Rompecabezas mexicano
Advierten sociólogos y economistas la presencia de "dos Méxicos", ¡vaya novedad!: el minoritario principado de la abundancia, y el océano de seres humanos con ingresos por debajo de los niveles de subsistencia. El primero es un país de millonarios que compiten con las fortunas más grandes del mundo, y tropiezan con sus nombres en las páginas de Forbes y Hola (la ubicua revista del corazón que cuenta infortunios y proezas de nobles innobles, plebeyos millonarios y aristócratas venidos a menos que venden a un tiempo patéticas historias de amor y pólizas de seguros); un México que tolera con indiferencia al México sin esperanza, y a sus legiones de pordioseros, franeleros, tragafuegos y niños de la calle: el México de los desarrapados.
Pero a partir del "gobierno del cambio", y para ello no hacen falta sociólogos ni economistas, los "dos Méxicos", que por años coexistieron bajo un mismo techo, comenzaron a fragmentarse para convertirse en varios Méxicos, cada uno al margen de los demás, con reglas, valores y modos de vida desiguales: ¡países diferentes!
Uno de los Méxicos satelitales es el macroeconómico de las finanzas públicas, que funciona en su torre de marfil despreocupado de la política. Es el México teórico de los economistas del banco central, que liberados de las decisiones erráticas de presidentes autoritarios (y con frecuencia ignorantes) gozan ahora de libertad para concentrarse en los indicadores económicos. En este mundo académico de tasas de interés, opciones, futuros, índices, inflación y tipos de cambio los tecnócratas mexicanos de Stanford y Chicago siguen de cerca la economía estadunidense, conscientes de que cuando ese país estornuda México sufre pulmonía.
Igualmente despreocupado de la política y desilusionado del gobierno, funciona sin inmutarse el mundo empresarial. Cambiante, flexible, moderno es el México de quienes siguen adelante mientras los políticos continúan rasgándose las vestiduras en el debate bizantino de la globalización. ¿Globalización? ¡Por Dios!, si ahora estamos de tiempo completo modernizando el gobierno corporativo para cumplir con la ley Sarbanes Oxley y competir en Estados Unidos.
Este mundo pragmático encuentra difícil aceptar que el primer presidente empresario haya sido incapaz de realizar las reformas estructurales que hubieran modificado el modelo económico. Saben que éste es un gobierno impotente, pero tienen los factores para doblegar al siguiente: capital, empleos, productos, tecnología y mercados.
El México de la microeconomía funciona, como el de su contraparte, aparte, en burbuja de cristal, y asume por cuenta propia las deficiencias del gobierno. (Los empresarios construyen proyectos de cogeneración, crean mercados paralelos de capitales y sortean la inseguridad pública con guaruras, armas modernas, vehículos blindados y policía privada.)
El desencanto de los empresarios es preocupante, porque la inseguridad y el esfuerzo de sustituir la ineficiencia gubernamental están minando la confianza y erosionando las utilidades.
No olvidemos al México cínico e irresponsable de la política partidista, en el que diputados, senadores y gobernadores, en vez de gobernar o legislar (¡al diablo con el pueblo!), se disputan encarnizadamente la sucesión presidencial de 2006. Saben que será la primera contienda verdaderamente independiente, y por eso anhelan a un tiempo el regreso del PRI, la supervivencia del PAN, el triunfo del PRD, el empoderamiento de Marta y la reivindicación del niño verde. Este es un México de venganzas partidistas, corrupción, impunidad y abusos de poder: ¡el México circense del desafuero! (¿la patria es primero?).
A la vuelta de la esquina, amenazando siempre la gobernabilidad, está el México de la violencia; país de los asaltos a mano armada, las mujeres (¡y ahora niñas!) de Juárez, las invasiones de rufianes armados a casas particulares en presencia de los moradores y los "linchamientos ciudadanos". En lenguaje cinematográfico, un remake del viejo oeste, donde sobrevive el gatillero que desenfunda primero.
Y ahora viene la PGR a decirnos que los ajustes de cuentas del "México negro", o "blanco", pues no hablamos de petróleo, únicamente "inquietan" a la sociedad. La razón, dice el abogado de la nación, es que esos homicidios "no afectan al ciudadano en forma directa". ¡Sálvese quien pueda! El procurador cayó en uno de los juegos sicológicos que describí para La Jornada en 1999 (9/7) sobre la libanizacion de México. Para "racionalizar" la violencia de la guerra civil los libaneses (igual que nosotros) culpaban a la CIA, a Kissinger, a quienes "vivían del lado equivocado de la calle" (el lado donde estalló la bomba) o transitaban en autos de lujo en barrios peligrosos.
También jugaban a las "estadísticas": "no creo que me toque". La señora que comentó con ligereza en una cena "El Chapito está guapito" me recordó a la anfitriona libanesa que preguntó a sus invitados: "¿cenamos ahora, o esperamos el cese al fuego?" ¿Considera usted política y económicamente viable una nación que alberga siete países diferentes?