídico del
STC, “representan un acto de rebeldía y de imposición
a la hora de buscar integración, se trata de una apropiación
mal entendida”, pero asegura que apostarán a la educación
más que a la represión. “Los señalamientos los
consideramos un aviso público de que algo está ocurriendo
y para evitarlos contaremos con la presencia de un policía, hombre
o mujer, en el último vagón, simple y llanamente para prevenir
violaciones al uso establecido en la ley”.
Posición con la que Hugo Vargas coincide. “Lo que nos toca
a las organizaciones civiles es hacer una labor de sensibilización
con los chavos, para que sepan a lo que se exponen en cuanto a riesgos
de salud y a las consecuencias legales”.
Por lo pronto, durante los últimos días de mayo, las instalaciones
del metro recibieron cientos de carteles y los jóvenes de la “ola
naranja” repartieron miles de folletos informativos en el marco de
la Campaña Mundial Contra la Homofobia, y en este mes, los espacios
del medio de transporte fungirán como una extensión de las
actividades de la Semana Cultural Gay, que organiza el Círculo Cultural
Gay y el Museo Universitario del Chopo.
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