Pretende perpetuar en el mando a pudientes, sostienen
Fox favorece un proyecto de poder, no de nación: expertos
La ruptura de viejos esquemas políticos que garantizaban el poder totalitario del presidencialismo favoreció el recrudecimiento de la crisis que enfrenta el sistema político mexicano en su conjunto, abandonado por un electorado cada vez más escéptico de la clase política, afirmaron investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y El Colegio de México, quienes señalaron que en la administración foxista se privilegió "un proyecto de poder y no de nación, con el propósito de garantizar que un determinado grupo político se perpetúe en el poder".
Marta Singer Sochet, politóloga e investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS) de la UNAM, afirmó que al igual que sus predecesores, el presidente Vicente Fox Quesada se limitó a dar continuidad a las políticas públicas neoliberales impulsadas desde el salinismo, sin que la alternancia política representara un cambio en el modelo de nación, en un contexto de grave descomposición del poder centralista creado durante décadas por los gobiernos priístas. Esto limitó en gran medida la fuerza del antiguo presidencialismo, creando una Presidencia debilitada, distante del viejo modelo priísta y sin estructuras sólidas para transitar de un modelo autoritario a uno más democrático.
Al presidente Fox, señaló, se le acabó la fuerza del presidencialismo, pero al mismo tiempo se quedó sin esa estructura vertical que hacía funcionar al Estado totalitario del viejo régimen, con un gobierno incapaz de aprovechar las oportunidades para establecer un verdadero diálogo con todas las fuerzas ciudadanas que reclaman el derecho a la inclusión en las decisiones de gobierno.
Singer Sochet, coordinadora de investigación en ciencias políticas de la FCPS, indicó que hoy vivimos una crisis generalizada de las instituciones del Estado, pero sin que se haya construido nuevos organismos capaces de soportar el peso de un nuevo modelo de país.
Por ello, es quizá un "poco ingenuo" suponer que el jefe del Ejecutivo federal no caería en la "tentación" de apoyar con campañas proselitistas al partido político que lo llevó al poder, cuando no sólo se trata de una cuestión de voluntad propia, sino de un conjunto de fuerzas políticas interesadas en que se repita el viejo esquema autoritario. Lo contradictorio es que en una verdadera democracia, los jefes de Estado no requieren promover los resultados de su propia administración, ya que son los hechos los mejores promotores del proyecto político, al demostrar su efectividad.
Es paradójico que el presidente Fox deba salir a "buscar votos" para su partido, pues descalifica su propia administración y permite al electorado optar por castigar a su gobierno votando contra sus candidatos, abstenerse de participar en la contienda electoral o evaluar de forma más crítica su voto.
Al respecto, en entrevista por separado, José Luis Reyna, investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, indicó que la decisión del presidente Fox de apoyar las campañas electorales de su partido "va más allá de condiciones de desigualdad en la contienda electoral de 2006 y del probable uso de recursos públicos para apoyar a un determinado candidato, se trata de garantizar la permanencia de un proyecto de poder que sirva a un grupo determinado y los perpetúe en el gobierno".
La actual administración, afirmó, nunca impulsó objetivos nacionales de largo alcance que permitieran garantizar la transición democrática" finalizó.