Clases universitarias... tras las rejas
Puso en marcha la UACM programa piloto en la penitenciaría de Santa Marta Acatitla
Cuando el fotógrafo Marco Peláez le pregunta si le molestaría ver su retrato en este periódico, el hombre de pelo cano y arrugas profundas, uniformado de camisa y pantalón azules, sentado en su pupitre a dos metros del pizarrón, pagando un castigo que todavía le reserva algunas décadas en la cárcel, suelta una risotada y dice que no. "A mí no me importa que sepan que estoy aquí por matar a esos tres, que eran pinches policías", afirma mientras inclina la cabeza ante un cuaderno tamaño carta y busca los apuntes de la lección anterior, que encuentra y revisa de una ojeada.
Son las cuatro y media de la tarde y, como todos los lunes, está a punto de comenzar la clase de Introducción al pensamiento social, basada esta vez en un seminario de Immanuel Wallerstein sobre la construcción histórica de las ciencias sociales. La materia forma parte del Programa de Educación Superior en Centros de Readaptación Social que la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) acaba de poner en marcha en dos prisiones de Santa Marta Acatitla: la antigua penitenciaría para varones sentenciados y la contigua y flamante cárcel para mujeres procesadas y condenadas, que reúne a todas las que se encuentran presas en el Distrito Federal.
-A mí de plano sí me molesta que me tomen fotos -anuncia otro interno, de ojos penetrantes y frente en expansión debido a la calvicie, que viste bermudas de mezclilla y se prepara, dirá después, para salir dentro de un año.
-¿Fotos? No, yo no, a mí no me conviene -asegura otro interno, casi cincuentón, encerrado desde 1989 y con 35 años más a la sombra como perspectiva, si la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se niega a revisar su expediente.
-Mire usted -dice en voz alta el que no tiene inconveniente en ser fotografiado-. Sabemos que pronto va a venir el rector y queremos aprovechar para hablar con él y conocer a las compañeras que también están estudiando; ya sea que ellas vengan acá o que nosotros vayamos a la casa de enfrente...
Se refiere al ingeniero Manuel Pérez Rocha, rector de la UACM, y a su muy esperada visita, no se sabe todavía a cuál de los dos centros de reclusión de esta zona de Iztapalapa. Quien lo escucha atentamente es Natasha Bidault, de la que párrafos más abajo hablará de nuevo esta crónica. Por ahora hay que guardar silencio, porque la profesora ha entrado en el salón y el tiempo comienza a correr más de prisa que de costumbre: los 50 minutos de la clase pasarán inadvertidos.
--A mí me gustaría mucho que nos explicaran de qué se trata este proyecto, porque no me queda muy claro todavía -dirá a la salida el hombre que espera recobrar la libertad dentro de un año--. Pero también creo que sería bueno que afuera se entienda qué estamos haciendo con la UACM, porque se puede llegar a pensar que, habiendo tanta gente sin acceso a la enseñanza, no es justo que nos den ese privilegio a nosotros, que estamos aquí por cabrones...
Contra las calificaciones
Antes de exponer qué pretende la UACM con este programa escolar tras las rejas, Florinda Riquer, coordinadora académica de la institución, describe los objetivos generales de la universidad fundada por Andrés Manuel López Obrador, cuyo lema, atribuido a Terencio y popularizado por Marx, reza en latín con traducción simultánea: "Nada de lo humano me es ajeno".
-En la UACM no aplicamos medidas que promuevan el fracaso escolar, como hacen las estructuras educativas tradicionales, que van eliminando a los más débiles en busca de una supuesta excelencia. Si eso dependiera del rector, aquí no habría calificaciones numéricas.
-¿Cómo se aprueban las materias?
-Cuando los alumnos ingresan, los maestros valoran sus habilidades en tres aspectos: lecto-escritura, matemáticas y estrategias de aprendizaje, porque generalmente llegan de las instituciones educativas sin saber leer ni escribir, sin saber matemáticas y sin saber estudiar. Nuestra apuesta es que toda persona, independientemente de su condición social, tiene derecho a la educación. De lo que se trata es de formar individuos con un alto nivel de capacidad académica, pensamiento crítico y visión humanista. Por eso, para entrar a la UACM, los aspirantes no presentan examen de admisión, porque éste es un mecanismo de exclusión social completamente injusto.
"Si entregan su certificado de preparatoria, y comprueban que son habitantes del Distrito Federal, reciben un número y participan en un sorteo que se efectúa ante notario público mediante una tómbola."
-¿Cuál es el cupo?
-Cada año se incorporan los estudiantes que se puedan en función del presupuesto disponible, que es como de cuatro salarios mínimos por cabeza, pero los números no sacados de la tómbola no pierden la oportunidad de ingresar: quedan en lista de espera hasta el próximo ciclo.
La maestra Riquer se levanta de la mesa redonda en torno de la cual estamos conversando en su despacho del Centro Histórico, y con paciencia recoge de la alfombra la tapa de plástico de un ventilador que ha sido expulsada por el viento de las aspas, incapaces de disminuir un ápice de nanogrado el asfixiante calor del mediodía.
-En la UACM no le hacemos el juego a la determinación de que los pobres deben ser técnicos porque son pobres. ¿Técnicos por qué? ¿Y por qué no filósofos o artistas? ¿Porque no les van a dar trabajo? Perdón, pero la universidad no tiene por qué resolver el mercado de trabajo. Por eso en la cárcel, con más razón, queremos romper la idea de que sólo se deben promover actividades manuales...
La puerta se abre de repente y a grandes zancadas, porque llega con retraso, entra la impetuosa abogada Natasha Bidault, mexicana de nombre ruso y apellido francés, ex directora de más de una docena de cárceles en todo el país, que ahora conduce el Programa de Educación Superior en Ceresos.
-¿En qué van? -pregunta, sentándose.
-Florinda le está explicando por qué la UACM está en la cárcel -dice apuntando al cronista la profesora Teresa Rodríguez de la Vega, única docente del programa que imparte su materia en los dos presidios.
Un derecho
Al igual que los estudiantes de nuevo ingreso que asisten a los cuatro planteles de la UACM ubicados en San Lorenzo Tezonco, Iztapalapa, la colonia Del Valle y el Centro Histórico, los alumnos de las cárceles de Santa Marta Acatitla están cursando el ciclo básico, que consta de cinco materias: conocimiento, aprendizaje e identidad; matemáticas; expresión oral y escrita; introducción al pensamiento social, y teatro. Después pasarán a alguno de los tres colegios -Humanidades y Ciencias Sociales, Ciencias Exactas y Tecnología, y Ciencias Exactas y Humanidades- en que está organizada la institución.
-Me preguntabas cómo se aprueban las materias -recuerda la académica-, y te digo que en lugar de presentar exámenes, los alumnos acuden al Area de Coordinación de Certificación, donde solicitan una valoración formativa de su trabajo y, considerando que la calificación es un derecho del estudiante, no un privilegio del maestro, tú puedes exigir que te evalúen cuantas veces lo creas necesario.
-¿Eso vale para los que están presos?
-En la UACM consideramos que los alumnos del Programa de Ceresos tienen las mismas prerrogativas que los que están en libertad, y quienes consigan salir de la cárcel podrán continuar sus estudios en cualquiera de los planteles. Aunque estén encerrados, para nosotros ya son miembros de la institución.