Usted está aquí: sábado 25 de junio de 2005 Opinión DESFILADERO

DESFILADERO

Jaime Avilés

Mirando por la ventana

Crónica sin puntos ni comas desde el Metrobús

S alí del periódico "tarde en la noche" (para decirlo con palabras de Guillermo Cabrera Infante) y como estaba hambriento me dirigí a un populoso café de chinos donde sirven comida hasta el amanecer y como estaba solo me llevé la carta del subcomandante Marcos dirigida al mero mero del Inter de Milán (que La Jornada publicaría al día siguiente) y como era breve me la leí mucho antes que el esforzado mesero trajera la sopa de won-ton y como el plato nomás no llegaba leí también la respuesta del generoso hombre de negocios deportivos (un tema del que se habla cada vez más para pensar cada vez menos) y como estaba escrita con la hermosa lira del alma italiana sentí que tenía ganas de llorar y por poco lo habría hecho si en ese momento no hubiera desviado la vista del papel y descubierto una montaña de arroz al vapor flanqueada ante mí por cuatro rollos primavera y una mezcla de carne de res con arbolitos de brócoli en salsa de ostión (y algunas otras cosas que por supuesto acabé llevándome a la casa en pequeños envases de plástico destinados como siempre a la panza del refrigerador y no a la mía) pero si reconstruyo la escena es porque a la hora de pagar la cuenta (menos de 200 pesos) deposité mi único billete de esa denominación en la mano del mesero junto con el comunicado de Marcos evocando en mi cabeza (y dónde si no) un pasaje de La madre de Gorky en la Rusia previa al asalto al Palacio de Invierno (imaginé al mesero guardándose el mensaje para discutirlo secretamente más tarde con el garrotero y con el pinche) pero cuál no sería mi sorpresa al ver que el buen hombre aceptaba el documento y volvía minutos después con una pregunta deslumbrante y excepcional que no reproduzco textualmente porque en ese caso tendría que renunciar a la pretensión de escribir esta columna sin una sola coma (función que de manera encubierta están cumpliendo los paréntesis) pero que transmito con absoluta fidelidad pues si algo deseo es provocar en usted (sea usted quien sea) el mismo asombro que sentí cuando el mesero me dijo que no entendía si el nombre de la empresa era EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL y si las palabras "Subcomandante Insurgente Marcos" eran el nombre de la calle donde estaba la firma o el negocio para cuya contabilidad quería yo que me hiciera un recibo (juro que así fue y la única reflexión que se me ocurre es que la SEP y su antídoto (Televisa) han clausurado los caminos de la libertad (para decirlo con palabras de Jean-Paul Sartre en homenaje al centenario del filósofo francés a quien sus contemporáneos acusaron de no haber construido un sistema de pensamiento filosófico "completo" o cerrado en sí mismo) en el sentido que los pobres transitaron hace un siglo y también dos (a través de la palabra escrita) rumbo a la emancipación intelectual (sin olvidar que hoy en día la lectura es instrumento de control social propio de la religión y ya no de la política) sin la cual es imposible reorganizar la sociedad no para transformarla sino para que ella se autotransforme y si usted empieza a sufrir aburrimiento por culpa de estos desvaríos tenga la bondad de releer estas palabras a partir del momento donde concluye el relato del café de chinos y haga caso omiso de los paréntesis que se abren y cierran dentro del que abrí en ese lugar físico de esta página y que ahora aquí cierro) confesando que el disparatado pero noble propósito de aquel solidario mesero se me ha instalado repentinamente en la memoria mientras viajo en el Metrobús unas horas después de la fiesta (la triste fiesta) a la que asistí la noche del jueves con la cola entre las patas para despedir a dos de los amigos que más he querido en lo que va del siglo XXI (no los conocía cuando expiró el XX) y que por obligación de su oficio diplomático se van a vivir en Panamá (donde no esperan convertirse por cierto en personajes de una imposible novela de Graham Greene sino en papá y mamá de la misma criatura) y si menciono este doloroso episodio de mi vida privada es porque desde el Metrobús las imágenes pasan por la ventana así como las anécdotas se encadenan o se asocian y es que anoche (me refiero a la "fiesta") estaba en ese lugar una muchacha de apellido Chao y no pude reprimir la idiotez de pronunciar su nombre en voz alta cuando se alejaba del sitio donde nos habían presentado sólo para entonces pronunciar su apellido agitando la mano con un gesto de adiós (tal como en 1998 le hice a Manu Chao cuando un domingo en la noche nos separamos a la puerta de El Hijo del Cuervo y él se fue con la Yuri Pantoja que había arreglado la cita entre nosotros para que habláramos de un proyecto de circo) maroma de teatro ("oye... chao") que no le hizo gracia o no comprendió porque estaba muy oscuro el bar

Las Carolinas

(título que destaco no para meter un anuncio comercial de contrabando sino porque si bien puedo desafiar a la gramática evitando las comas aquí en La Jornada me prohíben ignorar las normas del diseño gráfico en lo tocante a las cabezas de descanso para que reposen de vez en cuando los ojos de los lectores) negocio (el de Las Carolinas y no el de los lectores) que lleva en Polanco (Tolstoi y Mariano Escobedo) El Señor de los Anillos (así le dicen al anfitrión) quien de algún modo esperaba que acudiera a su antro en compañía de Julio Hernández y Alvaro Delgado (y desde luego Ricardo Rocha y ese valiente senador panista que se llama Javier Corral) con quienes habíamos protagonizado una mesa redonda en la Casa Lamm (sobre el derecho de los medios a recibir propaganda gubernamental bajo reglas claras y transparentes) en donde el director de La Jornada San Luis dio a conocer los pormenores y motivos de la caminata de 450 kilómetros que efectuó desde la ciudad que fabrica mejores chocolates que Suiza (es en serio) para denunciar el boicot que mantiene en contra de ese periódico el gobernador Marcelo de los Santos (óleos como le dicen porque todo lo que toca lo entierra) desde que esa publicación hermana puso al descubierto su alianza con la Minera San Xavier (empresa fantasmagórica y tenebrosa que aspira a dinamitar el cerro de San Pedro en donde a finales del siglo XVI se pactó el fin de la Guerra Chichimeca) un abuso de poder tan odioso (el del boicot contra La Jornada San Luis) como el que están padeciendo Ricardo Rocha y Alvaro Delgado a quienes los propietarios de un canal de televisión por cable ya les cancelaron su espacio cotidiano en la pantalla chica en castigo porque Detrás de la Noticia (la firma de Rocha) estableció un convenio con Proceso (representado por el premiado y leído autor de El Yunque) algo que le pareció intolerable a la esposa del (ex) presidente en funciones (Vicente Fox por si alguien ya lo olvidó)

la señora Marta Sahagún

a quien muchos consideran que es ya la verdadera titular del Poder Ejecutivo (en tanto que otros la ven cogobernando con Rubén Aguilar tal como Isabelita dirigió a la nación argentina asistida por el brujo López Rega) hecho que me resulta lamentabilísimo (el que hayan sacado a Rocha del aire) porque a finales de 1997 sus colegas empezamos a verlo (Galo Gómez fue el primero en decírmelo) como "el periodista de la transición democrática mexicana" (porque según Galo cada transición tenía su periodista) desde que Televisa publicó sus desgarradores trabajos sobre la violencia paramilitar en los Altos de Chiapas (antes y después de la matanza de Acteal) hazaña que Televisa autorreprimió con saña (el fantasma de Cabrera Infante regresa a esta página) cesando a Rocha y anunciando entre líneas (o con la tinta invisible de la "escritura blanca" descubierta por André Breton) que la "transición mexicana" en realidad iba a convertirse en esta payasada no sólo decepcionante sino cada día más peligrosa (el avión está volando sin piloto y no hay nadie en la torre de control) que produjo (como resultado de la gesta neocardenista de 1988 y de la rebelión zapatista de 1994) el ascenso del (ex) presidente Fox y de los rancheros salvajes del Bajío (y de las petroleras que se tragaron debajo del agua (de la sonda de Campeche) lo que a duras penas sobra de Pemex) y todas las calamidades acumuladas en lo que va del quinquenio panista y que esta página ha descrito hasta la saciedad civil (por lo que no volverá a repetirlas) creando en el país un desasosiego tan grande y desagradable que me pongo de pie y luchando a brazo partido con la gente enlatada en el Metrobús recuerdo que hoy es viernes (y no porque vaya a recobrar la olvidada costumbre de ver las mangas del chaleco sino porque dentro de unas horas tendré que sentarme a escribir el Desfiladero) y que exceptuando el enigma de este nuevo servicio público (la apuesta política más arriesgada de Andrés Manuel López Obrador) no hay un solo tema o asunto de la política nacional que haya sido capaz de atraer mi atención esta semana (salvo la iniciativa del comité Heberto Castillo de Veracruz para que el Congreso de los Ciudadanos Unidos se celebre en la autopista espacial de Internet) ausencia (de tema) que me abruma cuando desciendo en una estación de la colonia Roma y quedo estupefacto frente a una mujer disfrazada de guardabosques canadiense en medio del andén (que está momentáneamente vacío) de la que brotan palabras ("dejen subir-ir-ir-ir") encadenadas en frases cortas cuya sílaba final ("dejen bajar-ar-ar-ar") rebota en el aire con una potencia cada vez menos audible (como el eco) pero mi pasmo desaparece cuando alguien me dice que la extraña mujer es una "ecoguarda" (integrante de la nueva policía ecológica acerca de la que nada sé) y está adiestrada para acumular sonidos en el interior de su caja torácica (pero en este punto me digo que esa mentira nadie me la va a creer) por lo cual me alejo de allí suponiendo que invitaré al fotógrafo Pedro Cote a videograbarla y que no terminaré esta crónica con punto final (tal vez porque no está terminada) ni mucho menos

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