Es el principal factor de riesgo de infartos cerebrales y al miocardio: Saucedo Sánchez
Aumenta a 43% el número de personas con muy alto colesterol
Ocho de cada 10 afectados por la hipercolesterolemia lo desconocen, alerta para el SNS
Con el paso del tiempo, sin ninguna medida que revierta el mal, se convierte en ateroesclerosis
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En apenas 11 años creció cuatro y hasta cinco veces el número de personas que en México presentan niveles altos de colesterol en la sangre, de tal suerte que ahora 43.3 por ciento de la población mayor de 20 años de edad tiene hipercolesterolemia, principal factor de riesgo de infartos cerebral y al miocardio. La cifra está entre las más elevadas del mundo.
Aunque el colesterol es un elemento esencial para la vida de las células y de hecho es producido por el propio organismo como mecanismo para almacenar grasas en la sangre, su exceso es nocivo, y las cifras reportadas representan señal de alarma para el sistema nacional de salud, principalmente porque ocho de cada 10 afectados por esa irregularidad lo desconocen.
Néstor Saucedo Sánchez, médico adscrito a la Clínica de Insuficiencia Cardiaca en el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE, resaltó que la proporción de individuos con niveles elevados de colesterol se ha incrementado a 53 por ciento, que además padece hipertensión arterial.
Al referir los resultados de la encuesta aplicada por la Secretaría de Salud (Ssa) en 2004, el especialista destacó que entre las mujeres el promedio de hipercolesterolemia fue similar al de la población en general (43 por ciento), pero en las que se encuentran en los años posteriores a la menopausia el porcentaje se elevó hasta 60 por ciento, lo que las sitúa como el grupo de mayor riesgo.
Mueren casi 17 millones en el mundo
Cada año mueren en el mundo casi 17 millones de personas por distintas cardiopatías, particularmente infartos de miocardio y accidentes vasculares cerebrales (embolias), indica información de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Otros 20 millones, mientras tanto, sobreviven a esos padecimientos y deben enfrentar lentos procesos de recuperación que en la mayoría de los casos desembocan en diversos grados de discapacidad.
En México las afecciones cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte. En 2003 ocurrieron 77 mil 600 decesos por esta razón, equivalentes a 23 por ciento del total de defunciones. Los indicadores sobre el colesterol están entre los principales causantes de la mayoría de esas pérdidas de vidas.
Saucedo Sánchez explicó que el colesterol es un componente de la cubierta de todas las células del organismo, incluidas las hormonas. Todos los seres humanos, a cualquier edad, deben tenerlo en un nivel máximo de 200 miligramos por decilitro de sangre (mg/dl).
Malos hábitos alimentarios se suman a la edad
Sin embargo, con el envejecimiento de la población viene aparejado el deterioro en el funcionamiento del hígado, órgano responsable del manejo y regulación del colesterol, a lo que se suman los malos hábitos alimentarios, entre ellos una dieta saturada en grasas, y el sedentarismo.
Comentó que las personas requieren ingerir diariamente 300 miligramos de colesterol en sus alimentos, pero una sola yema de huevo tiene esa concentración. Por lo general, los mexicanos consumen a lo largo del día otros productos, como jamón, tocino frito, camarón, quesadillas fritas, todos ellos alimentos que duplican o triplican la cantidad de colesterol que se debe ingerir cada día.
La encuesta realizada por la Ssa en seis ciudades reveló que entre 1993 y 2004 aumentaron los niveles de esa sustancia por arriba de 200 mg/dl. Mientras en el primer año 4.2 por ciento de la población de 25 a 29 años de edad reportaba esta anomalía, en 2004 el porcentaje se incrementó a 25.1 por ciento.
Entre los individuos de 30 a 34 años pasó de 7.7 a 29.8 por ciento; de 10.2 a 40.1 por ciento entre quienes tenían de 35 a 39 años, y de 10.5 a 46.1 por ciento en el rango de 40 a 44 años de edad.
Saucedo Sánchez detalló que con el paso del tiempo, sin ninguna medida que revierta esta situación, la hipercolesterolemia se convierte en ateroesclerosis, que no es más que el depósito de grasa en las arterias. En la medida que aumenta el tamaño de la placa de colesterol se reduce el diámetro de la arteria y, por lo tanto, la circulación sanguínea. El mayor problema sobreviene cuando la placa se desprende de las paredes arteriales y se forma un coágulo (trombo) que finalmente obstruye la vía.
Al detenerse el flujo sanguíneo, de oxígeno y nutrientes, sobreviene el accidente cerebral vascular o el infarto al corazón, según la arteria de que se trate.
El panorama se complica todavía más por la alta prevalencia de hipertensión arterial. Afecta a 30 por ciento de los mexicanos -17 millones de individuos- entre 20 y 69 años de edad.
La Encuesta Nacional de Salud (Ensa) del año 2000 reveló que la mayoría de los afectados tienen menos de 54 años de edad, mientras en los países desarrollados la misma enfermedad se concentra en los grupos de población de más años.
El especialista del ISSSTE resaltó que esta coincidencia acelera y provoca que en conjunto se vaya modificando el interior de las arterias, aumente la tasa de ateroesclerosis y sus complicaciones.
Permanecen ocultos
Todavía más grave resulta, indicó, que ni la elevación del colesterol ni la hipertensión arterial producen síntomas, es decir, no duelen, no sangran, y durante varios años permanecen ocultos hasta que un mal día aparece el dolor en el pecho o la dificultad para caminar, que suelen ser los antecedentes inmediatos de la embolia y el infarto. Generalmente en ese momento se inicia el tratamiento.
Un programa de prevención reduciría estos cuadros que actualmente ocasionan la mayor parte de las muertes en el país. De quienes sufren un infarto al miocardio, casi la mitad (45 por ciento) mueren en ese accidente.
Saucedo recomendó a la población en general acudir al médico para realizarse una revisión general que incluya la medición de sus niveles de colesteroly presión arterial; realizar alguna actividad física y mejorar los hábitos alimentarios reduciendo la ingesta de grasas saturadas (de origen animal) y el consumo de sal de sodio.