ECONOMIA MORAL
La vida en el primer mundo
Claroscuros de la realidad británica y restricciones migratorias internacionales
La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente
EN LAS ULTIMAS semanas he tenido la suerte de vivir en la Gran Bretaña (GB) con mi familia en un plan no turístico. Aprovechando el receso parlamentario he sido profesor visitante de la Universidad de Bristol (UB) por unas semanas. Bristol es una próspera ciudad situada en el suroeste de la isla en la que se ubica este pequeño país que dominó el mundo durante algunos siglos. La UB es una universidad pública como prácticamente todas las de este país, en la cual a pesar de Margaret Thatcher y sus reformas neoliberales, el Estado sigue desempeñando un rol central. Aunque Bristol no es tan multiétnico y multicultural como Londres, hay una cierta presencia de personas que llegan de India, Pakistán, España, China, Africa e incluso América Latina.
QUIERO EMPEZAR RESALTANDO tres experiencias familiares sumamente positivas. En primer lugar, una escuela pública de Bristol recibió, sin pedir ninguna documentación (ni siquiera acta de nacimiento), gratuitamente, a mis dos pequeños hijos, uno en jardín de niños, el otro en preprimaria. La escuela es, en la Gran Bretaña, efectivamente universal y gratuita. Cualquier inmigrante ilegal habría podido hacer lo mismo que yo. No hay, pues, discriminación de ningún tipo en el ingreso a dichas escuelas. Los niños que a ella asisten, como a todas las escuelas públicas de Bristol, tienen un origen multicultural y multiétnico. Además, es una excelente escuela. Los grupos son pequeños, la escuela está bien equipada (computadoras y biblioteca, por ejemplo), los salones de clases son amplios y están diseñados para que los niños realicen en ellos múltiples actividades. La escuela se parece mucho (y la enseñanza tiene una calidad similar) a la escuela privada a la que ellos asisten en la ciudad de México.
ES DECIR, LOS académicos británicos (y otros grupos de la población) no se ven forzados (como ocurre en México) a inscribir a sus hijos en escuelas privadas para garantizarles una buena educación. Aunque una minoría rica envía a sus hijos a escuelas privadas, la distancia existente entre éstas y las públicas es muchísimo menor que en México. Otra diferencia importante es el horario. Los niños están en la escuela muchas más horas que en México (6.5 horas allá contra 4.5 en México), lo cual debería permitir, en principio, una mayor participación laboral a sus padres (sobre todo a las madres), aunque aquí se asoma la baja cobertura de los servicios de cuidado de niños que aún no asisten a la escuela (menores de cinco años).
EN SEGUNDO LUGAR, el Servicio Nacional de Salud permitió el registro de todos los miembros de la familia, nuevamente sin requisito alguno. Otra vez, universalismo y gratuidad efectiva. Hay un cargo por los medicamentos (de 6.5 libras esterlinas por cada uno, pero que no aplican para niños, mayores de 60 años o para gente que recibe ayuda gubernamental por su situación de pobreza). Este es un cargo polémico y que tiene sus raíces en las reformas neoliberales del gobierno conservador que presidió la famosa dama de hierro (Thatcher). Aún así, todo lo demás es gratuito.
EN TERCER LUGAR, la Biblioteca Central de Bristol expidió credenciales para los miembros de la familia, lo cual nos dio el derecho de sacar libros bajo préstamo. El único requisito fue un comprobante de domicilio. Como no lo llevábamos con nosotros, nos enviaron por correo (que es público y funciona de maravilla) las credenciales. Estas bibliotecas existen en casi todas las ciudades británicas. Esto tiende a cerrar la brecha entre las familias que tienen amplios recursos para comprar libros para sus hijos (y para ellos mismos) y los que carecen de ellos.
ES DECIR, POR el hecho de habitar en la Gran Bretaña, cualquier familia tiene derecho a que sus hijos asistan gratuitamente a una escuela pública de buena calidad (hasta el equivalente a la preparatoria), a recibir plena atención (casi gratita) a la salud, y a leer libros gratuitamente sin tener que comprarlos.
PERO NO TODO es positivo. Las universidades públicas no son gratuitas. El acceso es muy selectivo en términos de rendimiento académico y, en función de la no gratuidad, tiende a ser clasista. La presión financiera sobre las universidades es brutal. El espíritu empresarial las ha invadido. Cada área de la universidad es contemplada como un centro de 'negocios' y la presión es muy fuerte para que obtengan 'ganancias'. A muchas universidades se les exige obtener superávit vendiendo servicios. Por ejemplo, en una circular, se les indica a los profesores de la escuela de políticas públicas de la Universidad de Bristol que "todos los académicos deben estar involucrados en al menos un proyecto de investigación externamente financiado al año".
EN EL CAMPO académico en el que trabajo, el del estudio de la pobreza, la Gran Bretaña ha sido el país pionero y sigue desempeñando el papel de país líder. A veces he observado, desde México, con mucha envidia, la amplia investigación que los académicos de diversas universidades británicas llevan a cabo en el tema, sobre todo en las universidades de Bristol y de York y en la famosa London School of Economics, que tiene una enorme sección de política social.
SIN EMBARGO, AHORA estoy dudando qué tan independientes son estos investigadores. En las condiciones de fuerte presión financiera como las que se expresan en el párrafo anterior, me parece que la agenda de investigación universitaria es fijada más por los donantes que por los propios investigadores. Una investigación teórica y metodológica como la que llevé a cabo para mi tesis doctoral sería muy difícilmente financiada por fuentes externas en Gran Bretaña, Estados Unidos o cualquier parte del mundo. Si todos los investigadores tienen que involucrarse en proyectos de investigación con recursos externos, no podrán centrarse en reflexiones conceptuales y teóricas, ya que éstas no suelen resultar atractivas para quienes proveen recursos externos a las universidades para proyectos específicos de investigación.
EN LA UNIVERSIDAD de Bristol tuve oportunidad de participar en una mesa redonda en la que se discutió la pregunta de si "los académicos deberían involucrarse en las políticas públicas en vez de perseguir objetivos académicos". Lo primero que dije fue que si la respuesta tuviese que ser tajante, yo diría que no porque las visiones críticas de la sociedad quedarían automáticamente excluidas. En efecto, cuando uno se sitúa en la lógica de las políticas públicas solamente, ya que éstas tienen que operar en el aquí y en el ahora, donde las restricciones son muy grandes, la visión amplia, distante y crítica, resulta casi imposible.
EL PENSAMIENTO CRITICO, en cambio, se sitúa en un espacio geográfico y temporal mucho más amplio. En algunos casos, como el de mi tesis doctoral, o las reflexiones utópicas y el análisis de la antropología filosófica, el espacio puede llegar a ser todo el planeta, y el tiempo toda la historia y todo el futuro de la especie humana. En este espacio hay muy pocas restricciones. Buena parte de los desacuerdos de política pública llevan implícito un desacuerdo sobre las restricciones que no se pueden eliminar o modificar. Con frecuencia, en política social el desacuerdo implícito es sobre qué tan inamovibles son los ingresos públicos. Se rechaza una política pública (como el rechazo de Fox a las pensiones universales para los mayores de 70 años) porque se asume implícitamente que no se pueden aumentar los ingresos públicos o reducir los gastos no indispensables.
REALIZAR INVESTIGACION SOCIAL con fondos provenientes del gobierno o de organismos internacionales, es también una forma de cooptación. Mientras más se colabora con un gobierno, menos distancia se tiene del mismo para ejercer la crítica. Esto lo reconoció Paul Gregg, economista que participó en dicha mesa redonda, y que es asesor muy cercano del gobierno de Tony Blair. En pocas palabras, lo que está ocurriendo, la invasión del mercado en la vida académica transforma el conocimiento en una mercancía y lleva el desarrollo científico a la autodestrucción.
PERO NO ES mi propósito en esta entrega de Economía Moral abordar un aspecto a fondo, sino más bien proveer una gama de ejemplos de la realidad británica de hoy en día. Pasemos, por tanto, al tema del transporte público. Tanto los ferrocarriles, que constituyen, como en otros países de Europa, la vía principal para el transporte de personas entre ciudades, como el servicio de autobuses intraurbano, ha sido privatizado en casi toda Gran Bretaña (una gran excepción es Londres). Como en otros casos (piense el lector en la banca, los servicios aeroportuarios, los teléfonos, por dar algunos ejemplos de México) el resultado inmediato es el encarecimiento del servicio de transporte, al grado tal que está volviendo muy difícil la vida para amplios estratos de la sociedad británica, que para ahorrar en los excesivos gastos de transporte que ello les impone, terminan caminando en exceso, recurriendo a la bicicleta (ambos aspectos con un lado positivo muy subrayado por algunos grupos muy concientes de ciertos aspectos de la salud y del medio ambiente) o restringiendo su vida drásticamente. En algunas ciudades británicas de fuerte carácter universitario, como Oxford y Cambridge, la bicicleta tiene una presencia enorme, como en muchas ciudades chinas. Para los jóvenes la bicicleta es una buena opción. Sin embargo, para una madre que tiene que ir a recoger a un hijo a la escuela llevando en una carreola a un bebé, no hay más opción que el transporte en autobús o caminar. (Lo mismo ocurre para muchas personas de la tercera edad o con alguna enfermedad o discapacidad). Si las madres evaden el autobús por su alto costo, el estrés adicional de caminar empujando una carreola es enorme. En Bristol observé a varias madres empujar, en cuestas muy pronunciadas, la carreola del bebé para llegar a la escuela a recoger al hijo o hija mayor (Bristol es una ciudad con muchos desniveles, como Zacatecas).
CUANDO UNO VISITA Gran Bretaña en plan no turístico, resulta evidente que en ellos prevalece una escasez artificial, y por tanto un encarecimiento también artificial de la mano de obra. Al restringir la inmigración se generan sociedades con insuficiencia de mano de obra que ayude con el cuidado de los menores, los ancianos y a otros grupos que lo requieren. Si esta escasez de mano de obra fuese el fruto del desarrollo global (ya que todas las personas del planeta estuviesen realizando actividades más productivas o más importantes) sería un signo de progreso indudable. Pero siendo fruto de las restricciones a los movimientos migratorios, la "pobreza de ayuda" que sufren los británicos (excepto los muy ricos) y los habitantes de países desarrollados en general, es la otra cara de la moneda del subempleo y la miseria aguda de centenares y miles de millones de personas de nuestros países. Si las restricciones migratorias se eliminasen, ganarían los británicos, que podrían pagar por la ayuda que necesitan agudamente, y ganaría mucha gente de nuestros países, que podrían obtener dichos empleos y vivir menos miserablemente de lo viven ahora.