Aquí lo inefable se convierte en Mahler
El punto más alto de la melomanía, parafraseando a Johann Wolfgang von Goethe, nos atrae a lo alto: hacia lo mahleriano. La aparición de una nueva versión de la Octava Sinfonía de Gustav Mahler (1860-1911) ubica esta cúspide. Recién salidita del horno, la grabación discográfica de la también llamada Sinfonía de los Mil, a cargo del californiano Kent Nagano al frente de la Deutsches Symphonie Orchester Berlín (discos Harmonia Mundi) llega a México en un momento de feliz coincidencia, pues las tres orquestas mexicanas más importantes (OFUNAM, OSN y OFCM) culminan este fin de semana sus respectivas temporadas con montajes de partituras monumentales, y en el caso de la Sinfónica Nacional con la puesta en vida precisamente de la Octava Sinfonía de Mahler, anoche y este domingo al mediodía en el Palacio de Bellas Artes. Paraíso melómano.
Kent Nagano integra con Simon Rattle, Esa-Pekka Salonen y Michael Tilson Thomas, entre otras luminarias, la nueva generación de jóvenes directores en relevo de los grandes maestros de la batuta.
En esta su Octava de Mahler nos entrega mil volcanes sonando. Es deleite para mahlerianos irredentos por igual que de todo aquel que quiera acercarse al punto más alto del arte musical. Cumple con creces la idea del autor cuando concibió esta obra: imaginen -dijo Mahler- a todos los planetas sonando alrededor. Además de la energía, precisión, maestría y contundencia de su lectura de esta obra, este disco formidable contiene un agregado lógico, en tratándose de lo más nuevo que ofrece la industria discográfica al público más exigente: la tecnología al servicio de la cultura, pues fue grabado con una técnica multicanales que proporciona al escucha una sensación paradisiaca.
Desde el himno ígneo Veni, veni creator spiritus hasta los versos finales del Fausto de Goethe: ''Todo lo perecedero/ no es más que un símbolo/ aquí lo inaccesible/ se convierte en hecho; / aquí lo inefable/ es realizado. / El Eterno-femenino/ nos atrae a lo alto", Nagano pone en órbita al melómano que flota como una flama mística durante casi hora y media que dura esta sinfonía monumental, para cuya ejecución se requieren ocho cantantes solistas, varios coros y una cantidad impresionante de músicos en escena, de donde proviene el apodo de Sinfonía de los Mil.
Pablo Espinosa