Usted está aquí: domingo 19 de junio de 2005 Opinión Deuda: restructuración o condonación

Antonio Gershenson

Deuda: restructuración o condonación

El llamado Grupo de los Ocho decidió, de manera preliminar, condonar el adeudo de 18 países con los organismos financieros internacionales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Esto será sobre la base de condicionamientos, y hay que considerar que el grueso de la deuda externa de los países es con banca u organismos financieros privados, y que ésta no fue tocada.

Sin embargo, este paso, que en cierto sentido y con sus limitaciones implica una concesión en el plano internacional, es uno de los resultados de la batalla por la solución de la deuda externa, en determinados casos ya impagable, de los países dependientes. En especial, el caso argentino ha tenido una repercusión mundial. Como hemos visto en momentos anteriores, esa restructuración implicó una reducción de la deuda nominal argentina a un 40 por ciento, en los casos renegociados, que fueron la gran mayoría, y en los otros un alargamiento del problema, pero que ya no pesa sobre la economía argentina. Hace poco, este país obtuvo un nuevo triunfo en este proceso, cuando tribunales estadunidenses rechazaron una demanda de acreedores inconformes, que pretendían bloquear arreglos de otros acreedores con Argentina.

La medida del Grupo de los Ocho tiene también, entonces, el sentido de presentar una alternativa para desalentar la adopción de medidas estilo argentino a numerosos países cuya deuda es prácticamente impagable. No va a resolver el problema, pero tratará de encauzarlo para evitar ese camino ahora no sólo abierto por este país del sur sino comprobado en cuanto a su éxito, hasta el momento en un elevado porcentaje. Los casos que quedan en conflicto son mínimos en comparación con el problema anterior, y prácticamente no afectan su desarrollo económico.

Este proceso no se limita a la deuda. En Bolivia han caído dos gobiernos que trataron de defender un modelo de desarrollo ya fracasado. El planteamiento de nacionalizar el petróleo y el gas natural es una bandera central. En Venezuela, para compensar las excesivas utilidades que gobiernos anteriores concedieron a compañías petroleras, ahora el gobierno les eleva los impuestos como un medio de recuperación.

En México, una vez que tengamos un gobierno libre de compromisos con la tecnocracia, se planteará un problema que, en cierto sentido, no tiene la gravedad del que se tuvo en Argentina, donde tuvieron más de tres años de suspensión de pagos de la deuda, con múltiples implicaciones. Pero sí hay un problema serio en cuanto al tamaño de la deuda pública real.

Las autoridades financieras mexicanas se han negado a reconocer como deuda pública a los llamados Pidiregas. Estos son pagos diferidos a presupuestos de años futuros, o sea, deuda. Y los contraen empresas públicas, básicamente Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad, o sea que es deuda pública. Lo mismo hacen con el dineral del "rescate bancario", o sea, el del Fobaproa, luego rebautizado como IPAB. Con eso, se persigue dar una imagen de deuda chiquita, de estabilidad macroeconómica y de cumplimiento con las viejas reglas financieras internacionales. Pero también se protege a delincuentes de cuello blanco, varios de ellos banqueros o ex banqueros.

Así, se usa el "secreto bancario" para bloquear la fiscalización, incluso por parte del Congreso por medio de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), de fideicomisos y de cuentas que pueden ser usadas aun para el lavado de dinero, dada su impunidad y su falta de transparencia. Esto ha costado a los tecnócratas sucesivas observaciones de la ASF, pero también de organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, y de gobiernos del exterior. Y sus "calificaciones" no son las que ellos hubieran querido. En general, la deuda pública federal tiene calificación BBB o BBB-, cuando que la deuda del Distrito Federal tiene AAA, muy superior.

En cuanto caigan las barreras tecnocráticas, a México se le planteará la necesidad de reducir de manera notoria los pagos del servicio de su deuda pública real. Caerán los mitos de una "quiebra de Pemex" inventada cuando funcionarios tiran la basura en la casa del vecino y dicen que la paraestatal es la endeudada, cuando que es público que tiene una rentabilidad enorme, especialmente con los actuales precios del petróleo crudo. Entonces, habrá que hacer frente a la cruda realidad. Y se planteará la necesidad de la restructuración de la deuda externa, ya consolidada y reconocida como tal.

Como hemos dicho, las formas que esto puede adoptar dependen de muchos factores. Uno de ellos es la disposición de los acreedores a negociar, o bien su agresividad en caso contrario. Cabe suponer que, después de Argentina, serán más cuidadosos al ver cómo les fue a los más beligerantes, que se quedaron sin un centavo del dinero que habían prestado, y con una serie de juicios casi eternos como único consuelo. Pero, de una u otra forma, la restructuración no sólo deberá reducir el servicio de la deuda en lo general, sino que tendrá que dar lugar a plazos más largos para su pago, como ha sucedido en casos anteriores. Esto será un elemento importante para la reactivación de la economía del país.

 
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