En Roberto Barrios, hasta los priístas se quejan
La declaratoria del EZLN incumbe a todo indígena
La escuela zapatista, cerrada; en la oficial, sólo un maestro
Ampliar la imagen Caracol de Roberto Barrio FOTO Jos�arlo Gonz�z Foto: Jos�arlo Gonz�z
Roberto Barrios, Chis. 24 de junio. Un sobrecogedor silencio recorre el caracol Que habla para todos: las puertas de sus distintas instalaciones cerradas, el solitario farol del patio encendido a media mañana, el correspondiente letrero que anuncia la alerta roja del EZLN, los patios desiertos.
El comedor del campamento civil (para los "compas del mundo", como expresa un mural de tantos que hay) está solitario, pero los utensilios de cocina permanecen en los estantes. Las mesas en su lugar. Varios libros abandonados. Uno quedó abierto. Un pequeño ajedrez incompleto. Hilos esparcidos en el piso de tierra.
Sólo sus puertas muestran la oficina de las mujeres, el taller y la tienda de hamacas. Sólo puertas. Otra, en el cuarto de Internet, lleva escrito limpiamente sobre sus dos hojas de tabla: "Entonces, el rebelde en vez de angustiarse busca otros caminos para construir otro mundo que sea posible". La reportera de Televisa comenta: "Esas palabras parecen premonitorias". Se me ocurre que el texto se lee porque las dos puertas de madera están cerradas. Abiertas no se leería.
Parece haber gente en el caracol, pero no se muestra ni responde a las voces de los reporteros.
Un rato después, procedentes del centro de la comunidad, se aproximan dos hombres y se detienen frente a los edificios zapatistas para preguntar qué buscamos allí. Uno se presenta como Manuel Méndez. El otro viste una camiseta promocional del candidato priísta a presidente de Palenque, quien perdió las elecciones pasadas ante su contrincante del PRD. Confirman que "desde el domingo se empezaron a salir" los zapatistas.
Méndez asegura: "Aquí está tranquilo. No hay inconformidades", y enseguida hace referencia a las cuatro religiones que ya pueden existir, "no sólo la católica". El es evangélico de reciente conversión. También tienen templo los presbiterianos y la Iglesia de Dios. No menciona las diferencias políticas en la comunidad, como si no existieran. "No hay inconformidades".
La escuela zapatista está cerrada de por sí desde el lunes. En cambio, en la primaria oficial hay clases, o casi. De siete maestros del gobierno que son, sólo uno vino hoy a trabajar. Los demás "salieron".
El señor Méndez se queja del gobierno en sus tres niveles. El comisionado federal, Luis H. Alvarez, les prometió en su última visita la construcción de un puente sobre el vado del río Bascán que da acceso a Roberto Barrios. "Que iba a conseguir los tubos con Pemex", les dijo, según recuerda el campesino tzeltal. Y no les ha cumplido. Ahora que empezaron las lluvias el vado es más profundo, el agua llega por encima de la rodilla y no todos los carros logran pasar.
O sea que siempre sí "hay inconformidades". Del "gobierno de Tuxtla" se queja porque "tiene detenidos unos programas". Y del presidente municipal de Palenque, Alfredo Salgado Correa (perredista), señala que tiene decidido bloquear los recursos para el grupo de Méndez. "Dice que en venganza por lo que el gobierno priísta les hacía a los de su partido". Según este punto de vista, el principal problema de la comunidad sería que el gobierno no reparte completos los recursos comprometidos.
A pesar de los proyectos rimbombantes y las Oportunidades, la población de Roberto Barrios en general sigue muy pobre: los tricolores, que son de Paz y Justicia; los que no son, y los del sol amarillo. No sólo los zapatistas del municipio autónomo El Trabajo viven en la estrechez. Y sin considerar, digamos, la adscripción religiosa.
Quizá los autónomos son aún más pobres, pero también los únicos que no dependen de las dádivas del gobierno para sobrevivir. Su fuente de recursos está en la resistencia, y su reclamo contra el gobierno es total, pues no les ha cumplido compromisos de mayor envergadura que un puente de tubos que, sí, beneficiará a la gente, pero sobre todo abrirá el paso a los futuros turistas (otra promesa del gobierno) que vendrán a bañarse en las espléndidas cascadas del pueblo y dejarán una estela de dólares y euros muy parecida a la felicidad.
Del proyecto turístico no hablan Méndez y su acompañante. Prefieren acusar al alcalde palencano por bloquearles la construcción de la telesecundaria, y al gobierno estatal por la falta de medicamentos en la clínica de los oficialistas. "Estamos en espera de los recursos, si es que hay", concluye con inesperada resignación.
Otro hombre, algo achispado, se aproxima a los reporteros al final de la visita y pregunta alborozado: "¿Ustedes vinieron por lo del (proyecto del) río?" Se decepciona al escuchar que no, que venimos a ver el caracol cerrado. "Pero ellos ya se fueron", señala la casa de la junta de buen gobierno Nueva semilla que va a producir.
Las familias zapatistas del municipio El Trabajo permanecen en sus casas, al igual que las demás. "Oiga, pero si allí están", le indico. "¿Ah sí, están?", replica, como si fueran invisibles para él, aunque son lo contrario; el caracol vacío vuelve más evidente su presencia.
La comunidad en su conjunto muestra, terrible y elocuente, la realidad de los indígenas más allá de los programas sociales y contrainsurgentes. La alerta roja de los rebeldes incumbe también a los otros indígenas. Así como los acuerdos de San Andrés, el actual estado de emergencia del EZLN "habla por todos". Aunque la contrainsurgencia planificada cree espejismos divergentes en Roberto Barrios, su realidad sigue siendo la de los condenados de la Tierra que caracterizara Franz Fanon hace cuatro décadas. La alerta roja de los rebeldes es un grito (de momento silencioso) también por los demás.