De l'audace encore de l'audace
1.Arrancar de entre sus dedos el cigarrillo, que era una marca de su personalidad, es algo más que una oda a la corrección política. Si una de las fotos con las cuales se pretende celebrar el centenario de Jean Paul Sartre en Francia contiene ese despropósito habría que trascender la mera anécdota para discernir un símbolo de nuestros tiempos. Es que la corrección política que provino de impulsos en favor de la tolerancia y el entendimiento pluralista ha terminado por convertirse en un enojoso corsé que, buscando complacer a todos, prohíja cinismo, chabacanería y un enorme tedio. En sentido contrario quisiera compartir la remembranza de tres instantes de convergencia con Sartre en el París post 68.
2.Veo la foto que aún conservo. Sartre se apresta a filmar con nosotros una entrevista que después será vendida a varias televisoras europeas y con cuyos recursos financiamos una comisión de abogados internacionales que vino a México en 1970 a impugnar las brutalidades legales con las cuales se mantenía en la cárcel a varios dirigentes y activistas del movimiento estudiantil de 1968. ¿Quiénes somos nosotros? Un grupo de mexicanos y europeos que formamos en 1969 el Comité internacional de apoyo al pueblo mexicano en lucha. Cuando nos aproximamos a Sartre para que firmara un desplegado exigiendo la libertad de nuestros compañeros presos nos contestó que eso no tendría efecto alguno. Lo que les duele a los gobiernos autoritarios como el mexicano es el escrutinio internacional. De este diálogo surgió la propuesta suya de filmarlo en una entrevista para financiar con su venta el envío a México de una comisión internacional de juristas.
3. Repaso la foto de Sartre con Raymond Aron y André Glucksmann en 1979. Aunque algunos la tomaron como símbolo de la reconciliación, fue más bien la confirmación civilizada de una profunda discrepancia. No puedo dejar de evocar aquella famosa frase que circulaba entre la izquierda juvenil del 68 parisino: prefiero estar equivocado con Sartre a tener la razón con Aron. Yo también profesaba la misma preferencia hasta que empecé a leer a Aron. "Creo que lo más profundo de mi manera de ser y de pensar es el amor a la verdad y el horror a la mentira." Y en su célebre obra El opio de los intelectuales, expresaba: "El despotismo ha sido tan frecuentemente instalado en nombre de la libertad que la experiencia nos debiera prevenir de juzgar a los parti- dos no por sus prédicas sino por sus prácticas (...) el comunismo es un sistema cuya esencia misma es la mentira". Sartre, por su parte decretaba, en unas conversaciones en 1975 y publicadas en 1981, el fin del marxismo que "tras su envejecimiento se encaminaba a su muerte". Las opciones de ambos empero, estaban en las antípodas. Así lo expresaron siempre clara y abiertamente. Uno, un liberal democrático, consumado crítico de los régimenes totalitarios; el otro, un existencialista libertario que sin embargo mostró una acrítica complacencia con el comunismo soviético y luego con el chino.
4. Por qué, se pregunta la revista Esprit, aunque 2005 marca el centenario de cuatro grandes de la vida intelectual francesa: Aron, Nizan, Mournier y Sartre sólo este último concentra la atención pública. Quizá, señalan, porque es la última forma de admiración que se autoriza una sociedad desilusionada. Yo, por mi parte, reflexionando en retrospectiva y quizá para justificar mi "equivocación", no puedo dejar de recordar aquella famosa cita de Pascal a propósito de otras preferencias: el corazón tiene sus razones que la razón no conoce.
5. Arrugado está ese recorte de periódico donde Sartre aparece vendiendo el periódico de La cause du peuple. Ese pasquín maldito del grupo maoísta al cual se unió Sartre en una breve pero intensa militancia, había sido objeto de una lapidaria prohibición de venta al público so pena de arresto inmediato de los infractores. Varios lo fueron. Sartre retó al poder vendiéndolo abiertamente y acompañado por una multitud de reporteros y simpatizantes. En este recorte al lado de la foto resalta una frase contundente. Sartre es Francia. Esa fue la máxima con la cual De Gaulle justificó que al filósofo no lo arrestaban por cometer el mismo delito por el cual a otros sí.
6. En homenaje a esos instantes que me obsequió y que tanto marcaron mi vida, quisiera regresarle el regalo a Sartre con seis propuestas políticamente incorrectas para evitar que la política muera de inanición:
a) Hay que discrepar, no coincidir en el debate político. Hay que discrepar tajantemente sin mediaciones ni componendas lingüísticas. Es en la deliberación pública y no en el disimulo donde se pueden ir construyendo puentes de entendimiento común. Discrepar no es mentar madres. Los buenos modales expresan discrepancias profundas y bien articuladas. Los gritos y sombrerazos son síntoma de vulgaridad y mediocridad.
b) Hay que reforzar el patriotismo para favorecer una mejor inserción en la globalización que construya un rechazo social a todos los intentos proteccionistas con piel de cordero que quieren congelarnos en sociedades oligárquicas.
c) Hay que sostener el carácter inequívocamente laico del Estado moderno, al tiempo que se promueve un ambiente favorable para el surgimiento de todas las formas posibles de colectividades religiosas.
d) Hay que promover una macroeconomía responsable centrada en el combate de la desigualdad y la erradicación de la pobreza, generando certidumbre para la innovación y las más severas reglas para la competencia y la emulación.
e) Una politica articulada en torno a los derechos humanos tiene que partir del combate a la exclusión reconociendo el carácter multicultural de nuestras sociedades.
f) El centro de una política de izquierda está en alcanzar el logro colectivo de la seguridad pública.
Rememoro en Sartre mis años en el París del post 68. Mis pasiones y mis cavilaciones. Mis errores y desviaciones. Mis sueños y mis alegres locuras. Me pregunto: ¿podremos todavía ser realistas pidiendo lo imposible?