Al igual que los varones, asisten a clases impartidas por la UACM desde abril pasado
Reclusas de Santa Marta Acatitla, presas en la reflexión de un texto de Wallerstein
El diseño del presidio, parecido a un penal de máxima seguridad, un problema, comenta la directora
La mayoría de las internas, olvidadas por su familia y pareja
"Canario, ¡quiero contigo! ¿Cuándo me vienes a ver?", grita una muchacha desde un corredor en el Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Marta Acatitla al paso del fotógrafo y del reportero. Son las 11 de la mañana y el aire está cargado de un extraño olor a tensión sexual: vestidas de camisa y pantalones azules, o playeras blancas y pantalones beiges -el color delata su situación jurídica-, no pocas internas llevan el pelo cortado como hombres y algunas, excepcionalmente, ostentan un doble disfraz al adoptar el aspecto de muchachos maquillados y ataviados como "locas".
Las de beige son aquellas que todavía no reciben sentencia, a diferencia de las de azul que ya fueron condenadas y son abrumadora mayoría. Hace poco más de un año, casi todas -salvo, claro está, las de muy reciente ingreso- habitaban las dependencias femeniles de los reclusorios Norte, Oriente y Sur, así como la Cárcel de Mujeres de Tepepan. Pero desde los primeros días de mayo de 2004, por disposiciones del Gobierno del Distrito Federal (GDF), fueron concentradas en este flamante presidio de Santa Marta Acatitla, diseñado por la administración de Rosario Robles y terminado durante la de Andrés Manuel López Obrador.
Con capacidad para alojar a 700 reclusas, retiene actualmente a mil 300, pero su mayor problema no es la sobrepoblación, que todavía es manejable, sino su concepción arquitectónica, que se parece en cierto modo a la de una cárcel de máxima seguridad "y desde luego no lo es", afirma Luz Margarita Malo González, tercera directora de la institución en menos de un año.
-Todos los edificios son iguales, todos los pasillos también, y cuando vas de un dormitorio a otro te da la impresión de que no sales del mismo sitio. Además, no tienes manera de ver a lo lejos y descansar la vista, y todo eso termina por causar daños psicológicos que aumentan el sufrimiento emocional cuando tienes que permanecer muchos años adentro -explica diligentemente en la puerta de su oficina.
La visita a la cordial funcionaria, que bromea con su apellido -"Hola, soy Malo, mucho gusto"-, se da pocos minutos antes de que la pedagoga Ana Lilia Lara Ramírez acompañe a los enviados de este diario al centro escolar Rosario Ibarra de Piedra a observar cómo funciona en la práctica el Programa de Educación Superior en Centros de Readaptación Social, que la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) puso en marcha el primero de abril pasado allí y en la contigua penitenciaría para varones.
A los hombres los apapachan
Malo González tiene razón: la estructura octagonal del primer edificio que cruzamos es idéntica a la del siguiente, así como se repiten los pasillos que los conectan, donde no hay barrotes sino planchas de concreto alineadas como fichas verticales de dominó entre las cuales se ven pequeñas canchas de basquetbol, patios circulares y ropa tendida al sol desde estrechos agujeros que exigen verdaderos prodigios de habilidad para sacar las prendas, hechas bolita a través de cilindros apenas más anchos que un brazo, y luego colgarlas manipulándolas como si fueran títeres de teatro guiñol.
Cuando uno se fija con detenimiento, advierte que en lo alto de los corredores las internas han pintado extraños símbolos geométricos de tonos alegres, tal vez como emblemas de bandas callejeras para marcar territorios, tal vez como señales para saber dónde están, especularemos fotógrafo y reportero después, cuando salgamos de allí; por lo pronto avanzamos de prisa y en silencio, asediados por las miradas de tantas mujeres en cautiverio que casi nunca -eso nos lo explicará una socióloga más tarde-, "casi nunca reciben visita conyugal: las colas de hombres que vienen a verlas son 10 veces más cortas que las que se forman a las puertas de las cárceles varoniles. A las mujeres, cuando caen presas, su pareja y sus familiares por lo general las abandonan; a los hombres, al contrario, los apapachan más", apunta.
A punto de llegar al centro escolar Rosario Ibarra de Piedra, que la incansable activista de los derechos humanos inauguró en septiembre del año anterior, topamos con una mesa de patas muy altas y con una sudorosa muchacha de beige inclinada ante ella, que pega sobre un tablero múltiples recortes de revistas a colores con el mismo tema: el cuerpo femenino al desnudo. Es de momento la única alumna del taller de collage que dirige el maestro Juan Manuel Serrano, patrocinado por el programa Artes por Todas Partes de la Secretaría de Cultura del GDF.
-Las demás no llegaron porque no hay agua -dice la interna, y a la pregunta de qué está haciendo, responde sin distraerse-. El tema de mi cuadro es todo lo que hay alrededor del dinero y del sexo.
Carla y Newton
Sobre la superficie de un viejo pizarrón que en su larga vida ha sido cuatro veces pintado de verde, el blanco yeso del gis adelgaza hasta volver casi imperceptibles las líneas del supuesto abanico dibujado por la joven maestra de la UACM en la silenciosa aula donde, obligadas a cumplir sentencias de décadas tras las rejas, las alumnas copian en sus cuadernos las ideas de Immanuel Wallerstein sobre la construcción histórica de las ciencias sociales, cuando un grito destruye la placidez intelectual de la mañana.
-¡Caaarlaaa!
La maestra ha anotado los nombres de las disciplinas que surgieron cuando se produjo el divorcio entre la teología y la filosofía, y ahora reflexiona ante los pupitres con el gis entre los dedos como un cigarro.
-La física es la ciencia que opera con menos abstracciones porque todas sus leyes son observables, pero ésa es la física de Newton, la de la manzana que cae del árbol por gravedad, porque como bien dice Julieta Fierro, la física de nuestros días es la que debe establecer por qué un globo describe la impredecible trayectoria que describe cuando se le escapa el aire.
El grito vuelve a estallar.
-¡Caaarlaaa, te mando besitooos! ¡Ya van a subir tus cooosas!
La espantosa voz de la gritona zumba como si viniera del salón de junto cuando en realidad está encima, en el nivel inmediato superior del edificio, el tercero, donde se repiten las celdas de aislamiento y de castigo.
-¡Caaarlaaa! ¡Te extraño mucho!
-La odio -susurra la estudiante sentada a mi derecha, en la fila de hasta atrás del salón-. Todos los días es lo mismo...
Las alumnas trabajan con reconcentración y a los estímulos de la profesora responden con puntuales preguntas: han leído las fotocopias del libro de Wallerstein que les fueron entregadas una semana atrás. Tendrán entre 25 y 35 años, lucen muy limpias, maquilladas discretamente, el pelo recién lavado, teñido en diversos tonos de rojo castaño como la mayoría de las mujeres libres de allá afuera, pero esta vez no han asistido al curso todas las inscritas en el Programa de Educación Superior de la UACM.
Una se fue de visita íntima al reclusorio donde está su compañero, y Sara Aldrete, la más famosa del grupo, sentenciada a más de 300 años por la comisión de 13 asesinatos con la banda de los narcosatánicos -un caso que estremeció al país en 1989-, amaneció con la presión y el azúcar muy abajo y fue trasladada a la ex Cárcel de Mujeres de Tepepan, donde está el hospital de especialidades que da servicio médico a los huéspedes masculinos y femeninos de todos los penales del Distrito Federal.
-Se enfermó cuando le dijeron que se perdió su certificado de preparatoria. Si no lo encuentran va a tener que volver a presentar exámenes de prepa, y si no los pasa no podrá seguir estudiando en la UACM -revelará después la socióloga que todo lo sabe...