Usted está aquí: domingo 19 de junio de 2005 Opinión Requisitos y urgencias

Rolando Cordera Campos

Requisitos y urgencias

México necesita con urgencia iniciar un nuevo ciclo de expansión de su economía, que le permita emplear a los subempleados y desempleados y ocupar a las camadas millonarias de jóvenes que cada año entran al mercado de trabajo. También urge reconstruir el Estado, hacerlo fiscal y políticamente fuerte, para acometer las enormes tareas de seguridad y protección individual y social que su gente, empobrecida y amenazada por el crimen organizado, reclama y reclamará como prueba de que en efecto el país cambió hacia la democracia y la modernidad.

Sólo así podrá plantearse con seriedad lograr que la globalización en la que nos metimos con tanta premura e ilusión trabaje a nuestro favor, y sólo así será factible, viable, ejercer una soberanía nacional siempre bajo acoso pero indispensable como nunca para formar parte del mundo global. Encarar estas urgencias es requisito obligado para buscar la unidad de voluntades que un proyecto nacional requiere.

No es sólo con voluntad como puede desatarse el crecimiento o fortalecerse el Estado. Pero es difícil, si no imposible, lograr lo anterior sin la conformación de una voluntad política que unifique esfuerzos, trace rutas de evolución, encauce el conflicto social y siente las bases de compromisos sociales que sustenten la legitimidad del Estado y de la democracia. Una a una, estas ecuaciones tienen que ser despejadas por los hombres de la política, del poder y de la empresa, si lo que se busca es transitar por la sucesión presidencial, y después de ella, con alguna estabilidad y tranquilidad social y política. De otra suerte, el vendaval de violencia criminal que hoy nos azota se volverá tumulto, montonera, disgregación territorial y comunitaria.

El veredicto de la hora, confirmado precisamente por esa violencia, es el desmoronamiento del proyecto de alternancia y transición que se propuso el actual grupo gobernante y prometió volver realidad el presidente Fox desde antes de serlo. Se dice rápido, pero el fracaso de este empeño ha vulnerado el orden público, afectado profundamente la credibilidad de la política y herido, algunos dicen ya que de muerte, la legitimidad de un Estado que parecía capaz de recuperar y ampliar esta legitimidad con cargo al nuevo régimen democrático que se estrenó por partes pero logró su confirmación el 2 de julio del año 2000.

Nunca se imaginaron los celebrantes de esa fecha que llegaría a ella este año en medio de tanta desazón y sentimientos frustrados. Festejar y recordar se puede, pero cuando la fiesta llegue a su clímax será inevitable admitir que no hay razón suficiente para insistir en una celebración al borde de la quiebra.

Dar paso a una ronda de emergencia, para construir acuerdos mínimos pero fundamentales, es la consigna de la hora. No hay ponente, porque los que deberían serlo están ocupados dirimiendo su lugar en el reparto del poder que tendrá lugar el año entrante, pero de que hay que intentarlo, y ya, no queda duda. En ello nos va el futuro, que cuando alcanza de la manera en que lo ha hecho con nosotros, se vuelve fuerza corrosiva. Reconstruirlo mediante un proyecto de unificación nacional de voluntades es la única manera de alcanzarlo.

 
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