Ofreció roquerísimo concierto de más de dos horas en el Palacio de los Deportes
Con electroacústicas eróticas, Nine Inch Nails llevó al público al éxtasis
Trent Reznor sedujo a más de 12 mil asistentes con su control de voz y su energía interpretativa
El líder de la banda pidió disculpas por no haber venido antes a México
Ampliar la imagen Unos 12 mil asistentes corearon con un ingl�muy chilango las 23 rolas que Trent Reznor y Nine Inch Nails ofrecieron durante su concierto del jueves por la noche en el Palacio de los Deportes FOTO Francisco Olvera
Más de dos horas de música industrial metalera, de pop rock alternativo, de electroacústicas eróticas llevadas al éxtasis, fueron las que Trent Reznor y su alter ego Nine Inch Nails, devenido combo roquerísimo, ofrecieron la noche del jueves en el Palacio de los Deportes.
Las nueve pulgadas de uñas penetraron en miles de seguidores sudados y entumecidos por la figura seminal de un creador que llevó la contradicción de sonidos ásperos y suaves hasta la fascinación. 23 piezas que recrearon una retrospectiva del traslado de lo industrial -que se permite gestar el metal, el pop, lo electro a través del uso del sintetizador- hasta las masas.
Un Trent Reznor (adulado por cineastas como David Lynch, músicos como David Bowie, así como escritores fundamentales de la contracultura como Mark Dery), que igual escribe letras pop ambiguas, que bandas sonoras de películas de suspenso, o profundas historias de lujuria, se volcó ante el ente de miles de cabezas que descubrió que la alquimia sonora no tiene límites.
Nine Inch Nails devino máquina erótica estridentista, al tiempo que un arrullador e hipnótico motor de creación ruidosa. Como bombardeo, Reznor y compañía (en la guitarra Aaron North, en los teclados Alessandro Cortina, en la batería Jerone Dillon, y en el bajo Twiggie Ramirez, ex Marilyn Manson) asestaron 23 misiles mutados en rolas energéticas que hicieron cantar a los más de 12 mil presentes en un inglés muy chilango.
Orgía ruidosa
Casi a las 22 horas, las luces del domo de cobre se apagaron, luego de la presentación de los teloneros The dresden dolls, dícese Amanda Palmer, en las voces y teclados, y Brian Viglione, en la batería, los cuales iniciaron con el coito sonoro. Ocho rolitas como preámbulo a la verdadera orgía ruidosa del jefe Reznor, que desde los primeros acordes de las canciones Wish, Sin y The line begins to blur, cubría con un diminuta capa de sus emociones a sus seguidores. Apañaba el micro a dos manos, como queriéndolo devorar.
Ojos cerrados, introspectivo, templado, profundo, era lo que reflejaba el cantante, de quien nadie dudaba de sus excelentes composiciones y arreglos musicales. Pero faltaba escucharlo en vivo. Y, sin duda, sedujo a todos por el control de su voz, en ocasiones tan suave, tan pop y dos segundos más tarde tan ruda cual metalero.
Así, March f the pigs, Something a can never have, The hand that feeds y Terrible lie, no dejaban respirar a la audiencia, encendida por el calor ambiental y por los potentes batacazos y distorsionados guitarrazos de la banda, así como por la retorcida fuerza vocal de Reznor, introducida en los cuerpos cual jeringa heroinoindustrializada.
Burn y Closer, que adjetivizaron la música de NIN, penetraban con suavidad cachonda. "Me dejas violarte, me dejas profanarte... quiero fornicarte como un animal", dicta Closer, himno del juego de seducción en esa estética noventera de la generación X, que perfecta ensambló con la plástica idiosincrasia de las nuevas hordas de jóvenes.
Vinieron luego Home (de su reciente material With Teeth), The fragile mezclada con The wretched y Love is not enough.
Sudado hasta el último cabello y con la energía de sus ardientes cuerdas vocales, interpretó Suck, N o, you dont, figuras densas y estruendosas que se apoderaban de los asistentes. Dead souls, como un homenaje a la influyente banda dark punk Joy Division, que creó un mar de nostalgia, hasta que se escucharon Gave up y Piggy, dos exquisitas historias con el sucio toque de un Reznor envuelto en una capa sexual.
La agresividad vuelve al escenario con The day the world went away, Hurt y You know what you are, que hicieron olvidar la mala acústica habitual del lugar. Reznor, alquimista contemporáneo se mostró como lo que fue en la década de los 90: un puente de enlace entre el sonido subterráneo del ciber punk elaborado por grupos como Ministry, Lard o The young gods, y la parte más líbida y comercial de un estilo seudobizarro como el de Marilyn Manson, a quien por cierto le produjo sus primeros trabajos.
Trent Reznor dejó boquiabiertos a emancipados y críticos presentes en el concierto, que cerró con Starfuckers INC y Head line a hole. Nadie le pidió encore al músico, que brilló por su entrega y quien pidió disculpas por no haber venido antes a México, donde hay tanto público cautivo que atiborra locales como este para presenciar propuestas tan finas como la de Nine Inch Nails.