Usted está aquí: martes 28 de junio de 2005 Política Zapatistas y migrantes

Ana María Aragonés

Zapatistas y migrantes

Unos días después de que el EZLN se levantara en armas el 1º de enero de 1994, escribí un artículo en el que señalé que, a pesar de que los indígenas de Chiapas sufrían violencia permanente, despojos, pobreza endémica y racismo, se habían mantenido arraigados a su tierra. La migración no se había utilizado como una estrategia de sobrevivencia, no era una "válvula de escape". Se trataba de un estado demográficamente considerado "en equilibrio", dado que prácticamente la misma cantidad de personas que salían del estado entraban. Este patrón migratorio tuvo papel fundamental en el levantamiento zapatista, pues las comunidades no habían sufrido la destrucción y erosión del tejido social que pone en peligro a la propia comunidad y al patrimonio cultural. Esta historia migratoria evitó que se perdiera la memoria colectiva de las comunidades, de ahí que su lucha tuviera como uno de sus ejes mantenerse en su tierra bajo condiciones que les aseguraran una vida digna. Todo ello dio paso a un fenómeno en el que la convivencia en la diversidad étnica, lingüística y de credos reforzó sus lazos histórico-culturales en la búsqueda de un nuevo proyecto de nación cuyos ejes son libertad, justicia, tierra, vivienda, trabajo, salud, educación, alimentación. Y esto a diferencia de otras poblaciones y de otros indígenas del país que, viviendo situaciones muy parecidas, han optado por los desplazamientos. Sin embargo, esta situación, lamentablemente, ha cambiado.

Vicente Fox iba a resolver el "problema de Chiapas en 15 minutos", y no sólo no lo cumplió evidentemente, sino que abandonó esta posibilidad. La política realizada por el gobierno no ha permitido que Chiapas supere sus graves condiciones de marginalidad, lo que se refleja, entre otros factores, en los altos porcentajes de analfabetismo, de viviendas con hacinamiento y sin agua entubada, bajísima escolaridad, el más bajo PIB per cápita y la más baja esperanza de vida en el país. Es decir, la situación en Chiapas se ha degradado, y esto se refleja en el hecho de que ahora se trata de uno de los nuevos estados mexicanos que expulsan población hacia Estados Unidos.

Las estadísticas muestran una cada vez mayor participación de los trabajadores originarios de ese estado. El Consejo Nacional de Población (Conapo) constata estos datos al señalar que en 1990 se contaron 6 mil 318 personas nacidas en Chiapas que residían en Estados Unidos; para el año 2000 esta población se había incrementado de forma extraordinaria a 24 mil 100 y para 2003 seguía subiendo, pues se contabilizaron 32 mil 622 personas.

Son trabajadores que llevan a cabo toda clase de ocupaciones, como albañilería, servicios de limpia, leñadores y, por supuesto, en la agricultura y en las procesadoras de pollo.

En el trabajo de investigación que realizamos en lo que se ha llamado "nuevos destinos migratorios" (la península de Delmarva) pudimos constatar esta situación, además de que una importante mayoría eran campesinos en su estado de origen.

Y a pesar de ello, el gobierno afirma que tiene "claro que la migración no será tema del nuevo TLCAN", que ahora se denomina Alianza de Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), "pues se trata de un tema bilateral de México y Estados Unidos" (La Jornada, 25 de junio). Esto demuestra una absoluta falta de visión y de comprensión del fenómeno migratorio por parte del gobierno. Repite las mismas palabras de Salinas de Gortari cuando señalaba que había que buscar incrementar las inversiones extranjeras porque con ellas se generarían más oportunidades de trabajo para los mexicanos. Y lo que se ha podido constatar durante estos 11 años del tratado es un incremento extraordinario de los flujos migratorios. En parte porque las trasnacionales ponen sus condiciones, pero además porque se ha optado por las maquiladoras en lugar de instrumentar una política de desarrollo industrial y agrícola nacional.

Se deja pasar nuevamente una oportunidad para negociar mejores condiciones para los trabajadores mexicanos, pues si bien lamentablemente el factor expulsión se mantiene, el factor atracción también, y esto no hay que olvidarlo.

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