Usted está aquí: martes 28 de junio de 2005 Cultura Coleccionismo y pintura

Teresa del Conde/ II y última

Coleccionismo y pintura

Pocas veces se da la oportunidad de recorrer pictóricamente, por medio de originales, varias décadas de las manifestaciones artísticas del siglo XX, como sucede con la colección Eissel exhibida en el Museo de Arte Moderno. Se trata de un muestrario que no por centrarse mayoritariamente en artistas nórdicos, deja de ser un recorrido global por la pintura occidental, llegando hasta el siglo XXI, en que el discurso parece debilitarse con todo y que el énfasis es constatar que La pintura vive, como lo quiso ejemplificar en una exposición, tramposa y fallida, el consorcio Saatchi and Saatchi, recientemente en Londres.

La pintora austriaca Martha Jungwirth (1940) presenta una de las mejores obras relativamente recientes de todo el conjunto. Me refiero a Retrato de Alfred Schmeller, 1987, que me hace pensar en las coincidencias y en las diferencias que ella puede ofrecer con artistas mexicanos como Irma Palacios y Alfonso Mena Pacheco.

Esta pintura es abstracta, sutil y briosa a la vez que refinada. Si ella la propone como retrato, es que es un retrato; probablemente se corresponde con la tónica del movimiento y de la atmósfera de su modelo. Pensar aquí en De Kooning vale la pena, pero eso no quiere decir en modo alguno que este trabajo pueda confundirse con un De Kooning y lo que yo pienso del título de su cuadro es que fue bautizado por su autora, al comprobar la presencia involuntaria de un pequeñísimo rostro a la altura del ''vientre" de lo que sí puede tomarse como la aparición fugaz de una figura humana.

El dibujo sobre tela de Jürgen Messensee, veterano vienés (1936), es mejor que la pintura que lo representa, con todo y su raigambre evidentemente picassiana. Franz Ringel, otro austriaco casi contemporáneo del anterior (1940), retoma el procedimiento de Appel en cuanto a la delineación con pigmento en su versión doppelganger, titulada Dos veces el principito, 1995; el mismo artista rinde homenaje caricaturesco a Rodin en otra obra.

Pregunté a un reconocido pintor mexicano que visitó la muestra, ¿cómo le había parecido? y respondió: ''hay muy buenas firmas: está Gerhard Richter''. En efecto, está, pero con dos obras muy menores, denominadas ''pinturas abstractas" y realizadas como ejercicios, la primera es un efecto de reflejo y la segunda es eminentemente gráfica.

Dos obras de Gunther Brus me recordaron simultáneamente a dos gestualistas opuestos: el alemán Wols y el mexicano Guillermo Zapfe. Brus fue uno de los principales representantes de la corriente accionista, propulsora del performance. Pero esta corriente tuvo su punto cúspide en Austria, entre 1960 y 1971, después el grupo (como sucedió con los nuestros durante la segunda mitad de los años 70) se disolvió y cada quien acabó trabajando individualmente.

Otro integrante de esa extinta agrupación es Hermann Nitsch, quien exhibe un retablo-instalación posiblemente inspirado en las representaciones de la pasión de Oberamergau. Se ostenta allí una tristísima casulla de sacerdote (lástima que no le solicitaron una al pintor mexicano Benjamín Domínguez, quien las tiene soberbias) extendida sobre un adminículo denominado ''relicario", que no es tal. La casulla original se sustituyó por una ready made, lo que resulta muy pedestre. En el mismo eje se sobrepone una camiseta bañada en ''sangre", con lo que el todo de la composición es sacrificial.

Una obra que quiso ser impactante, pero que quedó en el terreno de lo efectivo si la comparamos con los dos Tàpies que se exhiben, corresponde a Arnulf Rainer, quien suele retrabajar composiciones de artistas que pueden, o no, serle contemporáneos. Su mejor pieza, fuera de lo común, está realizada sobre un collage de Loftus-Etienne, pintor que hasta donde sé es de horneada reciente, pues nació en 1951. Rainer, amigo de Tàpies, es de la misma generación de Manuel Felguérez.

De Baselitz se exhibe una pieza secundaria, y en ese rubro llaman más la atención las obras de Herbert Brandl, realizadas entre 1992 y 1994. En la sección Aspectos de la figura hay declive, con todo y la presencia de una figura tan reconocida como el estadunidense Alex Katz, con retratos tipo cartel (esa era la intención), horrorosos, pero que apuntalan la presencia de una joven austriaca interesante: Katrin Plavack.

La pareja Muntean y Rosemblum produjo figuras realistas de sujetos depresivos que según los enunciados luchan contra su depresión. Se recortan contra paisajes urbanos.

Ahora cabría preguntarse si nosotros los mexicas no podríamos urdir una exposición similar, tipo bitácora, despuntando en 1955 y terminando ayer. Y que fuera de pura pintura, así resultara trasnochada.

 
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