Usted está aquí: domingo 12 de junio de 2005 Opinión El Presidente: ¿hombre de partido?

Néstor de Buen

El Presidente: ¿hombre de partido?

Con motivo de la concentración que se llevará a cabo el próximo 2 de julio, en supuesta conmemoración del quinto aniversario de las elecciones que llevaron a Vicente Fox a la Presidencia de la República, se ha planteado otra discusión, como tantas que ahora se provocan, acerca de si el Presidente puede o no participar de manera activa en la política partidista. El tema es interesante, porque nadie puede dudar que quien no sea político es difícil que llegue al más alto puesto de la administración. La exigencia que ahora se invoca es que el Presidente debe dedicarse solamente al ejercicio de su mandato, sin manifestar simpatía especial por ningún partido. Nada fácil.

El problema tiene varias facetas, ciertamente. La más visible parecería referirse al aprovechamiento de su posición para conseguir ventajas a favor de un determinado partido. Eso implicaría, de manera principal, la distracción de las obligaciones que le señala el artículo 89 constitucional. Pero en parte alguna de la Constitución se establecen prohibiciones al Presidente.

La perspectiva constitucional es interesante. Porque el Presidente no puede ser sujeto de juicio político ni de declaraciones de procedencia. Su única responsabilidad constitucional está prevista en el artículo 108, segundo párrafo, que dispone que durante el tiempo de su encargo sólo podrá ser acusado por traición a la patria o por la comisión de delitos graves del orden común.

Hay, sin embargo, la disposición del artículo 87, que al redactar los términos de la protesta que debe rendir el Presidente al asumir su cargo le impone como obligación principal mirar "en todo por el bien y prosperidad de la Unión". No se trata precisamente de una regla estricta porque, finalmente, el Presidente podría invocar que desde su personal punto de vista, para lograr esos fines se vale cualquier conducta, entre ellas la de hacer eficaces los principios que hayan podido inspirar a su partido político. Pero, en términos generales, podría considerarse que la acción presidencial debe estar por encima de los intereses partidistas. Finalmente, la Constitución misma habrá de ser la fuente de inspiración de la conducta presidencial.

En los recordados tiempos del PRI, una nota permanente fue que un día el presidente rendía su protesta de guardar y hacer cumplir la Constitución y a los pocos días, aprovechando la mayoría absoluta de su partido en el Congreso de la Unión y en las legislaturas de los estados, la reformaba a su gusto. Eso explica que haya sufrido más de 400 reformas y adiciones, entre ellas nada menos que 20 veces al artículo 123. Pero hoy los hechos, que son tercos, provocan que las elecciones no sean notablemente priístas, y que para lograr una reforma constitucional se presenten muy complicadas.

Se ha dicho, y a mí me parece una conclusión lógica, que la concentración del próximo 2 de julio persigue ofrecer un apoyo a las candidaturas panistas en las elecciones del día 3, en Nayarit y en el estado de México. El PAN y el propio presidente Fox, por conducto de su vocero, el muy afamado Rubén Aguilar, han asumido la responsabilidad de la convocatoria, aunque negando rotundamente que haya una intención distinta de la conmemoración de las elecciones del año 2000.

El tema, pues, navega entre una interpretación extensiva y otra restrictiva del mandato constitucional y una opinión pública que no cree necesitar justificaciones. El centro real de la cuestión estaría, simple y sencillamente, en la superación de alguna regla que prohíbe hacer propaganda en los tres días previos al señalado para el acto electoral (artículo 190 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales) y en el acto electoral mismo. En el caso el acto de evidente proselitismo no se llevará a cabo en Nayarit y el estado de de México pero sí en el Distrito Federal, lo que, a fin de cuentas, tiene inclusive mayor impacto.

Ciertamente el Presidente no incurrirá en faltas notables por su iniciativa concentradora. No existe disposición que castigue un acto de esa naturaleza, pero el problema real es que nadie cree en el espíritu conmemorativo del acto que se llevará a cabo en la glorieta del Angel de la Independencia, territorio hoy en día más futbolero que nacionalista. Aunque es necesario reconocer: la televisión nos ha mostrado con generosidad que fue allí donde un Vicente Fox en estado de gracia celebró el resultado de las elecciones.

La consecuencia, en mi concepto, será que sin violar ni la Constitución ni la ley, el Presidente dará otro tropezón en su credibilidad. Pienso que el resultado no será favorable al PAN en el largo plazo. Y menos favorable aún para el prestigio presidencial. Es demasiado evidente la intención.

 
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