Usted está aquí: domingo 12 de junio de 2005 Capital Vista magnífica

Angeles González Gamio

Vista magnífica

Ya hemos hablado con anterioridad del imponente Palacio de Bellas Artes, que el año pasado cumplió 70 años de haber sido inaugurado por el presidente Abelardo Rodríguez, aunque en realidad han pasado 100 años de que se inició su construcción, la cual fue interrumpida por la Revolución. El proyecto original, que diseñó el arquitecto italiano Adamo Boari, era como un gran invernadero.

Al reanudarse la obra, en la década de los treinta del siglo XX, el proyecto del interior que había quedado inconcluso, fue modificado por los arquitectos Alberto J. Pani y Federico Mariscal, eliminando el enorme vestíbulo, la ostentosa sala de espectáculos, las plantas colgantes y una sala de fiestas. Decidieron conservar la estructura metálica de las cúpulas pero cubrirlas con losas de concreto planas unidas por "juntas frías", una tecnología novedosa para la época, en la que se pensaba que el concreto era la panacea, lo cual ha desmentido el paso del tiempo. Sobre éstas se colocaron losas de prismáticos, cerámica y metal.

Como ya hemos comentado, al paso de los años surgieron múltiples filtraciones y se le fueron haciendo arreglos y parches, metiéndoles pastas y resinas diversas. Con acierto, las actuales autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes decidieron realizar una obra a fondo, que concluyó recientemente y que permite apreciar en su esplendor las soberbias cúpulas y el grupo escultórico, de cobre hueco, que realizó el húngaro Geza Marotti a principios del siglo XX, para el proyecto de Boari

El monumental exterior, de albo mármol de Carrara, se limpió, recuperando su lustre; en el interior se amplió el foso para la orquesta, se arreglaron las butacas, se rebarnizaron los pisos, remozaron los baños y se sustituyeron piezas de los mármoles del vestíbulo. Todo esto se puede apreciar en una mirada con cierta distancia a las marmóreas fachadas y la parte interna con un recorrido con la mirada alerta.

Lo que era casi imposible era admirar el soberbio grupo escultórico de Marotti que corona la cúpula. Para nuestra suerte, ahora podemos verlo a nivel de los ojos, subiendo al último piso del edificio gemelo de La Nacional, que se encuentra justo enfrente, sobre avenida Juárez, que ahora está convertido en una tienda Sears, que respetó el estilo art-decó, con sus formas geométricas, escalera de granito negro y demás elegancias de la época.

El vecino edificio de La Nacional, construido en los años treinta del pasado siglo, constituyó el modelo para el que nos ocupa; fue el primero de concreto en la ciudad de México, con pilotes del mismo material. Lo diseñaron y construyeron los arquitectos Manuel Ortiz Monasterio, Bernardo Calderón y Luis Alvarado. Por muchos años fue el "rascacielos" de la capital y era visita imprescindible de fuereños. Ambos edificios actualmente son propiedad del señor Carlos Slim y se dice que La Nacional, ahora de oficinas, va a ser adecuado para departamentos, que también van a tener la vista espectacular de Bellas Artes.

Por lo pronto, asómese en los balcones de los pisos altos de Sears y goce con el colorido de los destellos amarillos, naranjas, plateados, cobrizos y dorados de la soberbia cúpula, y el imponente grupo de cobre hueco que muestra esbeltas doncellas con las manos entrelazadas con guirnaldas de flores, rodeando el pedestal que sostiene una gran águila con las alas abiertas, devorando una serpiente.

Ya que está aquí aproveche para caminar por la Alameda y echar un vistazo a los ya casi concluidos edificios de la Plaza Juárez, con las formas y el colorido que caracterizan las obras de Ricardo Legorreta, uno de los grandes arquitectos mexicanos contemporáneos. Pronto les dedicaremos una crónica, pero ya es hora del aperitivo que nos prepare para una suculenta comida; unos pasos adelante está el restaurante El Cardenal del hotel Sheraton, que en esta temporada ofrece ¡flores de maguey!, sea con huevo, en quesadillas o sopa; una muy poco conocida exquisitez gastronómica nacional, que pocos lugares manejan.

El pecho de ternera al horno es inigualable, pero le sugiero compartir, pues es tamaño bisonte. Para los que prefieren la fauna marina, el pescado tallado al carbón no tiene pierde. Tras este sustancioso festín, de postre nos limitaremos a las nieves hechas en casa, con las frutas del momento: mango, zapote negro, mamey y guanábana.

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