Usted está aquí: viernes 3 de junio de 2005 Política Incursiones de Luis H. Alvarez en pueblos zapatistas provocan conflictos

El 17 de mayo, bases de apoyo del EZLN lo expulsaron de Guadalupe Tepeyac

Incursiones de Luis H. Alvarez en pueblos zapatistas provocan conflictos

El funcionario reparte recursos con el propósito de doblegar la resistencia comunitaria

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Ampliar la imagen El pasado 17 de mayo, bases de apoyo zapatistas expulsaron al comisionado para la paz en Chiapas, Luis H. Alvarez, de la comunidad Guadalupe Tepeyac FOTO La Jornada

San Cristóbal de las Casas, Chis., 2 de junio. La coordinación para el diálogo y la negociación en Chiapas, dependiente del Poder Ejecutivo federal, por conducto de la Secretaría de Gobernación, acaba de ofrecer recientemente un ejemplo de lo que se entiende por "buenas noticias" en el gobierno foxista. O de la manera oficial de dar las noticias que suceden allá afuera, en el mundo real.

El titular de la coordinación gubernamental, Luis H. Alvarez, fue expulsado airadamente de la comunidad Guadalupe Tepeyac por las bases de apoyo zapatistas el pasado 17 de mayo. El hecho no trascendió al público. No obstante, el día 22 la oficina de Alvarez dio a conocer una fotografía de jóvenes zapatistas encapuchados leyendo unas hojas de papel, presumiblemente al enviado gubernamental. El escueto pie de la imagen afirma que el coordinador "escuchó con absoluto respeto" a las bases del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Guadalupe Tepeyac. No dice cuándo, ni qué fue lo que escuchó con absoluto respeto.

Ese mismo día, de manera bastante general, el funcionario había declarado aquí en San Cristóbal que "el camino (del diálogo) no podrá ser bloqueado por la intolerancia política o ideológica, ni por quienes, con intereses espurios, privilegian el encono, la negligencia y la omisión ante la firme posibilidad que hay ahora de realizar acciones de justicia social, orientadas sólo al beneficio de las comunidades con mayores rezagos de la entidad, sin distingo alguno, y que demandan atención".

En aquella conferencia de prensa del 22 de mayo, Alvarez informaba sobre su más reciente gira por la zona de conflicto, y se jactaba de haberse reunido "con representantes y dirigentes de Guadalupe Tepeyac, La Realidad, Nuevo Jardín, San Francisco, Sibacá, San Marcos, San Quintín, Nuevo San Jacinto, Amador Hernández y Cuxuljá, entre otras comunidades indígenas". Y no decía más.

Los hechos verdaderos

Los verdaderos hechos se conocieron 10 días después, en el contexto de una protesta de los trabajadores de la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de Guadalupe Tepeyac ante el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (SNTSS), Roberto Vega Galina, en esta ciudad. Como registró oportunamente el corresponsal de La Jornada, Elio Henríquez, los inconformes recibieron al también diputado del PRI con una manta que decía: "Autoridades del IMSS: el hospital de Guadalupe Tepeyac existe, como también el movimiento armado persiste".

El 27 de mayo, los trabajadores del hospital en Guadalupe Tepeyac revelaron al corresponsal que Alvarez llegó a la comunidad zapatista para inaugurar un centro de capacitación comunitaria en las instalaciones que dejó el Ejército federal al retirarse de la comunidad y del Aguascalientes original que ocupó durante seis años, y que hoy sirven de fantasmal sede para la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso).

Según otro testimonio, éste de miembros de la sociedad civil también testigos presenciales, el mencionado 17 de mayo unas 300 bases de apoyo del EZLN llegaron hasta el edificio de la Sedeso, impidieron la inauguración del centro gubernamental y expulsaron al coordinador para diálogo y la negociación en Chiapas:

"En los últimos meses, tras algunas reuniones entre Alvarez y el administrador del hospital, se pretendió que el IMSS fuera el promotor de (unos) talleres en preparación. Para esto se pidió el consentimiento de la comunidad y ésta denegó el permiso. A pesar de la negación, los talleres se inauguraron sin ningún anuncio a la comunidad ni la presencia de medios de comunicación. A los pocos minutos de iniciado el acto llegó hasta las puertas de la Sedeso una marcha zapatista al grito de 'los zapatistas les vinimos a caer porque de la oficina quieren hacer un taller'.

"Invitaron a todos los asistentes a salir del edificio y les leyeron unos comunicados donde exigían el desalojo del local con toda la infraestructura instalada allí, y reclamaban al coordinador el incumplimiento gubernamental de los acuerdos. En vista de que iban llegando nuevos camiones de zapatistas, los organizadores del acto oficial decidieron abandonar el lugar. Trece vehículos del IMSS, más una pipa de agua, salieron en caravana cargados hasta los topes de mobiliario diverso. Custodiados por dos largas filas de zapatistas fueron conducidos hasta la salida de Guadalupe Tepeyac, por el camino se les cantaron consignas y se les decoraron los carros con lemas reivindicativos", agrega el testimonio.

Como se recordará, al retirarse las tropas federales del pueblo de Guadalupe Tepeyac, hace cuatro años, el poblado renació. Sus pobladores pudieron regresar después de seis años de exilio en la selva. Pero en vez de ser reintegrado a la comunidad, el edificio que sirvió como cuartel del Ejército federal entre 1995 y 2001 pasó a manos de la Sedeso. A pesar de encontrarse en tierras ejidales ilegalmente "expropiadas", siguieron en manos del gobierno, presuntamente para destinarse a oficinas para el desarrollo de las comunidades indígenas. En los hechos, el edificio ha estado sin uso la mayor parte del tiempo. Es un hoyo negro a orillas de la comunidad a la cual deberían ser reintegrados esos terrenos.

Provocación "bien intencionada"

La nueva "incursión" de Luis H. Alvarez en los municipios autónomos rebeldes evidencia una vez más el carácter de la provocación "bien intencionada" del enviado federal para buscar la paz en Chiapas. Sus visitas, a veces rimbombantes, a veces subrepticias, en decenas de comunidades (particularmente algunas, como La Realidad o Roberto Barrios, donde hay caracoles zapatistas y, en consecuencia, gran presión contrainsurgente), han dejado siempre una estela de conflicto.

Más gestor de recursos y receptor de quejas de comunidades y familias oficialistas que coordinador de ningún diálogo con los zapatistas, el funcionario expulsado de Guadalupe Tepeyac reparte recursos y discursos en un intento pertinaz por doblegar la resistencia de las comunidades echando programas y recursos por delante. Pero hay de recursos a recursos.

Con su posterior protesta, decenas de trabajadores del hospital gubernamental que se localiza también en Guadalupe Tepeyac dieron a conocer que "el techo del nosocomio se está cayendo, el área de pediatría no funciona, y desde hace varios años no se cuenta con médicos especialistas" (Expreso de Chiapas, 28 de mayo). Además de elefante blanco, el hospital vuelve a ser, como en su origen, allá por 1993, un cascarón vacío, escenografía para la "inversión social" de otro gobierno que se orienta, bajo diferentes máscaras, a los efectos contrainsurgentes y corrosivos de sus políticas en las comunidades indígenas.

Durante el acto del día 27 de mayo, los trabajadores del hospital entregaron a los dirigentes del SNTSS un documento en el que señalaban que "el 17 de mayo las comunidades hicieron acto de presencia recordándonos que ésta es aún zona de conflicto, a pesar de que muchos nos olvidamos de ello". Y aclararon que la comunidad "nunca agredió a los trabajadores del hospital, porque no está en contra de nosotros".

 
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