Usted está aquí: miércoles 22 de junio de 2005 Mundo Preparatoria en NY, ejemplo de lucha contra un sistema que desprecia la educación

La Academia Satélite cumple 25 años de rescatar y apoyar a jóvenes "invisibles"

Preparatoria en NY, ejemplo de lucha contra un sistema que desprecia la educación

DAVID BROOKS CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Sarah Blos, directora de la Academia Sat�te, durante el festejo de la preparatoria que se ha convertido en s�olo de fuerza de renovaci�cad�ca en la ciudad de Nueva York FOTO Marcus Van Liev-walqui Foto: Marcus Van Liev-walqui

Nueva York, 21 de junio. En una pequeña preparatoria pública alternativa, adonde durante 25 años han llegado alumnos exiliados, expulsados o huyendo de las grandes prepas públicas que a veces parecen más centros de detención que de atención escolar en esta ciudad, los invisibles rescatan su identidad y un poquito de esperanza: los elementos básicos de cualquier esfuerzo educativo, el de investigar quién es uno y qué tiene que ver eso con el universo (o tal vez al revés).

Este oasis se llama Preparatoria Academia Satélite, y cada día, muy por debajo del agua, hay una rebelión cotidiana ante un sistema que desprecia fundamentalmente la educación, y a la mayoría de los maestros y los alumnos de esta ciudad, supuestamente una de las más ricas y cultas del mundo.

Aquí, en el centenario edificio en la calle Forsyth, en sentido contrario a la mayoría de las escuelas públicas, los alumnos no son estadísticas y hasta enemigos, sino "diamantes aún no descubiertos", como dice su directora, Sarah Blos, quien empezó a trabajar allí como maestra hace casi 20 años.

A Academia Satélite han llegado los llamados "delincuentes", los mal portados, los que ya no aguantaban; otros fueron enviados por un juez a esta escuela como última oportunidad y, en tiempos más recientes, muchos solicitan ingresar simplemente porque rehúsan ser un estudiante anónimo más en las prepas tamaño fábrica industrial, con miles de alumnos, y donde nadie --ni los maestros-- saben si existen.

En esta pequeña escuela de unos 200 alumnos, los estudiantes recobran su identidad en una ciudad que se especializa en reducir a todos al anonimato a menos de que se sea rico, famoso o cometa un delito violento. Pero para entrar, como maestro o estudiante, uno tiene que ser entrevistado por un comité de maestros y estudiantes, y debe mostrar que desea no solo participar en cumplir los requisitos, sino en construir, nutrir y defender esta comunidad. El respeto mutuo es el fundamento, y la conciencia de que ningún individuo tiene el derecho de dañar o poner en jaque al colectivo. Por lo tanto, la incidencia de violencia física o verbal es casi nula, y hay cero tolerancia, ya que para la mayoría de estudiantes un espacio seguro y en paz está entre lo más valioso imaginable en sus vidas cotidianas.

Con este "contrato" que cada individuo suscribe, y con la atención y cariño firme y a veces feroz, se esfuma el temor, y los resultados comprueban algo muy simple: la tasa de participación cotidiana de los estudiantes supera a veces por más de 20 puntos el promedio de las prepas públicas, y un altísimo porcentaje logra completar su educación. Estamos hablando de estudiantes de los sectores más necesitados, con pésima educación primaria y secundaria, donde un buen porcentaje vive en condiciones imposibles: aquí hay un pequeño milagro.

No sólo eso, la Academia Satélite ha sido una fuerza de innovación académica con impacto más allá de sus muros, con sus aportaciones frecuentemente integradas a decenas de otras escuelas. Desde cursos para redefinir la historia recuperando lo ocultado por la historia oficial a experimentos con clases de tipo seminario colectivo en lugar de lecturas tradicionales, de la integración de algunas propuestas de Paulo Freire y otros pedagogos a la decisión de que los estudiantes deberían de tomar el control del medio más poderoso de sus vidas, la televisión, al integrar la producción de videos documentales al programa académico, y el desarrollo de una amplia gama de relaciones con instituciones comunitarias, académicas y culturales en la ciudad; son solo algunas de las iniciativas realizadas por esta preparatoria.

Este año, la Academia Satélite cumple 25 años. Hace un par de días, hubo un festejo donde alumnos de diferentes generaciones, ex maestros y directores, se reunieron por primera vez. Recuerdos de enfrentamientos y abrazos, partidos de beisbol y basquetbol en el parque de en frente, hasta hace poco habitado por drogadictos y prostitutas, y ahora parte de uno de los barrios más de moda en esta ciudad. Ahora, ahí en el Lower East Side, brotan bistros, cines de arte, galerías, boutiques y antros donde antes estaba el gueto de puertorriqueños y otros latinos, y antes de inmigrantes judíos e italianos pobres que trabajaban en las maquiladoras de esta ciudad.

"Sin Satélite, mi vida hubiera seguido en la calle, con nada", comenta una graduada hace 20 años. Otros hacen eco de lo mismo, todos señalando que el momento en que cambiaron sus vidas, cuando pensaban que no todo estaba anulado, fue el día que pasaron por esta escuela. Al igual, maestros y directores del pasado y presente registraron como su experiencia aquí cambió sus vidas, de "todo lo que he aprendido de ustedes, de escuchar sus historias, y de su empeño", como dijo una ex directora.

Este proyecto ha sido nutrido sobre todo por los maestros, renovados con la llegada de nuevos colegas, que han trabajado a contracorriente, con la burocracia de educación pública haciendo lo posible para asfixiar este proyecto, ante amenazas, con recursos mínimos, y sin reconocimiento público (durante años, la idea fue que era mejor no llamar la atención, para que los burócratas dejaran trabajar en paz). Aquí participaron en proyectos el artista Keith Haring, inauguró un proyecto de educación de historia del Holocausto el director Steven Spielberg, aquí han pasado poetas y escritores, artistas de teatro, documentalistas, directores de galerías y museos, y más.

Los maestros que defienden este proyecto han tenido que enfrentarse con los burócratas del Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York, con colegas de otras escuelas que se han robado ideas nacidas aquí y presentarlas como suyas, de un sindicato que no apoya a sus agremiados en sus labores pedagógicas, sino que solo busca mantener el control.

Uno de los primeros directores, Stephen Shapiro, ya había desafiado a las autoridades escolares antes de llegar aquí, ya que se atrevió a emplear las obras del gran poeta Langston Hughes contra las órdenes explícitas de sus superiores, los cuales enviaron a dos golpeadores a su casa para intimidarlo. Shapiro, un hombre pequeño y delgado, los despachó al enfrentarlos con pura ira (lo cual no esperaban).

Shapiro no tenía paciencia para nadie que no estuviera apasionado con el proyecto de Satélite, aun con sus propios colegas. Gritaba y podía destrozar a cualquiera con su talento verbal. "Esta siempre ha sido una escuela impaciente, que no se quedaba quieta, que nunca estaba satisfecha, siempre insistiendo en que podía hacer más", reconoció Alan Dichter, uno de los directores de esta escuela hace años. Todavía es así.

Por eso, es un oasis en una mar de educación mediocre, donde las autoridades municipales y hasta el New York Times acaban de elogiar el hecho patético de que por primera vez en años poco más de 50 por ciento de los estudiantes lograron superar los niveles educativos más básicos.

El desafío a la mediocridad

Mientras unos 80 mil maestros laboran sin contrato colectivo, tratando de ejercer su profesión a pesar de salarios más bajos que los suburbanos alrededor de esta ciudad, frecuentemente en edificios en malas condiciones, un liderazgo pobre, presiones para reducir su trabajo solo a sesiones para preparar estudiantes para exámenes y poco respeto. Ejercer con pasión, con inspiración, con imaginación esta profesión es algo desalentado por los burócratas del aparato educativo.

Todos los días, la Academia Satélite de Forsyth Street desafía la mediocridad impuesta por un sistema disfuncional que ahora está bajo ataque de políticos enajenados por un alcalde multimillonario que dicen que lo están rescatando.

Mientras los ricos y los políticos gozan de sus fortunas y su poder, en una esquina de esta ciudad todos los días un grupo de estudiantes y maestros no privilegiados, invisibles en la alta sociedad, se dedican a otra cosa mucho más valiosa, la cual se expresa en el lema de esta escuela: "educación = liberación".

 
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