Editorial
Metrobús: obra inconclusa
En el caótico arranque del Metrobús en esta capital se han conjuntado factores de índole diversa: desde manifestaciones de operadores de microbuses que se ven afectados en sus intereses hasta unidades en mal estado del nuevo medio de transporte, pasando por la falta de cultura cívica de automovilistas que invaden los carriles confinados, la desorganización en los mandos de las dos empresas que operan el servicio, la falta de coordinación con los policías de tránsito y hasta la persistencia del comercio ambulante, el cual invadió estaciones del Metrobús, al parecer, desde antes de que fueran inauguradas. Pero la causa más evidente de esa salida en falso es que se entregó a la ciudadanía un sistema inconcluso en organización, planificación, construcción, señalamientos e información, vías de acceso, sistemas de comunicación interna y capacitación de los operadores.
Sin duda el Metrobús es una opción importante, innovadora y valiosa para aliviar el acuciante problema de transporte público que padece la ciudad de México, y es indudable que las fallas y las carencias con que entró en servicio son corregibles a corto plazo. Sin ignorar estos hechos, debe señalarse que el gobierno capitalino lo inauguró con precipitación inadmisible si se mira desde un espíritu de servicio a la población, sólo entendible por un afán de lucimiento político y propagandístico que demerita la obra y genera entre la ciudadanía el efecto contrario al buscado.
La gratuidad provisional del nuevo medio de transporte de ninguna manera justifica sus fallas iniciales, porque quienes acudieron a él en los dos primeros días de operación no pueden ser tomados como conejillos de Indias, y argumentarlo así implicaría ahondar el yerro cometido. Por lo demás, sería inconcebible que el Metrobús empezara a cobrar sin que antes se subsanen los múltiples problemas que enfrenta: rezagos, falta de señalización, ausencia de instalaciones para discapacitados, obra negra en la que aún se encuentran algunas estaciones, fallas mecánicas en las unidades, dificultades producto de la falta de capacitación de operarios para estacionarlas adecuadamente en las plataformas, chapuzas en las instalaciones eléctricas, carencia de accesos y, en especial, los pendientes en las obras de confinamiento y señalización externa para peatones.
Por si hiciera falta, la inauguración prematura puso en evidencia que no se ha realizado a cabalidad el trabajo de negociación y concertación con los microbuseros ahora desplazados de avenida de los Insurgentes.
Se repitió así, aumentado, el episodio de la puesta en servicio a medias del distribuidor vial de San Antonio y de los segundos pisos del Periférico, obras que aún ahora exhiben carencias, algunas peligrosas. Sin demeritar la importancia y trascendencia de esas obras, a las que se suma ahora el Metrobús de Insurgentes, es obligado señalar, como punto común, la preocupación frívola y contraproducente por exhibir resultados antes de tiempo.
La consecuencia es que, en forma innecesaria, se somete a los usuarios de esos servicios automovilistas, en el caso del distribuidor y los pasos elevados, peatones en el del Metrobús a incomodidades, incertidumbre y peligros. En Insurgentes se expone además a los conductores y a los operadores de las unidades a accidentes y embotellamientos como los que ocurrieron ayer. Es lamentable, en suma, que la inauguración apresurada de un servicio de transporte que generó tantas expectativas se perciba, inevitablemente, como falta de respeto a la gente.