Editorial
Luna de miel en Foxilandia
El secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, dio ayer una nueva muestra de la capacidad del grupo en el poder para inventarse escenarios nacionales idílicos y de atribuir a terceros la responsabilidad por los malos resultados gubernamentales. En un encuentro realizado en San Cristóbal de las Casas con representantes gubernamentales, intelectuales y académicos de América Latina, el responsable de la política exterior nacional aseguró que entre México y Estados Unidos hay "una luna de miel permanente", culpó a los otros gobiernos latinoamericanos por el aislamiento regional en que se encuentra nuestro país hoy día y los instó a adoptar las mismas actitudes serviles hacia Washington que han caracterizado a la administración foxista.
No puede omitirse que los componentes de la relación bilateral entre México y la potencia del norte son, en la circunstancia actual, algo que sólo con un exceso de imaginación podría describirse como "luna de miel": en el terreno político y diplomático Washington ha llevado el vínculo a un bajo nivel ostensible, y en lo económico Estados Unidos ha proseguido sus estrategias proteccionistas disfrazadas de ecologismo o de medidas sanitarias y de seguridad. Pero es en el ámbito migratorio en donde se acumulan más agravios hacia la parte mexicana.
La "guerra contra el terrorismo" lanzada por la Casa Blanca hace casi cuatro años constituyó un pretexto perfecto para acentuar la persecución contra los connacionales que acuden al territorio de la nación vecina en busca de trabajo; en ese mismo contexto, Washington impuso en territorio mexicano con la connivencia vergonzosa de las autoridades nacionales medidas de control y seguridad que atentan contra la dignidad de los viajeros; recientemente, Bush promulgó una nueva disposición federal que prohíbe a las autoridades estatales expedir licencias de manejo a los extranjeros indocumentados y que establece una partida para construir un nuevo muro en la frontera común.
Lo más indignante de esta ofensiva generalizada contra los migrantes mexicanos es el hecho de que la Secretaría de Relaciones Exteriores se haya prestado a legitimar ante la opinión pública por boca del propio Derbez algunas de las medidas infames adoptadas, como el uso de balas de goma contra los mexicanos que se aventuran al norte del Río Bravo. Así, mientras la cancillería de Foxilandia vive su "luna de miel" con las autoridades del país vecino, los mexicanos que sostienen con su trabajo en Estados Unidos la economía nacional padecen una hostilidad sin precedente por parte de las instancias federales y estatales de ese país.
Por lo que hace a la ausencia y el aislamiento de México en el contexto latinoamericano, se trata de una consecuencia directa e inevitable de la torpeza, la mala fe y la veleidad con que se ha manejado la política exterior del país en el curso del presente sexenio, tanto en la gestión de Jorge G. Castañeda como en la del propio Derbez: sumisión a Estados Unidos, agresiones gratuitas contra Cuba, rivalidades improcedentes por el liderazgo regional y hasta caprichos personales como el empecinamiento del actual canciller y de su jefe por ocupar la secretaría general de la OEA. Fuera del Plan Puebla-Panamá, un adefesio que no sirvió para nada más que mantener una estructura burocrática innecesaria, la integración latinoamericana no ha estado presente jamás en la agenda del foxismo, salvo para mencionarla en los discursos. Mientras tanto, las diplomacias brasileña, argentina y chilena han ocupado, con merecimiento, el hueco que dejó Tlatelolco en el subcontinente.
En suma, lo dicho ayer por Derbez en San Cristóbal de las Casas resume aunque sea al revés, como suele hacerlo la versión oficial de este sexenio la tarea de demolición de la política exterior mexicana, antes motivo de orgullo y hoy, de vergüenza.