ONG lamentan la impunidad del general acusado de 600 delitos de lesa humanidad
Muere Guillermo Suárez Mason, feroz represor de la dictadura argentina
Siempre se mostró orgulloso de haber firmado "hasta 100 sentencias de muerte por día"
Ampliar la imagen Imagen de archivo del ex general Guillermo Su�z Mason, uno de los represores m�crueles de la dictadura en Argentina, que muri�er a los 81 a�FOTO Ap Foto: Ap
Buenos Aires, 21 de junio. Uno de los mayores criminales de Argentina y América Latina, figura de la Liga Anticomunista Mundial y agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el ex general Guillermo Suárez Mason murió este martes a los 81 años en el Hospital Militar, sin haber sido condenado por los más de 600 delitos de lesa humanidad durante la última dictadura militar argentina (1976-83).
También logró escapar a la justicia de España, Italia y Alemania, que pidieron sin éxito su extradición, por desaparición forzosa y torturas a ciudadanos de esos países.
Alojado desde hace más de un año en una cárcel capitalina, tras haber violado la prisión preventiva que cumplía en su domicilio dentro de las causas por robos de bebés, fue hospitalizado el sábado, y murió de un ataque cardiaco.
Suárez Mason fue una de las figuras de mayor peso de la dictadura y uno de los represores más feroces. Cuando fue jefe del Primer Cuerpo de Ejército, entre 1976 y 1980, se registraron miles de secuestros, torturas, muertes y desapariciones en los 42 centros clandestinos de detención a su cargo.
Además, fue uno de los militares argentinos involucrados en la guerra sucia de Estados Unidos en Centroamérica en la década de los 80. En 1984, tras el retorno de la democracia, el militar, también conocido como Pajarito o Sam, huyó del país, y fue el único ausente en el histórico juicio a las cúpulas de la dictadura realizados bajo el gobierno de Raúl Alfonsín.
Buscó el amparo de sus viejos amigos de la CIA, pero llegó un momento en que su nombre estaba ligado a tantas causas, que en 1987 fue detenido por Interpol cerca de la ciudad de San Francisco. Un año después fue enviado a Argentina, donde lo esperaba la justicia.
Sin embargo, los indultos a los jerarcas militares que decretó el ex presidente Carlos Menem en noviembre de 1990, lo dejaron sin proceso y sin castigo. Ese perdón, sin embargo, no incluía el robo de bebés, delito que no prescribe.
Ni un gesto de arrepentimiento
Nunca tuvo un solo gesto de arrepentimiento y en cambio llegó a jactarse, en una charla con un diplomático estadunidense en 1979, de firmar "entre 50 y 100 sentencias de muerte por día durante mucho tiempo", según documentos recientemente desclasificados por el gobierno de Estados Unidos.
En 1998 fue encausado por robo de bebés, y cuando el juez Rodolfo Canicoba Corral declaró en marzo de 2004 la inconstitucionalidad de los indultos, fue acusado por diversas causas, entre ellas 254 secuestros, la desaparición de unos 20 militantes del grupo Montoneros en una acción combinada con la dictadura en el marco de la Operación Cóndor, y el robo de los hijos de detenidas y luego desaparecidas.
Por ser mayor de 70 años gozaba de arresto domiciliario, pero en febrero de 2004 se descubrió que violaba el pacto judicial cuando, invitado por un diplomático de Ecuador, salió a festejar su cumpleaños. Fue enviado entonces a una cárcel común, aunque a dependencias especiales.
En una entrevista dada a la revista Noticias en 1996, Suárez Mason se mostraba orgulloso de haber sido "un general duro, porque no admitía transacción, nunca fui un blando". Cuando se le preguntó por las torturas, dijo que "tal vez deberíamos haberla legalizado para cubrir algunos excesos, como hacen los judíos que dan varias palizas de muerte por día... pero ellos tuvieron la audacia de incluirla en la ley".
Justamente su dureza le valió el mote de el carnicero de El Olimpo, el centro de detención clandestino llamado así porque los represores decían que eran los dioses que determinaban sobre la vida de los prisioneros.
Su experiencia fue valiosa cuando varios militares argentinos actuaron como asesores en El Salvador, Honduras y Guatemala, al servicio de la CIA, en las operaciones contra el gobierno sandinista de Nicaragua y en apoyo a las dictaduras de esa región.
Suárez Mason era todavía comandante del Primer Cuerpo de Ejército, cuando impulsó la creación del Grupo de Tareas Exterior (GTE) del Batallón 601, "para asesorar a los aliados centroamericanos y perseguir a los exiliados argentinos, en especial a los grupos montoneros y otros fuera del país", en lo que sería la Operación Calipso, dentro de la coordinadora represiva de las dictaduras, el Cóndor.
En las investigaciones sobre la Operación Cóndor aparecen los vínculos de este militar con grupos fascistas italianos, la mafia cubana de Miami, agentes de la CIA, de la policía secreta chilena, y con el jefe de escuadrones de la muerte salvadoreños, Roberto D'Aubisson.
Además, dentro de ese esquema de "cooperación", los militares argentinos participaron en el golpe de Estado del general Luis García Meza en Bolivia en 1980, clave para ayudar al financiamiento de los paramilitares centroamericanos.
Medio millar de asesores argentinos en Bolivia fue el resultado de este pacto en el que participó Suárez Mason, Luis Arce Gómez, Suárez Mason. A cambio, los narcotraficantes bolivianos se comprometieron a financiar a grupos paramilitares.
Así, el teniente coronel Hugo Miori -delegado de Suárez Mason- y el italiano Stefano Delle Chiaie crearon en el vecino país el escuadrón Novios de la Muerte, donde participó el ex criminal nazi Klaus Barbie.
El cuarto congreso de la Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL), filial de la Liga Anticomunista Mundial, que se realizó en Buenos Aires en los 80 fue presidido por Suárez Mason. Asistieron representantes de la Secta Moon, de la logia italiana P-2, de la contra nicaragüense y del grupo cubanostadunidense Alpha 66, además de Roberto D'Aubisson, y Mario Sandoval Alarcón, de Guatemala.
Nora Cortiñas, dirigente de la Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo, lamentó este día que Suárez Mason haya muerto sin ser condenado por los crímenes que cometió, mientras que Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, que buscan a centenares de niños nacidos en los campos de concentración de la dictadura y luego robados, calificó al represor como "uno de los más crueles".
Murió "sin su confesión", llevándose todos los secretos, agregó Carlotto. Pero el silencio de Guillermo Suárez Mason no ha impedido, sin embargo, ir reconstruyendo una de las más reveladoras historias del horror, que no sólo compete a la justicia argentina, sino que se extiende hacia una saga de muerte en toda la región, bajo la mano de Washington.