Usted está aquí: viernes 3 de junio de 2005 Política Del hombrecito al sospechosismo

Falta de operación política, sello de la gestión de Creel al frente de Gobernación

Del hombrecito al sospechosismo

Lo sacudieron el Popocatépetl, los machetes de Atenco, la oposición e inclusive panistas

ALONSO URRUTIA

Ampliar la imagen Santiago Creel en la despedida de Bucareli FOTO Jos�ntonio L�

La mañana del 28 de abril de 2005 los panistas amanecieron con la resaca del embate frustrado. La víspera, el presidente Vicente Fox había anunciado en cadena nacional un golpe de timón en la aventura del desafuero contra Andrés Manuel López Obrador y rodaba la cabeza del procurador Rafael Macedo de la Concha.

Desde distintos frentes panistas se clamaba por algo más. El diputado Juan Molinar hizo la crítica más directa por "la desastrosa operación política en Bucareli", y exigió la renuncia del secretario de Gobernación, Santiago Creel.

Molinar, por cierto, fue durante los primeros años de gestión de Creel el corresponsable de esa operación política que nunca llegó a concretar ninguna de las reformas estructurales buscadas por Fox.

Un cúmulo de formatos ideados para sentar a la oposición a negociar se estrelló con la misma frustración de las reformas estructurales que nunca cuajaron en el sexenio, y por eso todavía se dice que faltó operación política.

Debe recordarse que con el anuncio de la reforma integral de la Constitución arrancó el sexenio; siguieron los no menos promocionados acuerdos Político para el Desarrollo y Nacional por el Campo, así como decenas de mesas creadas en Bucareli para resolver cuanto problema rebotaba.

Sin terminar de dejar el cargo, pero ya con aureola de aspirante presidencial, Creel reivindicaba saldo positivo: paz social, estabilidad, no represión y más de 400 iniciativas alcanzadas por consenso en el Congreso de la Unión, incluidos tres presupuestos anteriores al polémico paquete para 2005, que fue a dar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Aeropuerto, desafuero y frases célebres

Aunque los sobresaltos para Creel comenzaron prácticamente al llegar a sus oficinas (reactivación del volcán Popocatépetl, anulación de las elecciones para gobernador en Tabasco y el desafío del entonces mandatario yucateco, Víctor Cervera Pacheco, a imponer una autoridad electoral a modo), la primera gran apuesta del sexenio se estrelló en San Salvador Atenco: el plan de aeropuerto en Texcoco.

El proyecto, ha dicho Creel, no lo frustraron los machetes de los campesinos, sino un juez y su decisión en favor de un amparo contra la expropiación "por utilidad pública", justificó entonces. Los desafíos públicos del gabinete foxista, que los llevaron a prometer "hablar hasta con los patos" -Pedro Cerisola dixit-, terminaron en una agitación social creciente -con procesos legales en marcha contra líderes- que obligó al gobierno a recular.

La tarde del 14 de julio de 2002, desde Los Pinos, Creel ofreció una nueva estrategia, presagio del repliegue final de la administración foxista en sus empeños por construir la nueva terminal aérea. La operación política había fallado.

Apenas unos meses antes, la tarde de del 7 de octubre de 2001 -coincidente con el inicio de la invasión estadunidense a Afganistán, que acaparó toda la atención-, Fox apadrinó el Acuerdo Político para el Desarrollo Nacional, que impulsaba Creel como esquema para la negociación amplia de la reforma del Estado. Un acuerdo con objetivos tan genéricos que nadie podía negarse a firmarlo.

Nunca se llegó a nada más allá de frases como "se reforzará la capacidad de la hacienda pública para atender las demandas sociales". Finalmente, los acuerdos alcanzados en la convención nacional en la materia tuvieron un origen diverso, pues se incubaron en las reuniones de la primero defenestrada, después reconocida, Conferencia Nacional de Gobernadores, otrora mal vista por los panistas.

La política exterior, tan activa en esos años tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, significó también las mayores fricciones en el gabinete y en especial entre Creel y el entonces canciller, Jorge G. Castañeda. El diferendo: la postura de México frente a la inminente guerra.

Eran días en que Creel reivindicaba la tradicional política exterior mexicana frente a los acercamientos con Estados Unidos, por los que pugnaba el canciller.

Un par de años después, ya con la sucesión presidencial en el horizonte, se marcó el inicio de una cadena de titubeos que arrancaba con la expulsión de funcionarios cubanos por causas "de seguridad nacional", como dijo entonces Creel.

Por esa razón, argumentó que no se podían dar los pormenores del caso con base en la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información -uno de los logros de su propia gestión-, aunque semanas después el propio instituto en la materia ordenó su apertura.

Como un año para el olvido transcurrió 2004 en la secretaría, incluida la abierta confrontación entre poderes en torno a las facultades presidenciales sobre el paquete presupuestal aprobado por el Congreso de la Unión. Ya en diciembre pasado se habían dado por muertas las iniciativas de reforma fiscal y energética, vista la inviabilidad de su aprobación, aunque todavía, en el marco de la reforma estatutaria priísta, Fox se apresuró a festejar lo que se interpretó como una apertura del Revolucionario Institucional en ese renglón, postura que de inmediato desató múltiples críticas tricolores.

Fue también un año de precampaña desde la propia secretaría, negada oficialmente pero abierta. Charreadas, uno que otro danzón y una sobrexposición mediática, que propiciaron resbalones discursivos, marcaron la presencia de Creel.

"Aquí nada de que la forma es fondo; la forma es forma y el fondo es fondo", declaró en el salón Juárez, descalificando de paso la figura del ex secretario de Gobernación Jesús Reyes Heroles, promotor de una de las primeras reformas electorales y de un cambio en el trato hacia los partidos de oposición.

El revés de Reyes Heroles

El mediodía del 14 de diciembre, Creel asumió públicamente su fallida aseveración: "La frase que utilicé para criticar el pasado fue desafortunada e injusta; las generalizaciones suelen producir equívocos". La rectificación pública llevó, incluso, a poner el nombre de Jesús Reyes Heroles a un auditorio de la secretaría.

Los últimos meses de Creel en Bucareli reditaron plenamente las oscilaciones de su gestión. Célebres frases salieron a relucir en el encono con el jefe de Gobierno capitalino: "¡Que se defienda como hombrecito!", expresó.

Esa frase marcó en su momento el tono que se había alcanzado en el nivel del debate, que rubricó semanas antes con su convocatoria a dejar atrás "la cultura del sospechosismo", que lanzó en una rueda de prensa, segundos antes de sembrar dudas sobre la actuación privada de López Obrador y sus relaciones con los ministros de la Suprema Corte.

Del sospechosismo se pasó a la solución política. Con las encuestas sobre la administración foxista en picada, con la movilización popular en la capital al alza, en medio del escándalo del desafuero y de la errática estrategia jurídica, Creel deslizó finalmente la posibilidad de una "salida política", propuesta que derivó en el anuncio del cese de Macedo.

Este jueves, antes de entregar el cargo, Creel abundó en su versión del papel que desempeñó la Secretaría de Gobernación en el desafuero y su apuesta por la salida política:

-¿Por qué no le preguntas -respondió a la periodista Carmen Aristegui- a Manuel Camacho? ¿Por qué no le preguntas a José Agustín Ortiz Pinchetti? ¿Por qué no a Javier Quijano? Ahí tienes tres personas a quienes puedes preguntar si no estuvieron en mi despacho dialogando sobre soluciones jurídicas. Les sugería yo salidas jurídicas a un problema que se estaba convirtiendo en un problema político muy serio.

-¿Con el conocimiento de Andrés Manuel? -interrogó la periodista.

-Con su aval -respondió-. A mí no me van a colgar sambenitos de este asunto.

Son tiempos de campaña.

 
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